260Julieta salía del hotel donde se había realizado la rueda de prensa, todavía sintiendo el peso de sus palabras resonando en su cabeza. Su teléfono sonó, y al ver el nombre del abogado Yoon en la pantalla, contestó de inmediato.—¿Ha habido algún cambio? —preguntó sin rodeos, su voz firme pero con una tensión latente.El silencio al otro lado de la línea la puso en alerta.—Están atacando la cárcel donde está Maximiliano —respondió Yoon finalmente, su tono grave—. Corre un gran peligro.Julieta sintió cómo toda la sangre de su rostro desaparecía. El aire parecía más pesado, y un estremecimiento recorrió su cuerpo.No supo exactamente cuándo terminó la llamada o cómo llegó al auto. Estaba aturdida, pero la urgencia la impulsaba.—Marcelo… —murmuró mientras su guardaespaldas la observaba con preocupación—. Dile a Marcelo que me alcance en la cárcel donde tienen a Max.Su voz apenas era un susurro, pero el guardaespaldas entendió. Sacó su teléfono de inmediato y marcó el número
261 Liliane estaba furiosa porque Sebastián se había llevado a Maximiliano. —Lo perdimos —murmuró, haciendo un puchero mientras sus ojos buscaban entre el caos algún rastro del hombre. —No importa, el resultado es el mismo, ¿no? —comentó Alejandro con una risa baja y despectiva—. Igual lo va a matar. Por alguna razón, ese comentario hizo que la molestia de Liliane se intensificara. Frunció el ceño y miró a Alejandro de reojo, pero no respondió de inmediato. Había algo en esa afirmación que la incomodaba profundamente. “¿Es porque me gusta Maximiliano? ¿O porque quiero matarlo yo misma?” pensó con irritación. No estaba segura, y esa incertidumbre la ponía aún más de mal humor. Alejandro, por su parte, ya estaba comenzando a aburrirse del escenario. El humo, los gritos y el caos generalizado no le parecían atractivos ahora que su objetivo principal había desaparecido. Miró a Liliane y suspiró, dándose cuenta de que su atención estaba claramente en otra parte. —Vamos, Lilian
262Maximiliano lo miró con furia, sus manos atadas tensándose mientras luchaba contra las restricciones.—¿De verdad piensas que Julieta va a caer en tu juego? —gruñó Maximiliano, escupiendo las palabras con desprecio—. Ella jamás se iría contigo.“Ella me ama demasiado para caer en eso” pensó Max seguro de su amor con ella.Sebastián dejó escapar una risa suave, casi burlona, mientras comenzaba a caminar lentamente alrededor de Maximiliano, como un depredador acechando a su presa.—Oh, Maximiliano, tu arrogancia es casi conmovedora —dijo con un tono falso de lástima—. Pero aquí estás, atrapado, sin nada, mientras yo estoy afuera, con todos los recursos para conquistarla, además. ¿Qué crees que hará ella cuando se entere de que estás muerto?Maximiliano apretó los dientes, sus ojos brillando con odio.—Julieta no es una mujer que puedas comprar ni manipular, Sebastián. Ella ve a través de tipos como tú —Max tensó las cadenas en sus manos.Sebastián se detuvo frente a él, incli
263Isabel estaba nerviosa, tamborileando los dedos contra la mesa mientras esperaba que su abogado terminara de revisar los documentos. Finalmente, él levantó la mirada y habló con calma:—Tengo buenas noticias, señorita Isabel. El señor Callum Rutland no va a presentar cargos en su contra —le cuenta el abogado. Su trabajo fue corto y preciso e igual cobraría.La tensión acumulada en su pecho pareció desvanecerse de golpe. Isabel soltó un suspiro de alivio, aunque su expresión seguía siendo de incredulidad.—¿En serio? ¿No habrá cargos? —preguntó, casi sin creerlo.El abogado asintió con una leve sonrisa.—Así es. El señor Rutland tomó esta decisión y eso simplifica todo el proceso. Ahora solo queda completar unos trámites menores, pero usted está libre de cualquier acusación —dijo el abogado, con su porte serio.Isabel respiró profundamente, como si por fin pudiera llenarse los pulmones de aire. Durante días había temido este momento, y ahora el peso que cargaba en sus hombros
