AlbertoEl trabajo me había consumido por completo en los últimos días, hasta el punto de no dejarme espacio para pensar en mi vida personal… ni en la mujer que últimamente se había instalado en mi mente sin permiso.—Cuando morimos, no nos llevamos nada material, solo lo vivido… —reflexioné en voz baja mientras me asomaba por la ventana.Aquella noche se sentía distinta. No sabría explicar por qué, pero algo en el aire había cambiado. Incluso el viento parecía soplar con una cadencia diferente.—Debe ser el estrés… —me dije, intentando racionalizar la sensación.Suspiré y dejé que mi mente viajara a un pensamiento más placentero.—Rebeca…Su nombre escapó de mis labios como un susurro. Me dirigí a la mesa de licores, serví un vaso de whisky y me acomodé en el sofá de la biblioteca. Me descalcé, desabotoné un poco la camisa y, con el control en mano, encendí el reproductor de música. Las suaves melodías clásicas llenaron la habitación, envolviéndome en una burbuja de tranquilidad. Por
Todo sucedió tan rápido que apenas mis ojos lograron captar cómo aquel hombre se lanzó sobre una de esas criaturas. Con un cuchillo que sacó ágilmente de su chaqueta, le cortó el cuello de un solo movimiento. Cristian no se quedó atrás; había saltado desde el piso donde estábamos hasta la sala, atrapando a otra de esas bestias, de cuya espalda comenzaban a brotar espinas. Con la destreza de un acróbata, ejecutó una serie de piruetas y, en un instante, de la punta de su bota emergió un afilado cuchillo, con el que degolló a su oponente.—¡Malditas bestias! —bramó el hombre desconocido, aun con la respiración agitada.—Ese era el último, pero cada vez somos más eficientes en eliminarlos —comentó Cristian con una sonrisa triunfal.—¡¿Acaso estoy en el set de una maldita película de ciencia ficción?! —exclamé, todavía incrédulo, ante lo que acababa de presenciar.—Adrián, entiéndete con tu suegro —se burló Cristian.—¿Adrián? ¿Suegro? —Repetí con desconcierto, tratando de calmarme. Entonc
Adrián.Apenas llegué al refugio, tomé el dibujo que Victoria había hecho y lo contemplé. Había captado cada detalle de mi rostro con una precisión asombrosa. No pude evitar que una calidez inesperada me envolviera. Realmente, yo le importaba.—He encontrado el amor nuevamente, después de siglos de agonía… Victoria, lo que daría porque en este instante mordieras mis labios y bebieras mi calor —murmuré, dejando que mis pensamientos tomaran voz.Mi deseo por ella se volvía más profundo con cada segundo. Supe en ese instante que no podía quedarme de brazos cruzados mientras los oscuros seguían ganando terreno. Ya no solo Arturo y su aquelarre iban tras Victoria; ahora, Tristán también se había sumado a la cacería.—Esta vez, no permitiré que me arrebaten a la mujer que quiero a mi lado —me juré a mí mismo. Seguidamente, extendí la mano y tomé un vaso de agua. El enfrentamiento con los sabuesos de los oscuros me había dejado sediento.—Veo que estás haciendo tus propias investigaciones —d
Leí esas líneas una y otra vez, intentando descifrar el significado oculto tras ellas. Algo me decía que contenían más de lo que parecía a simple vista.—No puede ser… —susurré al terminar de leer el pequeño párrafo. Entonces supe, con certeza, que esa “Joven de las rosas”, como la llamaba Ángela, era Estefanía—. Así que no solo te aparecías en los sueños de Victoria, también lo hacías con su madre… Pero ¿por qué?No perdí tiempo y continué leyendo:Hoy nos entregaron los exámenes de Alberto. Me partió el corazón saber que los resultados no fueron favorables. Aunque deseo fervientemente ser madre, la infertilidad de mi esposo no será motivo de alejamiento entre nosotros. Todo lo contrario: este obstáculo solo fortalece nuestro amor.—Eras una buena mujer, Ángela… No merecías morir de la forma en que moriste —murmuré, cerrando los ojos mientras pensaba en Victoria y en el dolor con el que había crecido, sintiéndose culpable por la muerte de su madre.Seguí pasando las hojas del diario
