Tan dulce como la miel: Cuarta parte.

– ¡Oye, monstruo de ramas! ¡Ven por mí! – gritó, su voz resonando en el vasto espacio de la cueva.

El plan era simple: atraer la atención de la criatura hacia ella y alejarla del Secretario Kim. El monstruo centró su atención en ella y comenzó a perseguirla, sus garras rasgando el suelo mientras avanzaba. Era como un juego de gato y ratón, con Maggi esquivando por poco los zarpazos de la criatura.

Cada movimiento era como un baile peligroso. A duras penas, Maggi esquivó un ataque tras otro, usando su agilidad para mantenerse fuera del alcance de las garras afiladas. "Vamos, Maggi, mantén la calma. No dejes que te alcance", se decía a sí misma, sintiendo la adrenalina correr por sus venas.

Aprovechando la geografía del lugar, ideó un plan arriesgado. Mientras la criatura la seguía frenéticamente, Maggi guio al monstruo hacia una serie de cristales afilados que sobresalían de una pared cercana. Corriendo con todas sus fuerzas, hizo que la criatura se apuñalara contra los cristales mientras la perseguía. Fue una maniobra arriesgada, ya que tuvo que usarse a sí misma como carnada, y por poco evitó las fauces de la enorme bestia.

En el último momento, una de las garras logró herirle el hombro izquierdo, arrancando un grito de dolor de sus labios. La sangre corría por su brazo, pero la criatura quedó atrapada en los cristales, rugiendo y retorciéndose en un intento de liberarse.

– ¡Maldita sea! – exclamó Maggi, apretando los dientes mientras se sujetaba el hombro herido.

Con la criatura atrapada y momentáneamente neutralizada, Maggi no perdió tiempo. Saliendo rápidamente de su lugar, regresó a donde había dejado al Secretario Kim. Lo encontró con los ojos llenos de preocupación, claramente consciente del peligro que ella había enfrentado.

– ¿Maggi estás bien? – preguntó él, su voz llena de angustia.                                 

– Sí, estoy bien. Solo un rasguño – dijo ella, tratando de sonar más tranquila de lo que se sentía – La criatura está atrapada por ahora, pero no podemos quedarnos aquí. Debemos encontrar una salida.

El Secretario Kim asintió, su rostro tenso pero decidido – No sé qué habría hecho sin ti.

Las sombras en la cueva se movían inquietas y el aire parecía vibrar con la tensión. Rápidamente, ambos empezaron a escapar. El eco de sus pasos resonaba en la caverna, un recordatorio constante del peligro que acechaba. Sin embargo, el retumbar de la cueva provocó un derrumbe. Las rocas cayeron en cascada, y con un estruendo final, la enorme criatura quedó aplastada por las piedras y los cristales puntiagudos que la empalaron.

De repente, apareció un mensaje en una pantalla azul flotante que decía "Las condiciones fueron cumplidas"

"Las condiciones fueron cumplidas. La clase única de cultivador de plantas fue desbloqueada. Felicitaciones. Rango de clase único. Nivel legendario. La clase única de cultivador de plantas fue desbloqueada. ¡Felicidades!"

Maggi miró la pantalla azul flotante con asombro. No esperaba desbloquear una clase única y de nivel legendario en esas circunstancias. Su mente, aún alerta por el reciente enfrentamiento, se llenó de incredulidad y emoción. El resplandor azul de la pantalla iluminaba su rostro, destacando la mezcla de asombro y esperanza en sus ojos.

– ¿Qué es eso? – preguntó el Secretario Kim, notando la pantalla flotante.

– Es... es una notificación de clase. Parece que he desbloqueado una clase única, cultivador de plantas y es de nivel legendario – respondió Maggi, su voz temblando ligeramente por la emoción.

Maggi miró la pantalla azul flotante con asombro. No esperaba desbloquear una clase única y de nivel legendario en esas circunstancias. El resplandor azul bañaba su rostro con una luz etérea, destacando el asombro en sus ojos.

En respuesta, el Secretario Kim la vio y dijo – Esto es algo increíble, no habíamos visto a un clase única en nuestro lado del continente – Sus palabras estaban llenas de admiración y sorpresa, mientras sus ojos brillaban con una mezcla de orgullo y alivio.

Maggi, sin embargo, se encontraba en un estado de conmoción. Su rostro pálido, los ojos un poco desorbitados y las manos temblando. Claro que ser una clase única significaba una serie de ventajas para ella, pero lo último que había sabido era que una clase única despertó en Asia. Era de rango F, un domador para ser específico, alguien capaz de domar cualquier tipo de criatura, incluso las bestias de las mazmorras. Sin embargo, esta persona tenía que vivir bajo la protección del gremio al que pertenecía, porque había sido objeto de múltiples intentos de asesinato.