264Arabella miraba con gran deseo a Callum queriendo tenerlo de nuevo encima de él, moviéndose dentro él… todos esos años había aguantado al viejo asqueroso con el recuerdo de Callum y ahora él… él no quería ni verla a los ojos.—Espero no interrumpir, Callum —dijo Arabella con voz suave, casi melosa, mientras caminaba hacia él con la confianza de quien siempre consigue lo que quiere.Callum se tensó al instante. Arabella no era alguien que frecuentara esa parte de la casa, y mucho menos a esas horas.—Arabella —respondió él, dejando el libro sobre la mesa y poniéndose de pie—. ¿Qué haces aquí?Ella sonrió, ignorando por completo su tono frío, y se acercó más.—Me preocupas, Callum. Te he visto tan… estresado últimamente. Pensé que tal vez podría ayudarte a relajarte —ofreció con coquetería, queriendo poner las manos encima de él.Callum arqueó una ceja, retrocediendo un paso.—Estoy bien, gracias —descartó son pestañear.Pero Arabella no se detuvo. Levantó una mano y la desl
265Julieta entró corriendo al hospital, con el corazón latiendo a mil por hora y las manos temblorosas. Apenas cruzó las puertas de la sala de emergencias, su mirada recorrió frenéticamente cada rincón, buscando a Marcelo.—¿Marcelo Davis? —preguntó, casi sin aliento, al acercarse al mostrador de recepción.La enfermera asintió y señaló una puerta al fondo.—Está en la sala de recuperación, pero por favor, mantenga la calma.Julieta apenas escuchó el resto de las palabras. Caminó con pasos rápidos, casi tropezándose en su prisa, hasta que llegó a la habitación indicada. Al abrir la puerta, lo vio.Marcelo estaba recostado en una camilla, con la espalda vendada y el rostro pálido, pero despierto. Tenía ojeras profundas y una expresión de agotamiento, pero al verla entrar, esbozó una leve sonrisa.—¿Qué haces aquí? —preguntó con voz ronca, claramente sorprendido.Julieta soltó un suspiro de alivio al verlo consciente. Sus piernas temblaron y apenas pudo sostenerse en pie. Las lá
266Cuando Julieta despertó, su respiración era errática y su corazón latía con fuerza. El desconocido techo blanco del hospital le hizo sentir una punzada de pánico.—Señora Beaumont, tranquilícese, está a salvo —le dijo una enfermera con voz suave mientras ajustaba los monitores junto a su cama.Julieta intentó sentarse, pero un mareo la obligó a detenerse.—¿Qué pasó? —preguntó con voz temblorosa—. ¿Dónde está Marcelo?—Él está bien, no se preocupe. —La enfermera le dio una sonrisa tranquilizadora—. Está en una habitación cercana.Julieta cerró los ojos y respiró hondo, dejando que las palabras de la enfermera calmaran su mente. No sabía en qué momento Marcelo había pasado de ser solo su guardaespaldas a alguien tan importante, casi como un hermano. Siempre estaba ahí, cuidando su espalda, y el pensamiento de perderlo era más aterrador de lo que podía admitir.Cuando finalmente reunió fuerzas, pidió ver a Marcelo. La enfermera la ayudó a levantarse y caminar hasta su habitaci
267Marcelo observó a Julieta dormida en la cama del hospital, aún bajo los efectos del calmante que el doctor le había administrado a petición suya. Sabía que ella estaba demasiado alterada para seguir con la búsqueda de Maximiliano. La última noticia había sido devastadora: la televisión afirmaba que Maximiliano Hawks había muerto en los escombros de la cárcel. Pero Marcelo no lo creía, no podía. Con Max nunca nada era tan sencillo.Tomando aire, salió del hospital para seguir investigando. Tenía contactos, y si alguien podía averiguar quién había difundido ese rumor, era él. Sin embargo, las llamadas de Anthony Hawks no dejaban de llegar. Marcelo había ignorado las primeras, sabiendo que no tenía respuestas para el anciano, pero al final no tuvo más opción.—¿Muchacho? —la voz de Anthony sonaba firme, con un deje de impaciencia—. Dime qué sabes de mi nieto. No soy de cristal, fui a la guerra, ¿sabes? Sé cómo es este mundo de jodido.Marcelo suspiró, llevando una mano a su frente