251. Bodega abandonada

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El rugido de los motores se había apagado hace unos minutos, pero todavía no se movían de la carretera desierta. Marcelo estaba mirando al frente, su mirada fija y decidida mientras Julieta, estaba a su lado esperando, sostenía el dispositivo con el rastreador que indicaba la ubicación exacta de Tomás. Cada segundo contaba, y ambos lo sabían.

—Estamos cerca de recuperarlo —dijo Julieta, revisando el mapa en la pantalla—. El GPS marca una bodega abandonada al final de la calle —señaló hacia el lugar.

Marcelo asintió y apretó los puños. Atrás, dos camionetas llenas de hombres entrenados seguían esperando instrucciones, las otras dos ya estaban en posiciones. Julieta había movilizado todo lo que tenía a su disposición para rescatar a su mejor amigo.

La bodega se alzaba frente a ellos, oscura y silenciosa, como un animal agazapado esperando atacar. Marcelo apagó las luces del auto y señaló a los hombres que se prepararan.

—Julieta, quédate aquí —ordenó Marcelo, su tono firme pero prot
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