212. Se acabó el juego

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—Bien, vamos —dijo Max con un suspiro resignado, pero con una pequeña sonrisa que intentaba ocultar su nerviosismo—. Vas a ser mi muerte, Jules —añadió en tono burlón, mirándola de reojo.

Julieta no respondió. En lugar de eso, dio un paso hacia él y, sin previo aviso, se puso de puntillas y lo besó.

El tiempo pareció detenerse. Marcelo e Isabel los miraron, ambos sorprendidos, pero con una sonrisa cómplice asomando en sus rostros. Sin embargo, quien más impactado estaba era Maximiliano, quien, por unos segundos, no pudo reaccionar, sintiendo cómo la felicidad inundaba su pecho.

Sin pensarlo, Max la atrajo más hacia su cuerpo, envolviéndola con sus brazos, y profundizó el beso con una pasión que llevaba mucho tiempo conteniendo. Lo que comenzó como un gesto inesperado rápidamente escaló en un intercambio de emociones desbordadas, olvidándose por completo de los demás y de la situación que tenían frente a ellos.

Un carraspeo interrumpió la burbuja de deseo que habían cre
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