Agnes se había marchado dejándome sola con Adrián, se le percibía que sabía de mi historia, sus ojos me lo confirmaban. Sentí el calor en mi corazón que latía con fuerza, mis ojos se colgaban de su esbelta figura mientras él avanzaba hacia mí. Reconocerlo de nuevo fue como una revelación, una verdad que ya había advertido de antemano, en ese momento supe y reafirmé que podía sentir atracción por otros hombres, pero nunca amar a ninguno tanto como lo amaba a él. —Adrián —logré decir su nombre con voz apenas audible, él me contemplaba con quietud sin parpadear, como si estuviese en estado de sobresalto, sin embargo, la euforia que se apoderó de mí fue tan intensa que sin importarme su silencio ante mi reacción me abalancé sobre él para abrazarlo. Mi ímpetu no consiguió arrancar nada de aquel semblante frío y distante, aunque estaba tan cerca; por un momento volví a hundirme en la confusión. Al percibir su desapego, me aparté con vergüenza. No entendía por qué actuaba de esa maner
—Por favor, déjame continuar.—Una vez más quedé en silencio. —Victoria, en este preciso momento, mis palabras y los conceptos que tenía de la vida se han derrumbado. La última perspectiva que he observado en este momento me ha dejado paralizado. Me acercas de nuevo a sentimientos que se fueron hace tanto tiempo. Me entregué a los brazos de las fuerzas oscuras, encontré la posibilidad de alcanzar un nivel más elevado en mi cuerpo. Sin embargo, hoy todo se derrumba y la vida me enseña que nadie puede permanecer en el fuego sin quemarse. Con solo verte, me consumes y me quemas. No puedo evitar enamorarme de ti como un niño que ve la luz al final del túnel. Me haces revivir emociones que creía muertas en mí. —Sus últimas palabras encendieron una llama en mi interior que comenzó a arder en mis entrañas. Yo comprendía fielmente el significado de esas palabras. Tenía su fuego frente a mí y yo rogaba por ser consumida en sus llamas. — Me quedé callada, realmente necesitaba oírlo y aplacar m
—Por favor déjame continuar —me pidió. Una vez más quedé en silencio. —Victoria, en este momento, mis palabras y conceptos de la vida se han desplomado, mis esfuerzos han quedado arrasados. Esta última perspectiva que ahora contemplo me ha dejado paralizado. Me has acercado de nuevo a los sentimientos que se fueron hace tanto tiempo. Me entregué a los fuegos más oscuros y encontré el camino para ser más fuerte y llegar más alto. No obstante, hoy todo se derrumba y la vida me enseña que nadie puede permanecer en el fuego sin consumirse… Con la simple contemplación de tu persona, me consumes y me quemas. No puedo evitar enamorarme de ti, como un infante atemorizado que experimenta calor al final del túnel. Entras en mí y me permites experimentar las emociones que nadie conocía que existían en mí. —Su última palabra empezó a arder en mis entrañas, yo entendía fielmente el significado de esas palabras, frente a mí tenía su fuego y rogaba por ser consumida en sus llamas. Permanecí en silen
—Adrián, ¿estás en el invernadero? —preguntó una voz femenina desde afuera. Adrián volvió en sí y le respondió con rapidez, tratando de que su voz sonase lo más convincente posible. —Sí Romina… —Al oír aquel nombre, mi ira se encendió. Adrián me observó atentamente, una vez más su mirada se había vuelto fría. Adrián siguió tapando su muñeca, sus labios permanecían tensos en una mueca inexpresiva; ninguno de los dos hablaba, solo nos encontramos mirando fijamente, pero la angustia que transmitía su mirada me dejaba desbastada. —¿Por qué tardas tanto tiempo, amor? ¿Sucede algo? —dijo la mujer ya dentro del recinto, Adrián giró fugazmente a mirarla con ojos de advertencia. —«¡Amor, por qué tardas!» —respondí con celos que me costaba ostentar, era la ironía única que me costaba lograr; Romina era la persona extraña que no estaba invitada. Adrián se situó velozmente a mi lado con gestos protectores. Romina al verme, la expresión facial le cambió. La mujer de mirada intensa que acab
