El primer rayo de sol se coló entre las cortinas, iluminando suavemente la habitación. El aire fresco de la mañana llenaba el espacio, y todo estaba en calma. Hyunjae fue el primero en despertar, su cuerpo aun sintiendo el cansancio acumulado de la noche anterior. El ambiente tranquilo aun cargaba con los ecos de los recientes eventos, como si aún resonaran en las paredes del cuarto.
Hyunjae observó a Maggi, su respiración pausada, su rostro relajado en el sueño. Con un gesto suave y tierno, acomodó un mechón rebelde de cabello detrás de su oreja. No pudo evitar sonreír con cierta melancolía; amaba cada parte de ella. Y aunque esa realización había tardado en cristalizar dentro de él, ahora era un hecho innegable: ella lo era todo para él.
Sus pensamientos eran un torbellino de emociones, una mezcla de amor y temor. Había tantas cosas que quería
El pensamiento lo llevó a una decisión: debía encontrar el anillo perfecto para ella. Antes de dirigirse a la oficina, hizo una pausa en su recorrido habitual y decidió pasear por la ciudad en busca de una joyería que le inspirara confianza. Maggi, ajena a sus pensamientos, se despidió de él con un beso rápido antes salir del auto y de dirigirse a su trabajo, mientras él se internaba en las calles más tranquilas del centro de la ciudad.Después de dejar su auto en una zona segura para estacionar y tras unos minutos de caminata, sus ojos se fijaron en una joyería pequeña, discreta pero muy elegante, con vitrinas cuidadosamente decoradas que reflejaban destellos de luz sobre las piezas de joyería expuestas. Parecía el lugar adecuado. Empujó la puerta de vidrio y fue recibido por el sonido suave de un timbre. Dentro, el ambiente era acogedor y clásico, las pared
Cuando llegó a su auto, se acomodó en el asiento del conductor y cerró los ojos por un momento, tratando de calmar el enjambre de pensamientos que se enredaban en su mente. El sonido del motor encendiéndose fue interrumpido por la vibración de su teléfono. Miró la pantalla: era Herbert, su jefe. Con un suspiro, respondió la llamada.—Hyunjae, he estado intentando comunicarme contigo en la oficina —dijo Herbert, su tono marcando una mezcla entre irritación y preocupación—. No llegaste temprano como siempre.Hyunjae apretó los labios, buscando una excusa rápida mientras sus dedos jugaban nerviosamente con la llave del auto.—Bueno, he tenido otros asuntos que atender —dijo, evitando dar más detalles, esperando que Herbert no insistiera.Pero su jefe no era de los que dejaban pasar las cosas fácilmente.—Imagino que son
Herbert colgó el teléfono y se dejó caer contra el respaldo del lujoso asiento de cuero de su avión privado. Afuera, las nubes se arremolinaban suavemente bajo el ala del avión mientras cruzaba el cielo azul pálido. El sonido constante de los motores proporcionaba un extraño confort, un recordatorio de que, aunque su vida estuviera girando fuera de control, al menos, por ahora, estaba literalmente volando por encima de todo.Suspiró profundamente y se llevó la mano derecha a la frente, masajeándola con fuerza. Su cabeza palpitaba, una mezcla de cansancio y dolor de cabeza que no se había disipado en las ultimas horas. Los últimos eventos lo habían dejado completamente descolocado. En cuestión de horas, lo que parecía ser un viaje personal para despejarse un poco había tomado un giro surrealista e inesperado.Ante él, sentados en un par de butacas opues
El viaje había sido, a pesar de todo, más tranquilo de lo que Herbert había esperado. Los problemas iniciales con las puertas de transportación habían generado cierta preocupación entre los cazadores, ya que últimamente parecían fallar con más frecuencia. Sin embargo, para su alivio, encontró una que funcionaba perfectamente y que lo llevó directamente a Roma. Allí dejó a un delegado encargado de los asuntos del gremio mientras él continuaba su misión.Al llegar, el majestuoso edificio se alzaba frente a él, imponente, como si se burlara de su inminente tarea. Las paredes blancas y doradas relucían bajo el sol, y las torres puntiagudas parecían arañar el cielo. A pesar de su apariencia casi celestial, la entrada no fue tan sencilla como Herbert esperaba. Sabía, por experiencia, que las regulaciones en Europa y Asia eran notoriamente estri
El ambiente en la gran sala era pesado y solemne, con una atmósfera tensa que vibraba en el aire. Las altas paredes de piedra y los ventanales góticos reflejaban una luz pálida que apenas iluminaba los rostros de quienes estaban allí reunidos. Todos los presentes parecían afectados por la extraña presencia de los dos recién llegados, cuyos rostros jóvenes, pero maduros, causaban una mezcla de desconcierto y fascinación. Los mellizos, Filomena y Harry, emanaban una elegancia casi etérea, como si estuvieran fuera de lugar y tiempo. Era evidente que compartían la belleza de su padre, Herbert, pero en ellos, esa belleza se mezclaba con algo más profundo, una sombra de experiencia que no encajaba del todo con su apariencia juvenil.La voz de Filomena era suave, casi hipnótica, mientras trataba de explicar su posición con calma. Sus palabras flotaban en el aire como una promesa velada.
