¡Ven! —me dijo y la seguí por el amplio corredor dando tumbos hasta su “Guarida” como lo llamaba Alexandra.
—Qué hermosa luna la que alumbra el cielo esta noche —manifestó al abrir la gran ventana. Los rayos de las estrellas se colaron en la amplia habitación impoluta, al detallarla con mayor precisión y a pesar de haber estado infinidades de veces cuando era niña, está vez encontré en ella similitudes al santuario de Eleonor. Aquella habitación donde reposaba un hermoso fogón antiguo era el santuario de mi abuela, podía sentir la energía de los centinelas en cada recoveco. En un estante vi algo que no me era ajeno, era el polvo brillante que ella me había enviado, lo reconocí de inmediato.
—Creo que deberíamos comenzar por explicarte por qué te envié este polvo que estás observando.
—Lo apreciaría —dije sinceramente.
—Se trata de un preparado elaborado por los centinelas, y está especialmente diseñado para mantener activas todas las funciones orgánicas de tu naturaleza humana y reforzar las defensas de tu sistema contra el virus, que es tu otra naturaleza. Es una pócima que te ayudaría a disimular los resultados de los exámenes médicos. Este polvo disuelto en agua retardaría de manera repentina la reparación de los procesos naturales de las nuevas células que ya se están despertando en tu cuerpo, y que son muy potentes. La pócima rompería esas nuevas mutaciones, es una especie de bloqueador —manifesté miedo.
—¿Cómo una especie de antiviral? ¿Puedo seguir tomándolas? —Advertí esperanzas.
—No, Vicky, tus células cambian y con los estados de ánimo tu naturaleza irá cambiando aún más, y eso no podrás impedirlo, por cierto, ya veo tus tres rabihats.
—¿Por eso insistías en que tenía que controlar mis emociones? —Dije en un suspiro.
—Sí, así me lo comunicaron los centinelas. En fin, te hice venir por otro motivo y considera este aviso como una advertencia de que hay muchas explicaciones y teorías que debo aclararte, pero de momento lo que debemos hablar en este instante es más importante.
—Por favor, dime.
—Pude apreciar que has soñado con un miembro del clan de los oscuros. Ya he sentido a ese individuo con el que soñaste y sé que está cerca, sin embargo, lo que ningún centinela ha percibido es su nombre.
—¿De qué hablas?
—Mentaste un nombre mientras dormías, haz un esfuerzo —al decir aquello recordé el nombre.
—Tristán Palacios —mi abuela cerró los ojos.
—Dos senderos conocidos y uno por conocer —manifestó entre susurros.
—No te entiendo, sé más clara.
—Si lo entiendes, solamente que te da miedo abrir esa puerta de tu mente. Victoria, poco a poco la mujer de tus sueños se irá manifestando con más fuerza, y recordarás por tu cuenta muchos pasajes y caminos transitados. Estefanía Álamo está curiosamente conectada con Victoria Montesinos, y su historia con estos dos hombres: Adrián y Arturo, que simbolizan el pasado, permanecen ocultos, ahora se les unirá el presente, esa parte que es realmente tuya y que se ha manifestado en tus sueños como Tristán; la diferencia es que él conocerá a Victoria y no a Estefanía.
—¡Esto terminará por matarme! ¿Por qué diablos tuve un sueño con él? Realmente no estoy interesado en ese nuevo anuncio.
—Ya veremos cuál será tu reacción cuando lo veas —su voz sonó como si estuviera insinuando algo.
—Hábleme sin tantos rodeos, abuela, porque en verdad estoy perdiendo la paciencia y no quiero que nadie más salga herido o muerto por mi culpa.
—Será necesario tomar algo más fuerte que una cerveza para esta conversación —me advirtió, y posteriormente fue por una bebida bastante humana: tequila.
Mi abuela tomó un limón y sal, lo picó y puso dos vasos frente a nosotras, luego lo sirvió y me lo dio.
—Vamos, hasta el fondo —me animó, yo la miré con ojos de sorpresa.
—Abuela, bebí muchas cervezas, no es bueno mezclar.