12 de junio de 1997Creí que regresar a mi tierra me daría paz, pero me equivoqué. Las alucinaciones han empeorado. En cada sombra, en cada reflejo, veo el rostro del doctor O’Sullivan suplicándome que vuelva.Alberto me llevó con un ginecólogo de confianza, un amigo suyo de la infancia, lo que al menos me hizo sentir un poco más segura. El doctor Gustavo Bustamante me examinó minuciosamente y aseguró que el procedimiento había sido un éxito. Pero su expresión cambió cuando le mencionamos la fecha de gestación.—Debe haber un error —dijo con el ceño fruncido—. El feto que veo en pantalla no corresponde a once semanas. Por sus características, diría que tiene al menos catorce. Es decir, no llevas tres meses de embarazo… sino casi cinco.La noticia nos golpeó como un mazazo. ¿Cómo era posible? El procedimiento se realizó el 26 de marzo. Las fechas no cuadraban. Alberto estalló en furia. Habló de demandar a O’Sullivan, de exigir respuestas. Incluso me pidió que terminara el embarazo. Per
VictoriaEran las nueve de la mañana cuando partí de casa de mi abuela con Abby. No quería dejar a Tristán en el santuario, pero Yahadet y Bacco insistieron en que lo harían por mí. Me dieron su palabra de protegerlo de los oscuros y reforzar la seguridad de su apartamento con sus rituales, asegurando que ningún oscuro pudiera entrar. Sabía que no mentían, pero algo dentro de mí me decía que algo no iba bien.—¿Tristán y tú ya son novios? —La pregunta de Abby me sacó de mi ensimismamiento.—Sí, he decidido darle una oportunidad.Abby sonrió.—¿Qué te causa tanta gracia? —pregunté, notando su expresión divertida.Mantenía la vista en la carretera, con una mano en el volante.—Solo pensaba que, gracias a Dios, soy yo quien está manejando. En el estado en el que te encuentras, serías capaz de atropellar a cualquier inocente.—No exageres, Abby.—No exagero, Vicky. Pero bueno, dejando las bromas… dime, ¿no te parece injusto usar a Tristán como un muro de contención?Fruncí el ceño.—No lo
Adrián.Tenemos una conversación pendiente, dijo Romina en cuanto me vio salir de la habitación donde mantenían recluido a Alyan.—No estoy de humor para esto —respondí, intentando contener la poca paciencia que aún me quedaba.Romina sonrió, pero en su gesto había más tristeza que ironía.—Claro, no estás de humor… porque yo no soy ella.—Romina… —murmuré, tomando aire antes de continuar—. No sé si te has dado cuenta, pero detrás de esa puerta está Alyan, luchando contra el veneno que Luthzer le inyectó.—¡Por supuesto que lo noté! —exclamó, con la voz quebrada—. Y más aún cuando Alyan ha sido tan bueno conmigo. Pero eso no cambia nada, Adrián. No puedo seguir callando lo que siento. ¡Estoy herida! ¿Cómo te atreves a poner a esa maldita oscura por encima de mí?Su voz se alzó en un grito desesperado. La tomé del brazo y la alejé de la habitación donde Alyan agonizaba.—Voy a recordarte por última vez lo que siempre te dije: fui sincero contigo desde el principio. Aun así, elegiste co
Victoria.Mi padre había mejorado notablemente, lo que me brindó un respiro. Necesitaba tranquilidad para concentrarme y proteger la casa. Agnes y Abby me ayudaban a sellar la propiedad para impedir la entrada de cualquier otra sombra oscura.—Voy por un poco de limonada, muero de sed —anunció Abby—. ¿Quieren un poco?Asentimos. Cuando se marchó, Agnes percibió mi inquietud.—¿Quieres preguntarme algo?—¿Es tan evidente? —Intenté sonreír, pero ella solo arqueó una ceja con complicidad.—Digamos que disimular no es tu fuerte. Pregunta, sé que quieres saber de Adrián.Suspiré, sintiéndome expuesta.—No puedo negarlo. Soy una cobarde… Prometimos darnos un tiempo, alejarnos, pero me es tan difícil. Agnes, necesito saber de él.—Tranquila, está bien.—¿Y Romina? ¿Ella sigue con él? —Mi propia voz tembló al pronunciar su nombre.—No voy a mentirte. Ella sigue luchando por recuperarlo.Los celos me consumieron. Era injusto que ella ignorara todas las barreras mientras yo debía respetar la ab