—Adrián, ¿estás en el invernadero? —preguntó una voz femenina desde afuera. Adrián volvió en sí y le respondió con rapidez, tratando de que su voz sonase lo más convincente posible. —Sí Romina… —Al oír aquel nombre, mi ira se encendió. Adrián me observó atentamente, una vez más su mirada se había vuelto fría. Adrián siguió tapando su muñeca, sus labios permanecían tensos en una mueca inexpresiva; ninguno de los dos hablaba, solo nos encontramos mirando fijamente, pero la angustia que transmitía su mirada me dejaba desbastada. —¿Por qué tardas tanto tiempo, amor? ¿Sucede algo? —dijo la mujer ya dentro del recinto, Adrián giró fugazmente a mirarla con ojos de advertencia. —«¡Amor, por qué tardas!» —respondí con celos que me costaba ostentar, era la ironía única que me costaba lograr; Romina era la persona extraña que no estaba invitada. Adrián se situó velozmente a mi lado con gestos protectores. Romina al verme, la expresión facial le cambió. La mujer de mirada intensa que acab
Adrián —“Esto será un hecho inevitable”, fue el primer indicio que me hizo sentir al observar la enorme equimosis que cubría parte de los pechos de Victoria. En verdad, Romina había ejecutado toda su ira hacia ella. La presencia de tal elemento se propagaba por su organismo, además de sus quejidos. Mientras la mente se llenaba de confusión, mis manos se sujetaban con temor por el exasperante rostro de Victoria. —No debes permitir que ella muera ¡Te lo advertí! —aseveró la voz de mi padre materializándose en mi mente —. Si eso ocurre, entonces todo lo humano que le queda desaparecerá y otro ser renacerá. ¡Y eso se debe evitar a toda costa! —¡No lo voy a permitir! —. Me levanté y con cautela sujeté las palmas de mi mano sobre su pecho, intentando absorber toda la carga que Romina había acumulado en ella —¡Maldición, esto no debió haber sido así! Yo soy el responsable, no debí haberla expuesto. ¡Soy un imbécil! Debí permitirle que se marchara —me quejé mientras continuaba extrayendo
La ansiedad de Victoria se había calmado, pero mi ansiedad se había incrementado cada vez más. Solo verla dormida junto a mi pecho abrazado usando mi camisa era una visión demasiado irreal para mis ojos, quería abrazarla y amarrarla a mi cuerpo. Habían transcurrido tantos siglos que no experimentaba esta constante emisión. Victoria me producía lo mismo que Estefanía había despertado en mí. No sabía si ella era una trampa o el inicio de mi destrucción. No me importaba si la vida era mi precio a pagar para poder tenerla, de ser cierto, entonces yo había firmado una sentencia de entregarla con gusto. Entrelacé mis dedos en su brillante melena negra, Victoria suspiró ligeramente, dormía tan tranquila en mis brazos; su asombrosa belleza etérea me dejaba sin respiración. Continué mirándola hipnotizado, diciéndome una y otra vez que ella era diferente, podía sentirlo y ver cómo irradiaba luz de su interior. Victoria abrió sus ojos, al verme despierto, contemplándola como un poseído sonrío.