—Confía en mí y toma —. Agarré el pequeño vaso y me tomé todo el contenido, sentí cómo el alcohol quemaba mi garganta.
—Ahora escucha, quiero contarte lo poco que los centinelas saben de Tristán Palacios; te diré todo lo que ellos me han revelado —me quedé quieta y muy interesada por saber.
—Ese hombre que hasta ahora sé que se llama Tristán ha sido el único que ha sido convertido por Arturo Palacios. Arturo no quiso convertir a nadie previamente hasta que se sintió obligado por el odio. La leyenda cuenta que solo lo hizo hace siglos con su esposa Estefanía Álamo de palacios, condesa Dominé; luego mucho tiempo después sintió una especie de atracción hacia este joven, al parecer vio en Tristán el reflejo de su propio dolor y lo acogió como si fuera su propio hijo. Como verás sangre de Arturo corre por sus venas; entre los centinelas se dice que Arturo le heredó muchos dones poderosos, aunque el sol le molesta un poco, por eso a Tristán no se le ve mucho de día, sin embargo, no lo lastima, así que no hay que confiar.
—¡Vaya! Saben mucho de este oscuro, pero ¿Cómo, teniendo tanta información, no han podido percibir su nombre? —Ella esbozó una sonrisa.
—Son como los demonios, celosos con su identidad, de esta forma no podrás sacarlos del juego ni invocarlos. Los centinelas lo han estado observando, y el líder de los centinelas está muy interesado en él, dice que a pesar de ser un oscuro, ve redención en su alma y piensa que podría pasarse a nuestro bando.
—¿Cómo Arantxa?
—Me han explicado los centinelas que Arantxa solo paga una deuda que tiene con Estefanía en el pasado; deuda que no sé qué tiene que ver contigo. No obstante, ella, a pesar de ser una fugitiva y haber traicionado a los de su clan, ha dejado muy en claro que no abandonara su naturaleza maligna, por el contrario, Tristán puede ser el cambio.
—¿Cómo es él, abuela?
—Nunca lo he visto —aseguró, después le dio otro sorbo a su bebida—. Bueno, un poco —añadió y esbozó una sonrisa —solo lo he sentido, como la mayoría de las veces cuando siento a los otros. —Deseaba inquirir por el creador de mis delirios, pero mis labios se cerraron, mi abuela tocó mi rostro.
—No creo que él lo haya intuido. Hasta hace poco Adrián no estaba al tanto de tu existencia y de todo lo que conlleva, él vino a visitarme hace unos días, quería obtener información acerca de ti —esa revelación me llenó de ilusión, aun así, traté de disimularlo.
—Victoria, aún no es el momento de estar juntos… Tampoco está claro si esa unión es del agrado de todos.
—¡Por qué!—mi enfado saltó sin yo poderlo contener.
—No podría explicártelo con propiedad, solo sé que es complicado. Victoria, en la mayoría de las ocasiones seleccionamos lo que queremos y no lo que realmente necesitamos. Si lo analiza objetivamente, comprenderá que aquella mujer que se llamaba Estefanía es el pasado de Adrián, un pasado que todavía continúa más vivo que nunca y que se ha fusionado contigo en esta vida, pero eso no es una garantía, hija, de que él esté destinado para ti, de la misma manera en que tú lo deseas… —sus palabras me dolieron.
—¡Estoy cansada de que otros hablen en mi nombre! ¡Yo sé lo que siento!
—No deberías temer ni apurarte, lo que va a ser será —no pude evitar que mi tristeza volviera.
—Victoria, le prometí a tu madre que siempre estaría presente para ti en las buenas y en las malas, y aunque tú y yo no estábamos juntas físicamente, esa promesa quedó guardada, mi espíritu estaba ahí contigo. Sé que has tenido un sueño con Tristán, y aunque su rostro es borroso para ti, sientes su presencia muy marcada. Los centinelas han conseguido colocar una muralla energética en toda esta propiedad, pero tú puedes traspasarla si así lo deseas, no te vamos a detener. El principio fundamental de un centinela es aceptar las decisiones de los demás, no pueden cambiar el curso de las cosas, solo deben enfrentarlas cuando sea necesario y lidiar con las consecuencias.