– Pero... esto es peligroso, señor – dijo Maggi, con voz temblorosa – La última vez que alguien obtuvo una clase única, fue un desastre para esa persona – sintió un nudo en el estómago al pensar en las implicaciones de su nueva clase. La responsabilidad y el peligro que venían con ella eran inmensos. La cueva a su alrededor se sentía claustrofóbica, las sombras bailaban con cada movimiento, y el eco de sus respiraciones parecía llenar el espacio oscuro y húmedo. Las paredes estaban cubiertas de musgo y líquenes fluorescentes que emitían un tenue resplandor verde, apenas suficiente para iluminar su camino – No sé si estoy preparada para algo así. He oído historias de lo que les sucede a las personas con clases únicas. Siempre están en peligro, siempre vigiladas. No sé si puedo vivir así.

Sabía que muchos de los cazadores de clases únicas habían tenido que estar bajo el buen recaudo de sus propios gremios, porque al ser débiles o no poseer la capacidad de defenderse corrían grandes peligros, a diferencia de los cazadores de rangos superiores que podían defenderse por sí mismos.

"Probablemente, cuando se sepa que he obtenido una clase única, podrían encerrarme o no dejarme tener contacto con otras personas para garantizar mi seguridad y que sea de provecho para el gremio", pensaba Maggi con un nudo en la garganta. Claro que esto también significaría poder ganar más dinero y asegurar una mejor vida para ella y su familia, pero ¿realmente debería sacrificar su libertad ahora?

El Secretario Kim, caminando a su lado, percibió la tensión en sus hombros y el brillo inquieto en sus ojos. Le preguntó genuinamente, preocupado por ella – Maggi, ¿está usted bien? No se ve contenta. Por lo general, en esta situación sería comprensible que esté emocionada. Los cazadores de clase única son rarezas y considerados un tesoro dependiendo de sus habilidades.

Maggi, mirando hacia abajo y sintiéndose un poco apenada, respondió – La verdad, no lo esperaba. No sé qué hacer – dijo sinceramente, mientras sus palabras se perdían en el eco de la cueva.

El Secretario Kim, pensativo, pregunto – ¿Revelar esto le causaría incomodidad?

– Sí – respondió ella, sus ojos fijándose en las sombras que se alargaban en las paredes de la cueva.

El Secretario Kim preguntó con un tono más suave – ¿Por qué?

Ella lo miró a los ojos, encontrando en ellos una chispa de comprensión, y decidió responder de forma franca – No quiero que me confinen a un solo lugar. Yo no estoy lista para eso – contestó Maggi, su voz temblando ligeramente – Sé que no puedo defenderme; es más, no tengo condiciones de lucha. Mi habilidad es curar y manejo un poco un rifle para servir de apoyo a mis compañeros, pero más allá de eso, no puedo hacer nada. Así que probablemente, cuando sepan esto, me encerrarán dentro del gremio.

Sus ojos se llenaron de lágrimas, temiendo que el Secretario Kim no entendiera su postura. El sonido del agua goteando desde las estalactitas sobre sus cabezas añadía una siniestra melodía a su miedo. El Secretario Kim se acercó, poniendo una mano en su hombro con un gesto reconfortante.

– Creo que lo entiendo, bueno, eso creo – dijo, su voz suave y firme a la vez – Callaré hasta el momento en que usted decida revelarlo.

Maggi lo vio sorprendida. No esperaba que el Secretario Kim se ofreciera a callar. Es más, habría esperado que él fuera el primero en revelar esto a los medios, porque tener a un cazador de clase única significaría un revuelo a nivel internacional, fortaleciendo al gremio.

– ¿Estás seguro de ello, Secretario Kim? – preguntó ella, su voz apenas un susurro que reverberó en el silencio cavernoso.

Él sonrió, una sonrisa que iluminó su rostro en la penumbra, y respondió – Claro, no me atrevería a revelar algo que una señorita no quiere que diga – dijo cortésmente, con una sonrisa – Además, ahora técnicamente somos cómplices de un delito – añadió, también sonriendo, tratando de aligerar la tensión.

Maggi dejó escapar una pequeña risa nerviosa, aliviada por el intento de humor del Secretario Kim. El eco de su risa resonó suavemente en las paredes de la cueva, haciendo que el lugar pareciera un poco menos intimidante.

– Gracias, Secretario Kim. No esperaba esto de usted – dijo Maggi, sintiendo una mezcla de gratitud y sorpresa. El alivio comenzaba a desplazar la preocupación en su pecho.

– Por favor, llámame simplemente Hyunjae. Después de lo que hemos pasado, creo que podemos dejar de lado las formalidades – dijo él, con una mirada sincera.