(Algunos despertares duelen)Victoria Una vez más me había otorgado a mi silencio y a mi agonía, y aún experimentaba el dolor que no me era desconocido. Este dolor se asemeja a un cáncer que se propagaba y terminaba con mi paz. Tomé mi sabana y me arropé completamente, experimentando un intenso frío. Sin embargo, a pesar de las frazadas que me echaba encima, el frío no desaparecía, sino que se intensificaba hasta el punto de sentir escalofrío en los huesos. Me puse en posición fetal y sujeté mis manos entre mis muslos con la intención de calentarlas, pero no ocurrió, ellas permanecían heladas. En un instante, dejé volar la imaginación, consciente de que mis manos al tocar algún objeto podrían transformarlo en hielo y luego, con un solo golpe, lo pulverizaría. Esta idea pretendía imitar la imagen antagónica de Adrián, tocarlo, solidificarlo, convertirlo en hielo con mis dedos gélidos y golpearlo con el fin de que se vuelva agua, sin embargo, esto era solo un deseo de mi mente. Me
El trayecto hasta la residencia de mi abuela resultó sumamente arduo, al estacionar, la primera persona que arribó a recibirme fue Alexandra, quien no se aguardó para reclamarme el motivo por el cual no deseaba atender sus llamadas. —¡Odio cuando te pones en ese plan! —la miré sin ganas y no dije nada en cuanto a sus quejas. —Entremos si —le solicité, ella no objetó. Le pedí la bendición a mi abuela cuando estuve en la casa. Ella me besó sin mirarme a la cara, estaba concentrada en unas plantas a las que le sacaba el zumo. —Te voy a ayudar como te lo prometí —le recordé, una sonrisa le giró los labios.—Con esos ánimos, no pienso que me seas de gran ayuda. Victoria: Nadie puede alejarse de lo que le toca, el dolor purifica el alma, lo que no mata te fortalece —sus palabras me irritaron hasta el punto de ponerme grosera. ¡Acaso yo no tenía derecho de alejarme de mi dolor!—¿Entonces qué hago? ¡Me quedo como un idiota dejándome caer por mi agonía! ¿Acaso no eres tú quien siempre me
Me encaminaré hacia mi auto, con la intención de usarlo, pero Tristán tenía otros planes en mente, no había notado que tenía aparcada una moto negra frente a la puerta de la casa. Se dirigió directamente a ella sin siquiera preguntarme si quería embarcarme en moto o en coche; ya encima de su máquina me observó y, golpeando la parte trasera de su motocicleta, me invitó a subir.—“¡Estás loco!” —exclamé en mi mente; él leyó mis pensamientos y esbozó una sonrisa lobuna. No me subí sin antes preguntarle a dónde nos dirigiríamos.—¿Desea conocer toda la hacienda, verdad?—Ya lo hice —le recordé.—No te acerques ni a la cuarta parte de la propiedad, es más, te prometí esa noche que esa no sería la única visita, por eso he venido por ti en la claridad del día. ¿O te da miedo? ¿Consideras que podrías ser una víctima de los demonios Palacios? —A pesar de que él lo expresaba con tono de broma, tenía conocimiento de que si eran demonios… Demonios al igual que yo.—Si lo recuerdo, y no tengo mie
No puedo describir con palabras simples qué parte de aquellas ondulantes llanuras era más impresionante; los jardines, las plantaciones y las arquitecturas antiguas que se mezclaban con el mundo moderno eran asombrosas. Cada detalle que observaba era hermoso; los jardines al estilo palaciego eran tan elaborados y hermosos que parecía que viajaba en un cuento de hadas. En ese punto la hacienda “Los Álamos” llegó a mis recuerdos, no pude reprimir las comparaciones entre ambas estructuras. La residencia de la antigua familia Álamo también era asombrosa, aunque en la noche solo vi algunos elementos. Habíamos detenido la cabalgata en una zona de la hacienda donde había unos viñedos; otro de los empleados que trabajaban en la propiedad se acercó a tomar los caballos sin ver ni siquiera el rostro de Tristán.—Caminemos —me pidió. Nos adentramos más en los viñeros, Tristán me dirigió hacía una de las bodegas. Al entrar, otros empleados de la hacienda expresaron su respeto; una vez más adv
—Entonces de verdad lees mentes. —Un poco —respondió, entretanto el vino me daba el valor para arrancarle la careta. —No quiero hablar del tema; dejé de ser buena para esto… y siento que esto no nos conviene a ninguno de los dos…—Tristán cortó mis argumentos. —Ni se te ocurra darme un sermón porque no me interesan tus razones. Volvería a buscarte aunque supiera que eres una cruel asesina. Déjame sacarte esas excusas de la cabeza porque sé que sabes ser amable… puedo olerlo y sentirlo. Así que aléjate de las excusas y sé la persona que estás destinada a ser. —No soy buena compañía, nací con una maldición que todo lo que tocó lo pudro —Tristán soltó una carcajada estruendosa. —Relájate, no sabes de lo que estás hablando. Al final no va a ser para tanto… Tu drama sobra —sonrío con un dejo de tristeza, dejándome ver apenas un poco de su alma —. Victoria, ¿me creerías si te dijera que estoy aquí, frente a ti, porque mi salvación depende de ti? Y aunque sé cuánto odias esto y te sientes