—¿Por qué no pueden intervenir? ¡Tan débiles son!
—Los centinelas han ido evolucionando, sin embargo, con el paso del tiempo han comprendido que cuando intervienen para cambiar el destino de alguna cosa, el remedio ha resultado peor que la enfermedad.
—Adrián no volvió —manifesté con desilusión.
—Y no lo hará; de momento estará lejos y como te dije anteriormente, tú debes de probar tus límites —no pude evitar recordar aquel sueño pasado donde mi otra yo, la mala, mataba a Emily —agarre otro trago de tequila y me lo tome hasta el fondo.
—Debes correr el riesgo.
—Ese pasado siempre ha estado ahí, ¡Estefanía siempre me ha perseguido! A veces desearía eliminarla de mi mente —me quejé con energía.
—Vicky, tu vida trascenderá las limitaciones de tu ser, y debemos descubrir qué conexión tan grande es esa que las une a ambas —mi abuela tomó mis manos para darme apoyo —con cada paso que demos; cada error, dolor, y felicidad que experimentemos nos iluminará el camino, y tú debes hacerlo, así que no te lamentes. Tú debes atraer a Tristán, pero me he dado cuenta de que es rebelde; el líder de los centinelas quiere ver a través de él.
—¿Por qué yo?
—Lamentablemente, ese oscuro que se llama Arturo se ha conectado contigo, y Tristán a él.
—No entiendo eso, antes yo no sentía a ese tal Tristán.
—Es más difícil de lo que piensas —su mirada se derrumbó por las lágrimas, y en ese momento ante nosotras se materializó Nahethis, lo que indicaba que lo peor estaba por comenzar para mí.
Nahethis siempre había estado a mi lado, él me había dado de beber su sangre aquella noche sofocante donde soñé que asesinaba a Emily.
—Victoria —pronunció mi nombre mientras su imagen se fue humanizando, ocultando sus rasgos más dominantes y delatores, aunque seguía siendo hermoso, un bello ángel en todo su esplendor. El líder de los centinelas respondió mi pregunta de manera más concreta.
—Hasta ahora no lo habías sentido porque tus sentidos estaban adormecidos, y con los preparados y brebajes que te daba tu abuela podíamos controlarlo, pero por desgracia ya no está surtiendo efecto y tu naturaleza reclama su trono. Cada día más células de tu interior aparecerán para que puedas ver tu verdadero ser.
—No tengo motivos para acercarme a ese asesino, yo quiero tener contacto con Adrián —le dije sin tapujos. El rostro de Nahethis no mostró emoción alguna que dejara ver alguna reacción ante mis palabras.
—Mi hijo tiene muchas cosas que resolver y muchas ideas que pensar, no perturbes su paz —dijo silencio y el dolor en mi interior salió a mi defensa.
—Si eres tan poderoso, si eres un líder, ¿cómo es posible que tú mismo no puedas contactar con ese tal Tristán? —mi actitud era de total frustración y rabia ante aquel ser que era de otro mundo y al cual yo soñaba como mi futuro suegro. Él volvió a mostrar una gran calma y, tras un momento, respondió: —Tristán no me permitiría acercarme a él sin ponerse a la defensiva, y no quiero darle una impresión errónea.
—¿Será porque podrían herirlo? Tal vez solo se cuida —aquello que dije me sorprendió a mí misma, sentí compasión por un ser desconocido. Nahe y mi abuela se miraron.
—Él no se sentiría amenazado contigo —me aseguró.
—¿Mi madre era una guardiana como ustedes? ¿O experimentaron conmigo, como hizo Eleonor con Ethan? —Mi abuela puso cara de tristeza y miró a Nahe como suplicándole que tuviera tacto, pero él no le hizo caso.
—Por favor, tome asiento —me dijo y sirvió más licor—. Es hora de que cuente mis sospechas —mi abuela parecía estar a punto de desmayarse y yo comencé a temblar.