Adrián —“Esto será un hecho inevitable”, fue el primer indicio que me hizo sentir al observar la enorme equimosis que cubría parte de los pechos de Victoria. En verdad, Romina había ejecutado toda su ira hacia ella. La presencia de tal elemento se propagaba por su organismo, además de sus quejidos. Mientras la mente se llenaba de confusión, mis manos se sujetaban con temor por el exasperante rostro de Victoria. —No debes permitir que ella muera ¡Te lo advertí! —aseveró la voz de mi padre materializándose en mi mente —. Si eso ocurre, entonces todo lo humano que le queda desaparecerá y otro ser renacerá. ¡Y eso se debe evitar a toda costa! —¡No lo voy a permitir! —. Me levanté y con cautela sujeté las palmas de mi mano sobre su pecho, intentando absorber toda la carga que Romina había acumulado en ella —¡Maldición, esto no debió haber sido así! Yo soy el responsable, no debí haberla expuesto. ¡Soy un imbécil! Debí permitirle que se marchara —me quejé mientras continuaba extrayendo
La ansiedad de Victoria se había calmado, pero mi ansiedad se había incrementado cada vez más. Solo verla dormida junto a mi pecho abrazado usando mi camisa era una visión demasiado irreal para mis ojos, quería abrazarla y amarrarla a mi cuerpo. Habían transcurrido tantos siglos que no experimentaba esta constante emisión. Victoria me producía lo mismo que Estefanía había despertado en mí. No sabía si ella era una trampa o el inicio de mi destrucción. No me importaba si la vida era mi precio a pagar para poder tenerla, de ser cierto, entonces yo había firmado una sentencia de entregarla con gusto. Entrelacé mis dedos en su brillante melena negra, Victoria suspiró ligeramente, dormía tan tranquila en mis brazos; su asombrosa belleza etérea me dejaba sin respiración. Continué mirándola hipnotizado, diciéndome una y otra vez que ella era diferente, podía sentirlo y ver cómo irradiaba luz de su interior. Victoria abrió sus ojos, al verme despierto, contemplándola como un poseído sonrío.
(Algunos despertares duelen)Victoria Una vez más me había otorgado a mi silencio y a mi agonía, y aún experimentaba el dolor que no me era desconocido. Este dolor se asemeja a un cáncer que se propagaba y terminaba con mi paz. Tomé mi sabana y me arropé completamente, experimentando un intenso frío. Sin embargo, a pesar de las frazadas que me echaba encima, el frío no desaparecía, sino que se intensificaba hasta el punto de sentir escalofrío en los huesos. Me puse en posición fetal y sujeté mis manos entre mis muslos con la intención de calentarlas, pero no ocurrió, ellas permanecían heladas. En un instante, dejé volar la imaginación, consciente de que mis manos al tocar algún objeto podrían transformarlo en hielo y luego, con un solo golpe, lo pulverizaría. Esta idea pretendía imitar la imagen antagónica de Adrián, tocarlo, solidificarlo, convertirlo en hielo con mis dedos gélidos y golpearlo con el fin de que se vuelva agua, sin embargo, esto era solo un deseo de mi mente. Me
El trayecto hasta la residencia de mi abuela resultó sumamente arduo, al estacionar, la primera persona que arribó a recibirme fue Alexandra, quien no se aguardó para reclamarme el motivo por el cual no deseaba atender sus llamadas. —¡Odio cuando te pones en ese plan! —la miré sin ganas y no dije nada en cuanto a sus quejas. —Entremos si —le solicité, ella no objetó. Le pedí la bendición a mi abuela cuando estuve en la casa. Ella me besó sin mirarme a la cara, estaba concentrada en unas plantas a las que le sacaba el zumo. —Te voy a ayudar como te lo prometí —le recordé, una sonrisa le giró los labios.—Con esos ánimos, no pienso que me seas de gran ayuda. Victoria: Nadie puede alejarse de lo que le toca, el dolor purifica el alma, lo que no mata te fortalece —sus palabras me irritaron hasta el punto de ponerme grosera. ¡Acaso yo no tenía derecho de alejarme de mi dolor!—¿Entonces qué hago? ¡Me quedo como un idiota dejándome caer por mi agonía! ¿Acaso no eres tú quien siempre me