217. Aturdida

217

Julieta abrió los ojos lentamente, sintiendo un peso en su cabeza y un leve mareo. La habitación estaba iluminada con una tenue luz, y cuando intentó moverse, un vaso de agua fresca apareció frente a ella. Sin pensarlo, lo tomó con avidez, dejando que el líquido aliviara su garganta seca.

—¿Estás bien? —preguntó una voz suave y ronca.

Alzó la mirada y encontró los ojos de Maximiliano fijos en ella, llenos de preocupación y algo más, una culpa que parecía consumirlo. Julieta parpadeó, aun tratando de ordenar sus pensamientos.

—Yo... no sé —murmuró, pasando una mano por su frente. La sensación de extrañeza en su cuerpo era abrumadora.

—Me siento rara —admitió finalmente, pero en cuanto las piezas empezaron a encajar en su mente, su corazón se encogió y un sollozo se formó en su garganta—. Mi niña, Max... —dijo con un hilo de voz, el dolor en su pecho amenazando con ahogarla.

Maximiliano se inclinó hacia ella, tomando su mano con suavidad.

—La estoy buscando, cariño —susurró, su tono
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