A la mañana siguiente, el sol se elevaba lentamente, derramando su luz dorada sobre el campamento. El aire fresco de la mañana estaba cargado con el olor del rocío y el suave murmullo de los árboles movidos por la brisa. Maggi, con su cabello despeinado por el sueño, se inclinaba sobre una pequeña estufa portátil, intentando preparar el desayuno. Hyunjae, mientras tanto, se ocupaba de recoger los implementos del campamento, doblando la tienda de campaña y guardando todo en el auto.Observó a Maggi de reojo, notando cómo sus manos temblaban ligeramente y cómo evitaba su mirada, sus mejillas sonrojadas. Era evidente que estaba nerviosa por la confusión y cercanía que ambos habían compartido la noche anterior. La escena le resultaba entrañable; verla tan dulce y vulnerable le arrancaba una sonrisa.—¿Necesitas ayuda con eso? —preguntó Hyunjae, acercándose a ella con una sonrisa suave.Maggi levantó la vista brevemente, su rostro se tiñó de un rojo más intenso antes de negar con la cabeza
Hyunjae con una sonrisa nerviosa dijo—Realmente me preocupaba que ella viniera sola a visitarlos. Aunque, a decir verdad, yo solo soy un ciudadano común. Y ella, como sabrán, es una cazadora. En términos de fuerza, ella me supera. Así que tal vez soy yo quien necesita ser cuidado por ella.El intento de humor de Hyunjae logró arrancar una risa ligera de Rosita, la madre de Maggi, quien lo observaba con una mirada cálida y comprensiva.—Ay, Gregorio, deja de incomodar al pobre chico, mira, ya lo tienes todo espantado —dijo Rosita, mirando a su esposo con un toque de broma en la voz. Quería aligerar el ambiente, consciente de que conocer a la familia de su novia podía ser una experiencia abrumadora.Gregorio, el padre de Maggi, soltó una risotada grave, pero asintió, relajando un poco su postura rígida.—¿Y, joven, usted dónde trabaja? —p
—Pero antes de descansar, ¿no sería bueno tratar el asunto por el que vinimos inicialmente y por el que nos apresuramos? —dijo Hyunjae, mirando a Maggi con seriedad.Maggi asintió —Sí, sí es verdad.Los padres de Maggi, Gregorio y Rosita, intercambiaron miradas de incertidumbre. Los hermanos también parecían curiosos y un poco ansiosos.—Mija, ¿cuál tema? Te ves preocupada, ¿es algo grave? —preguntó Gregorio, frunciendo el ceño.Maggi respiró hondo antes de responder, intentando mantener la calma —No, papá, solo era un tema por el cual apresuramos nuestra visita.Rosita se inclinó hacia adelante, su voz llena de preocupación m
A la mañana siguiente, lo que escuchó primero fueron los cánticos de un gallo. Y un gallo que cacareaba muy fuerte, a decir verdad. Aunque hubiera querido volver a dormir, no lo habría logrado, así que, un poco perezoso, se levantó de la cama y se cambió de pijama por un pantalón simple y una camisa. No hacía tanto frío, así que con eso estaría bien. En ese momento, sólo se estaba arriesgando a ver si había alguien ya despierto en la casa.El sol apenas despuntaba, pintando el cielo con tonos anaranjados. El aire fresco de la mañana llenaba sus pulmones mientras caminaba por el pasillo de madera, que crujía suavemente bajo sus pies descalzos. Cuando salió de su habitación, vio que ya había actividad, así que su elección de haberse despertado era la correcta. Fue hacia la cocina, donde escuchó ruido. La primera persona que se encontró ahí fue la señora Rosita, la mamá de Maggi, que estaba atareada preparando el desayuno para todos.La cocina era un espacio acogedor, inundado por el aro
Solo cinco minutos después, apareció Nicanor, con el ceño fruncido y los hombros caídos claramente perturbado por algo. La cocina, que había estado llena de risas y conversaciones alegres, se sumió en un silencio expectante cuando dejó su sombrero a un costado y se sentó en la mesa donde ya estaban servidos todos los alimentos. El aroma de las tortillas recién hechas y el queso frito llenaba el aire, pero la tensión era palpable.Mientras todos empezaban a desayunar, Gregorio, observando la expresión sombría de Nicanor, no pudo contener su curiosidad y preocupación.—Bueno —comenzó —hijo, ¿por qué tienes esa cara? Parece como si hubieras pisado un cactus.Nicanor suspiró, tomando un sorbo de café antes de responder —Sí, ¿recuerdas que habíamos hablado con Mateo y Santos para que nos ayuden en l
Afortunadamente, la hora del almuerzo llegó y tuvieron que ir a la casa a comer. Hyunjae solo podía agradecer una cosa, descansar un poco. Mientras caminaban de regreso, sentía cada músculo protestar con cada paso, pero también estaba satisfecho de haber ayudado.Un aroma delicioso impregnaba el aire, proveniente de la cocina donde Rosita se esmeraba en preparar el almuerzo. Había estofado de cerdo y otras comidas típicas que Hyunjae no conocía, pero que olían maravillosamente. La mesa de madera, estaba bien dispuesta, con platos coloridos que daban un aire festivo al ambiente. A estas alturas, Hyunjae comería hasta piedras si fuera necesario, estaba tan hambriento como nunca antes en su vida. Agradecía que la señora Rosita le hubiera servido una gran cantidad de comida.—¡Vamos, hijo! ¡A comer antes de que se enfríe! —dijo Rosita con una sonrisa, se&ntild
Al día siguiente Hyunjae, ya sintiéndose mejor, se levantó de la cama con un suspiro de alivio. Recordando el alivio que Maggi le habían proporcionado, se estiró cuidadosamente, sintiendo aún una ligera molestia en sus músculos. Después de asearse y vestirse, se dirigió a la cocina, siguiendo el sonido de los utensilios y las risas suaves que llenaban el ambiente.La cocina, iluminada por la luz del nuevo día, estaba llena de vida. La señora Rosita, con su delantal puesto, estaba ocupada preparando el desayuno, moviéndose con la eficiencia y gracia de alguien acostumbrado a estas tareas diarias.—Buenos días, señora Rosita —dijo Hyunjae con una sonrisa, acercándose a ayudar.—Buenos días, hijo —respondió ella, devolviéndole la sonrisa —¿Cómo te sientes hoy?—Mucho mejor, graci
—Gracias por tu ayuda, Hyunjae —dijo Maggi, rompiendo el silencio —No sé qué habríamos hecho sin ti.Él sonrió, sintiendo una calidez en su pecho —No tienes que agradecerme.Maggi asintió, sus ojos brillando con gratitud y algo más —Lo sé, pero aun así, gracias. Has ayudado más de lo que imaginas.—¿En serio?, no creo que fuera para tanto – dijo honestamente él. De hecho Herbert siempre le daba pociones para que se mantuviera en buen estado de salud, claro que la intención era mantenerlo en óptimas condiciones solo para que siga trabajando.—Hyunjae, la vida por aquí no es fácil como abras notado.—En ese caso… es bueno que vivas a hora en la cuidad ¿no? te libraste de una vida difícil y complicada si te hubieras quedado en este pueblo —No lo decí