—No estoy segura de que seas un fantasma —susurré sin sentir empatía por toda la historia que me contaban. Tristán Palacios podía ser el inocente con quien le diera la gana, o mantenerme sumisa con lo que sea que me hubiera raseado, pero estaba segura de algo: él era un convertido por Arturo y nada bueno auguraba. —En ese caso, dejemos el interrogatorio… o yo también debería preguntarte: cómo te moviste tan rápido, de tus sentidos agudos, al igual que tu gruñido extraño de advertencia; eso deberías explicármelo también —. Me quedé absorta y callada, él lo había oído, y era más que probable que lo hiciera, frente a mí no estaba un ser humano, sino un oscuro. Disimuladamente miré a Tristán. No podía comprender por qué el aroma que despedía su piel me producía enloquecimientos. Examiné mejor su físico, bajó la claridad de las luces, su cabello era de color cobrizo, lo usaba largo hasta la altura de su cuello y de rostro afilado. Sus ojos verdes parecían pasar a quien viera. Su mandí
Adrián. Los centinelas se habían reunido, la situación con los oscuros se había vuelto cada vez más crítica. La situación parecía haber alcanzado su punto álgido con la creación de nuevos contaminados humanos que estaban ocupados en altos cargos políticos de todo el mundo. —Hoy nos enfrentamos a la eficacia global de la contaminación de la dimensión humana. Se crearon nuevos elementos para que la contaminación llegue al nivel más alto imaginable. Las señales de Luthzer son cada vez más fuertes, lo he estado experimentando con mayor intensidad; mi debilidad se ha vuelto más acentuada —remarcó Alyan, y era cierto, cada vez se le notaba muy debilitado. Luthzer lo estaba demandando, la maldición que había lanzado sobre él estaba ganando terreno, debilitándolo. Los pocos vestigios que quedaban de su luz estaban siendo agotados y succionados por la poderosa maldición que surgía del alma oscura de Luthzer. Su poder divino se desvanecía, la maldición lo invadía y perdía terreno. —Alyan
—¡Todo es mentira! Ni tú ni nadie me indicarán qué hacer o sentir. Yo soy de Adrián y él es mío. Sí, quieres decirme que lo que siento por él está mal, entonces tendrás que inventar algo mejor que eso porque no hay ninguna otra razón o causa por la que no debamos estar juntos. —Después de decir esas palabras salí corriendo de la habitación. —¡Victoria detente! ¿A dónde vas? —¡A mi verdadero hogar! —grité mientras veía en mi mente los recuerdos de Estefanía en la hacienda los Álamos. Alexandra oyó los gritos de mi expresión y salió a encontrarme. —¿Qué pasa? —me preguntó preocupada, no le contesté hasta que me sostuvo por un brazo. —Me quiero ir… Siento haber insistido en que fueras conmigo a la propiedad de los Palacios, pero nunca haría nada que te causará daño. —Si mi abuela te regaño, no prestes atención, solo ignórala. —Hay circunstancias que no pueden ser ignoradas —hice silencio, un nudo en la garganta se había posesionado de mis cuerdas vocales. —Las palabras pueden dole
Agnes se había marchado dejándome sola con Adrián, se le percibía que sabía de mi historia, sus ojos me lo confirmaban. Sentí el calor en mi corazón que latía con fuerza, mis ojos se colgaban de su esbelta figura mientras él avanzaba hacia mí. Reconocerlo de nuevo fue como una revelación, una verdad que ya había advertido de antemano, en ese momento supe y reafirmé que podía sentir atracción por otros hombres, pero nunca amar a ninguno tanto como lo amaba a él. —Adrián —logré decir su nombre con voz apenas audible, él me contemplaba con quietud sin parpadear, como si estuviese en estado de sobresalto, sin embargo, la euforia que se apoderó de mí fue tan intensa que sin importarme su silencio ante mi reacción me abalancé sobre él para abrazarlo. Mi ímpetu no consiguió arrancar nada de aquel semblante frío y distante, aunque estaba tan cerca; por un momento volví a hundirme en la confusión. Al percibir su desapego, me aparté con vergüenza. No entendía por qué actuaba de esa maner
