187El móvil tembló en su mano mientras el color desaparecía de su rostro. Sabía exactamente quién era. Esa voz la había perseguido en sus peores pesadillas.—Gunter… —murmuró, incapaz de contener el temblor en su voz.—¿Extrañaste mi voz, Isabel? Porque yo no he dejado de pensar en ti, en todo lo que me quitaste —su voz sonando siniestra a oídos de Isabel que tembló en su silla.Isabel sintió como si el suelo bajo sus pies se desmoronara. Esta no podía ser una llamada desde la cárcel. No era posible. Había un acuerdo, una condena… ¿o no? —¿Cómo…? —Intentó preguntar, pero las palabras no salían. —¿Cómo estoy hablando con mi esposa? —interrumpió Gunter, su tono teñido de burla. —Ex… soy… nos divorciamos Gunter —Isabel habló con un poco de valentía.—Eso no es lo importante. Lo que importa es que estoy aquí y que tú no vas a escapar de mí —se burla con hastío— estamos casados, bebé. No puedes dejarme y ya. Así no funcionan las cosas, pero veo que necesitas una lección.La
188Julieta, notando la chispa de indecisión en los ojos de Isabel, sonrió con complicidad. —¡Qué buena idea, Isa! Yo sé que yo no lo pensaría dos veces. ¡Esa sopa es un regalo para el alma! —bromeó, intentando animarla. Isabel suspiró y finalmente asintió, aunque fuera a regañadientes. —Está bien —dijo con voz baja—, aunque no sé cómo voy a comer algo con los nervios destrozados. —No te preocupes —respondió Callum con una leve sonrisa—. No es solo por la comida, también para que te distraigas un poco. Mientras Julieta sonreía satisfecha por la decisión, Isabel miró a Callum, agradecida en silencio por su paciencia. Aunque las emociones seguían revueltas en su interior, sabía que ambos solo querían lo mejor para ella. Una comida tranquila con Callum podría ser justo lo que necesitaba para empezar a despejarse.Isabel miraba por la ventana del coche, perdida en sus pensamientos. Callum, que sostenía el volante con una mano, la observó de reojo. No estaba acostumbrado a
189Callum, que parecía más animado que nunca desde que le dijo que sí, le mostró el cuarto que había preparado para ella. Era el mismo que había usado antes, cuando tuvieron aquella discusión que marcó una distancia entre ambos. Esta vez, sin embargo, todo estaba dispuesto con esmero: las sábanas frescas, una lámpara cálida en la mesilla y un pequeño ramo de margaritas en la cómoda.—Espero que te sientas cómoda aquí. Si necesitas algo más, solo dilo —dijo Callum, manteniendo su tono amable pero sin invadir su espacio— nada ha cambiado por aquí desde que te fuiste.Callum quería decirle tantas cosas, pero no se atrevía, quería ir despacio con ella y reconquistarla.—Gracias, está perfecto —respondió Isabel, acariciando el borde de las sábanas con nerviosismo— yo… gracias, Cal.Callum y ella se quedaron viendo un tiempo, pero él término dando pasos atrás hasta cerrar la puerta y luego se le ocurrió que tal vez ella quiera ponerse algo más cómodo así que con pasos apresurados entró
190Frente a él estaba Arabella, luciendo como si hubiera salido directamente de un desfile nocturno, pero con ese aire desafiante que tanto conocía.—¿Qué haces aquí? —preguntó Callum, su voz baja pero cargada de una fuerza que podría cortar el aire— ¿Es Terrence?Arabella ladeó la cabeza, sonriendo como si no percibiera la evidente hostilidad. —¿Así recibes a la madre de tu hijo? Pensé que habíamos tenido mejores tiempos, Callum —soltó una risita que a Callum le irritó— me llegó una citación a los juzgados… me estás demandando. Pero luego pensé, esto debe ser un error ¿No, Callum?Callum dejó escapar un corto suspiro, pero su mirada no se suavizó ni un milímetro. —Deja de usar a Terrence como excusa para tus espectáculos. Si tienes algo importante que decir, dilo ahora. Si no, vete y comunícate con mis abogados —dejo Callum en claro— sé lo que haces, hiriendo a tu propio hijo —negó con la cabeza.Arabella se cruzó de brazos, aparentemente divertida. —Tanta agresividad,