La verdad es que la situación sí era problemática. El Secretario Kim estaría ocultando la existencia de una cazadora clase única y al mismo tiempo estaría poniéndola en peligro, ya que si algo le pasaba sería una pérdida irreparable para el gremio económicamente hablando. Además, estaría poniendo su propio trabajo y prestigio en juego.

Maggi se sintió conmovida por sus palabras y le dijo – Lamento mucho las molestias.

El Secretario Kim respondió – No se preocupe. Ya que somos compañeros en esta situación, sería mejor tratarnos con un poco más de familiaridad, ¿no le parece?

Esto sorprendió a Maggi, y ella dijo – ¿Seguro?

El Secretario Kim asintió y dijo – Claro, porque si bien no revelaré que usted es una cazadora  clase única, yo debo cuidar de usted hasta el momento en que decida contárselo al líder del gremio o al mundo. Así que por el momento, yo me encargaré de su seguridad, asegurándome de que no le pase nada – dijo, sonriendo.

Maggi asintió con la cabeza, sintiéndose un poco más confiada y empatizando más con el secretario Kim – Le agradezco, señor Kim – dijo ella.

Entonces él dijo – Bueno, no es necesario que me llames todo el tiempo Secretario. Mi nombre es completo es Kim Hyunjae. Puedes llamarme solo Hyunjae, tomando en cuenta esta cercanía actual, creo que sería lo más conveniente – ofreció él.

Ella, avergonzada, solo asintió y dijo – Sí, señor.

Kim la miró con una mezcla de diversión y paciencia, sin perder la sonrisa – Ya te dije, no me hables tan formalmente. Somos compañeros ahora, así que solo llámame por mi nombre – dijo con total confianza.

Maggi, apenada y luchando por hablar, ya que no estaba acostumbrada a dirigirse de manera informal a nadie más que a sus compañeros de trabajo, se sintió intimidada por la posición del Secretario Kim. Finalmente, logró articular – Sí, hi, hi, hi, Hyunjae – dijo, tartamudeando un poco.

En respuesta, el hombre solo sonrió agradablemente y dijo – Bien hecho, Maggi, lo hiciste bien. Ahora, que no se te olvide llamarme así – y le dio unas palmaditas en la cabeza mientras la felicitaba.

La calidez del gesto y la suavidad de su tono hicieron que Maggi se sintiera un poco más a gusto.

El aire denso y cargado de la mazmorra se disipó rápidamente cuando el equipo de rescate llegó por ellos. Equipados con trajes de alta tecnología y armas, se movieron con precisión y rapidez, asegurando la zona antes de proceder a evacuar a Maggi y al Secretario Kim. Las luces brillantes de sus linternas cortaban la oscuridad, proyectando sombras largas y siniestras en las paredes de la cueva.

El líder del equipo, un cazador de rango A llamado Jin, se acercó a ellos – ¿Están bien? – preguntó, su voz firme pero con un matiz de preocupación mientras revisaba a Kim y a Maggi.

Kim asintió, aunque con una mueca de dolor – Sí, gracias a Maggi, estamos bien – dijo, lanzando una mirada agradecida hacia ella.

Una vez fuera de la mazmorra, el cambio fue abrupto. La luz del sol cegó a Maggi por un momento, y el aire fresco llenó sus pulmones con una sensación de alivio y libertad. Sin embargo, la paz duró poco. Un enjambre de periodistas y camarógrafos los esperaba, sus cámaras y micrófonos listos para capturar cualquier detalle.

El Secretario Kim, siempre preparado, levantó una mano en señal de calma y habló en voz baja a Maggi – Déjalos a ellos manejar esto – dijo, señalando a un cazador de rango A que se adelantaba para enfrentar a la prensa.

El cazador de rango A, conocido como Lee Min-ho, era una figura imponente. Con una postura confiada y una sonrisa carismática, comenzó a hablar con los periodistas, desviando la atención de Maggi y Kim. Su voz resonaba clara y segura, proporcionando los detalles necesarios sin revelar más de lo esencial.

Mientras tanto, Kim se volvió hacia Maggi, sacando discretamente un pequeño papel de su bolsillo – Aquí tienes – dijo, entregándoselo – Mi número. Debes mantenerte en contacto para que pueda cuidar de ti.

Maggi tomó el papel, sintiendo una mezcla de gratitud y alivio – Gracias, Hyunjae – dijo, probando su nombre con una sonrisa tímida.

Kim sonrió y asintió, un brillo de complicidad en sus ojos – No te preocupes, Maggi.

Mientras el bullicio de los periodistas continuaba al fondo, Maggi y Hyunjae caminaron juntos hacia el vehículo de rescate, dejando atrás la oscuridad de la mazmorra y los peligros que habían enfrentado.

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