—Por favor, déjame continuar.—Una vez más quedé en silencio. —Victoria, en este preciso momento, mis palabras y los conceptos que tenía de la vida se han derrumbado. La última perspectiva que he observado en este momento me ha dejado paralizado. Me acercas de nuevo a sentimientos que se fueron hace tanto tiempo. Me entregué a los brazos de las fuerzas oscuras, encontré la posibilidad de alcanzar un nivel más elevado en mi cuerpo. Sin embargo, hoy todo se derrumba y la vida me enseña que nadie puede permanecer en el fuego sin quemarse. Con solo verte, me consumes y me quemas. No puedo evitar enamorarme de ti como un niño que ve la luz al final del túnel. Me haces revivir emociones que creía muertas en mí. —Sus últimas palabras encendieron una llama en mi interior que comenzó a arder en mis entrañas. Yo comprendía fielmente el significado de esas palabras. Tenía su fuego frente a mí y yo rogaba por ser consumida en sus llamas. — Me quedé callada, realmente necesitaba oírlo y aplacar m
—Por favor déjame continuar —me pidió. Una vez más quedé en silencio. —Victoria, en este momento, mis palabras y conceptos de la vida se han desplomado, mis esfuerzos han quedado arrasados. Esta última perspectiva que ahora contemplo me ha dejado paralizado. Me has acercado de nuevo a los sentimientos que se fueron hace tanto tiempo. Me entregué a los fuegos más oscuros y encontré el camino para ser más fuerte y llegar más alto. No obstante, hoy todo se derrumba y la vida me enseña que nadie puede permanecer en el fuego sin consumirse… Con la simple contemplación de tu persona, me consumes y me quemas. No puedo evitar enamorarme de ti, como un infante atemorizado que experimenta calor al final del túnel. Entras en mí y me permites experimentar las emociones que nadie conocía que existían en mí. —Su última palabra empezó a arder en mis entrañas, yo entendía fielmente el significado de esas palabras, frente a mí tenía su fuego y rogaba por ser consumida en sus llamas. Permanecí en silen
—Adrián, ¿estás en el invernadero? —preguntó una voz femenina desde afuera. Adrián volvió en sí y le respondió con rapidez, tratando de que su voz sonase lo más convincente posible. —Sí Romina… —Al oír aquel nombre, mi ira se encendió. Adrián me observó atentamente, una vez más su mirada se había vuelto fría. Adrián siguió tapando su muñeca, sus labios permanecían tensos en una mueca inexpresiva; ninguno de los dos hablaba, solo nos encontramos mirando fijamente, pero la angustia que transmitía su mirada me dejaba desbastada. —¿Por qué tardas tanto tiempo, amor? ¿Sucede algo? —dijo la mujer ya dentro del recinto, Adrián giró fugazmente a mirarla con ojos de advertencia. —«¡Amor, por qué tardas!» —respondí con celos que me costaba ostentar, era la ironía única que me costaba lograr; Romina era la persona extraña que no estaba invitada. Adrián se situó velozmente a mi lado con gestos protectores. Romina al verme, la expresión facial le cambió. La mujer de mirada intensa que acab
Adrián —“Esto será un hecho inevitable”, fue el primer indicio que me hizo sentir al observar la enorme equimosis que cubría parte de los pechos de Victoria. En verdad, Romina había ejecutado toda su ira hacia ella. La presencia de tal elemento se propagaba por su organismo, además de sus quejidos. Mientras la mente se llenaba de confusión, mis manos se sujetaban con temor por el exasperante rostro de Victoria. —No debes permitir que ella muera ¡Te lo advertí! —aseveró la voz de mi padre materializándose en mi mente —. Si eso ocurre, entonces todo lo humano que le queda desaparecerá y otro ser renacerá. ¡Y eso se debe evitar a toda costa! —¡No lo voy a permitir! —. Me levanté y con cautela sujeté las palmas de mi mano sobre su pecho, intentando absorber toda la carga que Romina había acumulado en ella —¡Maldición, esto no debió haber sido así! Yo soy el responsable, no debí haberla expuesto. ¡Soy un imbécil! Debí permitirle que se marchara —me quejé mientras continuaba extrayendo