—No pensamos que hayas sido manipulada genéticamente como fue Ethan, creemos que Luthzer te engendró —las piernas comenzaron a debilitarse, mi mente se oscureció, Nahe fue rápidamente sobre mí para impedir mi caída. —¡Ustedes mienten! ¡Mi padre se llama Alberto!… Abuela dile… ¡No te quedes callada! —exclamé desesperadamente, no podía aceptar que el mal estuviera en mi sangre. —Victoria, tú tienes que ser fuerte. En tus venas también circula nuestra sangre —me recordó, dándome valor. —¡No entiendo nada! Ethan también tenía su herencia genética y lo dejaron morir, ¡No hicieron nada para salvarlo!, así haya sido manipulado genéticamente —sentía que estaba perdiendo la razón, un ataque de pánico se volvía dueño de mis actos. —Las cosas no son como las supones. —¿Entonces como son? Esto no tiene sentido para mí, ¡es una absoluta confusión sistemática! —Victoria cálmate —interfirió mi abuela. —No puedo ni quiero, siento como si me arrancaran el alma… ¿Mi madre era una centinela? —
Adrián. —Todo está ya decidido, y te prohíbo que intervengas —me advirtió mi padre. —¿Qué está tratando de decirme? —Por supuesto que estás comprendiendo esto. —¿Cuál será el resultado si no lo hago? ¿Y si mi deseo es enviarlo todo al infierno? —Me temo que no podemos vencer a Luthzer, y toda la espera habrá sido en vano —sus palabras me dejaron hundido en un incómodo silencio. —Esto nunca se ha tratado solo de ella, se trata de todos y de las mezclas que se han creado desde nuestra llegada a este mundo. Debemos proteger de los daños ocasionales y lidiar con las consecuencias. Piense con claridad, Adrián. —No pienso… —Su repentina intervención no me permitió terminar mi idea, interrumpiendo mi protesta. —Muchos vampiros han resurgido, pero, al igual que la nueva raza mixta que hemos generado, han estado manifestando diferentes mutaciones con inclinaciones hacia el bien y el mal. En la oscuridad también han existido ciertos comportamientos que Luthzer no ha tolerado en ab
Las piezas ya habían sido dispuestas en su sitio, encajaban a la perfección, y revelaban lo que realmente soy. Ahora que lo sé, no sé qué es peor: si continuar con la incredulidad en la que me mantenían o seguir adelante aceptando y enfrentando la maldición que corre por mi sangre. Finalmente, lo entendía todo, después de mucho tiempo comprendía qué significan mis sueños, de dónde proceden y por qué todo es como es. —Ya soy una mujer y no tengo miedo de conocerme a mí misma. En poco tiempo había aprendido mucho sobre mí. Cosas que antes ni siquiera sabía… En ese instante no pude evitar recordar las palabras de la Pitonisa: Llevo en mí la sangre oscura, soy la daga que el enemigo usa contra sus adversarios, fui creada como señuelo y para iniciar la guerra entre los dos bandos. Cerré los ojos y reflexioné minuciosamente sobre esas afirmaciones, decidí que yo no era eso que aseguraban. —Me encuentro aquí, pero siempre llego tarde al enfrentamiento… —. Yo portaba la sangre maldita
Subí a mi antigua habitación, mi padre la había reformado y en verdad lucía encantadora. Lo que más me había gustado de ella siempre fue la ventana con balcón que daba al jardín, así que corrí a abrirla y me asomé para contemplar el jardín. Ethan volvió a mi mente y sus recuerdos eran parte de mi vida, no quería que se perdieran. —Vicky, deberías descansar, te notificaré cuando esté listo la comida, tengo planeado un almuerzo agradable para dos aquí en la casa. —Está bien —asentí. Mientras mi padre se giraba para salir lo detuve nuevamente. —Papá, obtuve mi licencia de conducir en Canadá —le dije. —Si ya estoy al tanto de que posees una licencia y puedes manejar por un tiempo en el país, también puedes utilizar cualquiera de mis vehículos, pero sería mejor que tramitáramos la licencia local cuanto antes. —¿Podría prestárseme uno de los vehículos para dar una vuelta? ¿Sería muy arriesgado? —¿Hoy? —Su voz sonó confusa. —Si no hay problema —puse cara de niña inocente. —Vic