La sala seguía impregnada con el eco de las palabras que habían sido dichas momentos antes, como si la gravedad de lo revelado hubiese impregnado cada rincón. Las paredes de piedra fría y los muebles antiguos, que al principio parecían meros espectadores del caos, ahora parecían ser testigos de algo más profundo, casi sagrado. Maggi y Lucía, una a lado otra, habían estado bromeando hacía unos minutos en voz baja, intentando aliviar la tensión con comentarios sarcásticos.—Esto se siente como una telenovela de esas largas y dramáticas, ¿no crees? —dijo Lucía entre risas, mientras se cruzaba de brazos—. Me faltan las palomitas... —bromeó, encogiéndose de hombros—. ¡Qué lástima que no traje ninguna golosina!Maggi soltó una carcajada nerviosa, asintiendo con la cabeza. Ambas compartieron una sonrisa
Una voz se escuchó en todo el lugar. El enorme invernadero, en lugar de estar lleno de vida, se veía lúgubre y deprimente. Las plantas marchitas se enredaban en estructuras oxidadas, y el aire estaba cargado de una humedad fría y penetrante. La voz era neutral, como si surgiera de la nada, y dijo: "Las condiciones se han cumplido. Se puede cumplir un deseo."De repente, se oyó otra voz, la de una mujer, quebrada y sollozante, que rogaba desesperadamente – Por favor... Por favor... Tráelo de regreso a mi lado – Su voz resonaba en el invernadero vacío, mezclándose con el sonido de gotas de agua que caían esporádicamente del techo, las lagrimas se deslizaban por sus mejillas sin descanso y el dolor en su pecho solo crecia. La voz neutral respondió, imperturbable: "La resurrección no puede ser posible."La mujer, al borde del colapso, dejó escapar un sollozo profundo y suplicó con más fuerza – Por favor... Por favor... Sólo quiero que regrese – Sus manos temblorosas se aferraron a su pro
Tan dulce como la miel: Primera parte.El sonido del despertador la sacó abruptamente de su mundo de ensueño. Con pesar, pero recordándose que tenía un trabajo al que ir, se levantó de la cama y comenzó su rutina diaria. Su pequeño dormitorio estaba iluminado tenuemente por la luz del amanecer que se filtraba a través de las cortinas raídas. Las paredes, decoradas con algunas fotos antiguas y dibujos descoloridos, le daban al lugar un aire nostálgico.Fue a la ducha para darse un baño. El agua caliente le ayudó a despejarse, y por un momento, cerró los ojos y dejó que el vapor la envolviera, recordando los tiempos más simples. Al salir, el espejo empañado le devolvió una imagen borrosa de sí misma, y se apresuró a limpiarlo para ver su reflejo.Preparó un desayuno nutritivo, como los que hacía su madre: avena con frutas y un poco de miel. Mientras cocinaba, los recuerdos de las mañanas pasadas con su familia la invadieron. – ¿Qué pensaría mamá de todo esto? – se preguntó, sintiendo u