Tras la muerte de Ethan Hudson y al descubrir que Adrián (El joven que la visitaba en sueños es real) Victoria Montesinos parte de regreso a su país para superar el dolor de su pérdida y descubrir quien es en realidad. Ella se dirige inadvertidamente hacia un destino incierto que la llevará a enfrentarse a nuevos miembros del clan Palacios, entre ellos el tercero anunciado en sus sueños, Tristán Palacios, quien la hará cuestionar sus sentimientos y le hará descubrir que siempre volvemos a amar. A pesar de que la familia Palacios no es desconocida para ella, la curiosidad que la joven mujer siente por las vidas de cada uno de los miembros de esta familia, que habitan la hacienda «El Renacer» antiguo castillo oculto en las montañas, la motivan a entrar más en los secretos de estas extrañas personas. Sin embargo, pronto descubre que los miembros de la familia aristocrática la han estado esperando desde épocas inmemoriales. A pesar de su elegancia, gran belleza y singularidad, un secreto familiar y un oscuro halo de misterio recae sobre ellos, especialmente en Victoria Montesinos, cuyos descubrimientos la dejarán sin aliento.
Leer másVictoriaEran las nueve de la mañana cuando partí de casa de mi abuela con Abby. No quería dejar a Tristán en el santuario, pero Yahadet y Bacco insistieron en que lo harían por mí. Me dieron su palabra de protegerlo de los oscuros y reforzar la seguridad de su apartamento con sus rituales, asegurando que ningún oscuro pudiera entrar. Sabía que no mentían, pero algo dentro de mí me decía que algo no iba bien.—¿Tristán y tú ya son novios? —La pregunta de Abby me sacó de mi ensimismamiento.—Sí, he decidido darle una oportunidad.Abby sonrió.—¿Qué te causa tanta gracia? —pregunté, notando su expresión divertida.Mantenía la vista en la carretera, con una mano en el volante.—Solo pensaba que, gracias a Dios, soy yo quien está manejando. En el estado en el que te encuentras, serías capaz de atropellar a cualquier inocente.—No exageres, Abby.—No exagero, Vicky. Pero bueno, dejando las bromas… dime, ¿no te parece injusto usar a Tristán como un muro de contención?Fruncí el ceño.—No lo
12 de junio de 1997Creí que regresar a mi tierra me daría paz, pero me equivoqué. Las alucinaciones han empeorado. En cada sombra, en cada reflejo, veo el rostro del doctor O’Sullivan suplicándome que vuelva.Alberto me llevó con un ginecólogo de confianza, un amigo suyo de la infancia, lo que al menos me hizo sentir un poco más segura. El doctor Gustavo Bustamante me examinó minuciosamente y aseguró que el procedimiento había sido un éxito. Pero su expresión cambió cuando le mencionamos la fecha de gestación.—Debe haber un error —dijo con el ceño fruncido—. El feto que veo en pantalla no corresponde a once semanas. Por sus características, diría que tiene al menos catorce. Es decir, no llevas tres meses de embarazo… sino casi cinco.La noticia nos golpeó como un mazazo. ¿Cómo era posible? El procedimiento se realizó el 26 de marzo. Las fechas no cuadraban. Alberto estalló en furia. Habló de demandar a O’Sullivan, de exigir respuestas. Incluso me pidió que terminara el embarazo. Per
Leí esas líneas una y otra vez, intentando descifrar el significado oculto tras ellas. Algo me decía que contenían más de lo que parecía a simple vista.—No puede ser… —susurré al terminar de leer el pequeño párrafo. Entonces supe, con certeza, que esa “Joven de las rosas”, como la llamaba Ángela, era Estefanía—. Así que no solo te aparecías en los sueños de Victoria, también lo hacías con su madre… Pero ¿por qué?No perdí tiempo y continué leyendo:Hoy nos entregaron los exámenes de Alberto. Me partió el corazón saber que los resultados no fueron favorables. Aunque deseo fervientemente ser madre, la infertilidad de mi esposo no será motivo de alejamiento entre nosotros. Todo lo contrario: este obstáculo solo fortalece nuestro amor.—Eras una buena mujer, Ángela… No merecías morir de la forma en que moriste —murmuré, cerrando los ojos mientras pensaba en Victoria y en el dolor con el que había crecido, sintiéndose culpable por la muerte de su madre.Seguí pasando las hojas del diario
Adrián.Apenas llegué al refugio, tomé el dibujo que Victoria había hecho y lo contemplé. Había captado cada detalle de mi rostro con una precisión asombrosa. No pude evitar que una calidez inesperada me envolviera. Realmente, yo le importaba.—He encontrado el amor nuevamente, después de siglos de agonía… Victoria, lo que daría porque en este instante mordieras mis labios y bebieras mi calor —murmuré, dejando que mis pensamientos tomaran voz.Mi deseo por ella se volvía más profundo con cada segundo. Supe en ese instante que no podía quedarme de brazos cruzados mientras los oscuros seguían ganando terreno. Ya no solo Arturo y su aquelarre iban tras Victoria; ahora, Tristán también se había sumado a la cacería.—Esta vez, no permitiré que me arrebaten a la mujer que quiero a mi lado —me juré a mí mismo. Seguidamente, extendí la mano y tomé un vaso de agua. El enfrentamiento con los sabuesos de los oscuros me había dejado sediento.—Veo que estás haciendo tus propias investigaciones —d