191Tomás recorría la sala principal con paso firme, inspeccionando cada detalle del montaje. El lugar, un amplio salón con techos altos y candelabros brillantes, estaba decorado en tonos negros, dorados y blancos, una mezcla de elegancia y modernidad que reflejaba su estilo impecable.Los modelos, perfectamente vestidos con su nueva colección, esperaban su turno tras bastidores. Algunos practicaban sus poses frente a los espejos, mientras otros revisaban los últimos ajustes de su maquillaje. Las prendas, una fusión de cortes clásicos y toques vanguardistas, destacaban por su precisión y sofisticación. —¿Cómo estamos con las luces? —preguntó Tomás, acercándose al equipo técnico. —Todo listo, señor Weaver. Haremos el primer ensayo en cinco minutos —respondió uno de los técnicos mientras ajustaba los focos sobre la pasarela. Tomás asintió y echó un último vistazo a la pasarela. Era su gran noche, y aunque mantenía la compostura, su mente no dejaba de repasar cada posible fallo
192Callum apretó los puños. Esa voz le era familiar, pero no podía ubicarla. Antes de que pudiera responder, Isabel lo agarró del brazo. —No salgas, por favor —murmuró Isabel, sus ojos abiertos llenos de miedo. —No lo haré —le prometió, cubriéndola con su brazo mientras seguía observando cada movimiento de las camionetas. La tensión en el aire era palpable. Las camionetas avanzaron unos metros, sus luces deslumbrando a los que estaban escondidos detrás de los vehículos. Los guardias de seguridad se movieron estratégicamente, listos para actuar. Y entonces, puertas abiertas y fuertes pasos dejaron a todos momentáneamente aturdidos.La expresión de los atacantes cambió, y las camionetas se estacionaron para dejar bajar a todos a toda velocidad, mientras seguían disparando a modo de distracción. —¡Todos abajo! —gritó uno de los guardias mientras las balas impactaban nuevamente en las paredes y vehículos. En cuestión de segundos, varios hombres tatuados y peligrosos se
193 Dimitri rio desde la entrada del callejón. —Qué conmovedor, Maximiliano. Pero dime, Julieta, ¿de verdad quieres que este hombre te proteja a costa de otras vidas? —preguntó con un tono burlón, mientras miraba a su alrededor, evaluando la situación. Luego señaló con un gesto despreocupado hacia el cuerpo inerte de una mujer que yacía en un charco de sangre. —Dimitri —suena una voz en advertencia y muerte, era Callum. —Mira esto, cariño, esto podría haber sido tú. Pero todavía tienes tiempo para evitar que se derrame más sangre —ofrece burlón. Maximiliano miró a Dimitri con una furia contenida, sujetando a Julieta con más fuerza, como si su propia vida dependiera de mantenerla a salvo. —¡Déjala en paz! —rugió Max, su voz firme y decidida, aunque su interior se tambaleaba por el miedo a perderla. Julieta se estremeció, mirando el cuerpo inerte a lo lejos de una mujer que no veía bien. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero Max la sostuvo más fuerte. Dimitri dio
194Isabel, todavía temblando de miedo, sintió una punzada en el pecho de preocupación al escuchar los disparos, pero en el mismo instante, la figura de Dimitri se desvaneció en la oscuridad, como si la amenaza hubiera sido un simple aviso. Nadie se movió, la sensación de que algo no estaba bien flotaba en el aire. Con un último vistazo burlón, Dimitri hizo una señal a sus hombres, y las camionetas arrancaron con un rugido, desapareciendo en la noche.—No puedo hacer esto, Max. No puedo... —Julieta se dejó caer en los brazos de Max, sollozando mientras el peso de lo ocurrido la golpeaba por completo— va a seguir viniendo y será peor, Max ¡Lo sabes!—Sí puedes y lo harás, Julieta. Estamos juntos en esto, y te prometo que no dejaré que te toque nunca más —le aseguró, su voz firme, pero llena de emoción— eres mía para cuidar y amar. Mía para protegerte.—Max, no… —intentó alegar que era un riesgo muy grande.—Tienes que ser egoísta está vez no te dejaré a merced de ese maldito h