Londres, 30 de octubre de 1945. Me embriagaba el dolor de no querer aceptar lo que yo ahora era. Arturo me había convertido en un demonio, en un ser repudiable y sin ningún tipo de escrúpulos. Era como si siempre supiera lo que iba a hacer, y hubiera dispuesto la muerte de mi espíritu de tal forma que se produjera en mi presencia, en medio de todos esos crímenes y horrores ajenos que le eran cercanos. Podría haber percibido de antemano el peligro de mi estado y se había privado de esa recompensa esperada: su confianza en mí antes de la muerte aparente, sabiendo que yo me rompería fácilmente. Le agarré con firmeza del brazo y grité, a pesar de mí mismo, para demostrar mi fuerza, llevándole al límite. —«¡Basta ya!» —exclamó, lanzándome al suelo. Caminó hacia la ventana donde se veía una impresionante luna llena. Mientras me daba la espalda, manifestó: —Quizá no sea realmente la sorpresa lo que divide a los humanos entre sí, querido David; es la impresión que siente quien est
Un perfume exquisito fue penetrando en la alcoba, no podía ver debido a la cinta que habían puesto sobre mis ojos. Algo nuevo le estaba ocurriendo a mi cuerpo, no solo se sentía diferente, también lo eran mis sentidos; estos se habían vuelto más atinados. Aquella mujer que había entrado en el cuarto olía a miedo, su corazón latía vertiginosamente. Aquellas sensaciones que sucumbían de ella lograron una alquimia salvaje en mí, y sin poder comprender mi nuevo sentir, me dirigí a ella a través de mi olfato, y en acto seguido me arranqué el vendaje. Me molestaba la luz de las lámparas, pero tanto fue el frenesí que me causó el cuerpo de aquella mujer que no me importó, hasta que poco a poco aquella molestia menguó. La muchacha era hermosa, tenía el cabello largo y rubio como el oro, en sus ojos pude leer toda la inocencia de quien no sabe a qué se enfrenta, tenía 19 años, y era poseedora de un cuerpo sensual y voluptuoso. No podía cesar de mirarla, era como si por primera vez en mi vi
Victoria. Ya nos encontrábamos en las proximidades de la propiedad de los Palacios. Alexandra permanecía callada, no aprobaba mi locura de querer profanar aquel lugar donde se albergaban tantas historias de asesinatos, sin embargo, ignoré esa negativa de su parte. Apagué el motor del vehículo, tomé el pequeño bolso y procedí a bajarme. Alexandra miró mi bolso con curiosidad, su rostro aún mostraba molestia. Continué ignorándola mientras sus ojos me seguían a través del vidrio del vehículo. Fui hacia ella haciéndole señas para que me siguiera, pero no se dejaba convencer. No me rendí, le insistí tanto que, finalmente, accedió a salir a regañadientes, echando miradas temerosas por todos los rincones de la finca. —Victoria, todavía tenemos tiempo de abandonar el plan, si accedí a seguir adelante fue porque las perras de las gemelas me tentaron, pero ya se me ha pasado la rabia, y mi idea era estacionarme lo más lejos posible de este castillo, no tan cerca. —Su voz parecía casi supli
—¿Quién es usted? ¿El propietario? —Mis palabras sonaron ahogadas casi sin fuerza, era como si no pudiera respirar aquel aroma, me asfixiaba y me enloquecía. ¿¡Sería posible que todas las historias acerca del castillo fueran ciertas!? A continuación, volvieron los recuerdos de aquellos oscuros, especialmente del que llamaban Leo. Este ser, oscuro o lo que diablos fuera, tenía una forma de hacer cosas muy distintas a las de los demás oscuros. ¿Tan poderosos eran que mis rabihats no se manifestaban? Analicé, muerta de miedo y llena de atracción por esa cosa que aún no se presentaba, y como respuesta de su parte, obtuve: —¡Estás ardiendo! —. Su risa era desagradable. Tomé la linterna y alumbré, se me puso la sangre fría cuando observé que no había nadie, el lugar estaba desierto; solamente estábamos los árboles y yo, nuevamente mi garganta articuló un gruñido. Intercepté su movimiento ligero y, al igual que una espada filosa cortando el viento, giré rápidamente y con éxito pude alumbrar