Todo sucedió tan rápido que apenas mis ojos lograron captar cómo aquel hombre se lanzó sobre una de esas criaturas. Con un cuchillo que sacó ágilmente de su chaqueta, le cortó el cuello de un solo movimiento. Cristian no se quedó atrás; había saltado desde el piso donde estábamos hasta la sala, atrapando a otra de esas bestias, de cuya espalda comenzaban a brotar espinas. Con la destreza de un acróbata, ejecutó una serie de piruetas y, en un instante, de la punta de su bota emergió un afilado cuchillo, con el que degolló a su oponente.—¡Malditas bestias! —bramó el hombre desconocido, aun con la respiración agitada.—Ese era el último, pero cada vez somos más eficientes en eliminarlos —comentó Cristian con una sonrisa triunfal.—¡¿Acaso estoy en el set de una maldita película de ciencia ficción?! —exclamé, todavía incrédulo, ante lo que acababa de presenciar.—Adrián, entiéndete con tu suegro —se burló Cristian.—¿Adrián? ¿Suegro? —Repetí con desconcierto, tratando de calmarme. Entonc
AlbertoEl trabajo me había consumido por completo en los últimos días, hasta el punto de no dejarme espacio para pensar en mi vida personal… ni en la mujer que últimamente se había instalado en mi mente sin permiso.—Cuando morimos, no nos llevamos nada material, solo lo vivido… —reflexioné en voz baja mientras me asomaba por la ventana.Aquella noche se sentía distinta. No sabría explicar por qué, pero algo en el aire había cambiado. Incluso el viento parecía soplar con una cadencia diferente.—Debe ser el estrés… —me dije, intentando racionalizar la sensación.Suspiré y dejé que mi mente viajara a un pensamiento más placentero.—Rebeca…Su nombre escapó de mis labios como un susurro. Me dirigí a la mesa de licores, serví un vaso de whisky y me acomodé en el sofá de la biblioteca. Me descalcé, desabotoné un poco la camisa y, con el control en mano, encendí el reproductor de música. Las suaves melodías clásicas llenaron la habitación, envolviéndome en una burbuja de tranquilidad. Por
Sentí cómo la mirada se me escarchaba con cada palabra de Tristán, mientras mi alma temblaba bajo el peso de su dolor. No quería marcarlo con mi cruz negra, pero ya era demasiado tarde para lamentaciones. Él percibió mi pesar y, en su infinita nobleza, intentó aliviar mi carga.—No te sientas mal —dijo suavemente—. Lo he visto en ti muchas veces, lo esperaba… pero jamás imaginé que dolería tanto. Tú y Adrián finalmente se han encontrado; tu espera ha terminado. Sin embargo, no puedo evitar que este reencuentro me llene de amargura. Aunque me veas bromeando siempre, esta es la verdad.—Lo sé —murmuré en un hilo de voz.Tristán esbozó una sonrisa triste antes de soltar un suspiro pesado.—Qué ironía la mía al creer que… tú serías para mí.—Tristán, por favor, detente —rogué, sintiendo cómo mi propia voz se quebraba—. Estoy rota por dentro… y lo último que deseo es romper a otros en el camino.Él se levantó con un gesto brusco y comenzó a caminar por la habitación, perdido en sus pensami
No me podía quedar de manos cruzadas. Leo sonrió y luego me ignoró. Entendí que iba por Tristán, entonces sentí bajo mis manos un tronco; lo agarré y se lo partí en la espalda, él giró a verme sonriendo, mostrando los colmillos y su perturbadora faz. —¿Quieres pelea?… —No le dejé terminar la oración y permití que mi adrenalina respondiera su pregunta. Me fui contra él con fuerza, mis rabihats se volvieron a encender y mordí su cuello arrancando un tajo de su repugnante piel y la escupí echándola a un lado. Leo gritó. —¡Maldita, voy a darte una buena golpiza por esto! —Tristán volvió a levantarse y nuevamente se abalanzó sobre él. —Vas a tener que extinguirme, Leo, y no te lo voy a poner fácil. ¡Tú no tocas a Victoria! —¡Entonces que vayan ardiendo las piras! Porque luego de dejarte seco y desmembrarte, pienso quemarte —en acto seguido enfundo a Tristán con una velocidad increíble, neutralizándolo, quedando su cuello a merced de aquella bestia. No pude más, y me ace
—¡Victoria, corre! ¡Los buitres ya vienen! Han estado acechando, esperando el momento en que bajemos la guardia. Tenías razón… No habrá piedad. Ha llegado la hora de pagar.—¿Y crees que voy a huir y dejarte aquí solo? ¡Estás delirando!—¡Vete! Yo sé cómo enfrentar esto.—¡Cállate, Tristán! —le grité, aferrándome con fuerza a su pecho. En ese instante, la lluvia comenzó a caer con furia, y el paisaje, antes sereno, se tornó hostil y amenazante.—Si perdemos la confianza en nosotros, entonces si estaremos perdidos… —susurré, mis labios apenas rozando los suyos.—No tienes idea de lo que nos espera… No sé si podré soportarlo. Pero hay algo de lo que sí estoy seguro: vale la pena… Por ti, todo, Victoria. —Su voz tembló por un instante, y luego su expresión cambió. Sus ojos reflejaron algo oscuro, un rastro de temor que no había visto antes. Algo lo alteraba. El mal estaba cerca.—Se están acercando… Nos quieren a los dos, puedo sentir sus garras. ¡Debes huir ahora!—¡No lo haré! ¿Qué par