188. Sopa agridulce

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Julieta, notando la chispa de indecisión en los ojos de Isabel, sonrió con complicidad.

—¡Qué buena idea, Isa! Yo sé que yo no lo pensaría dos veces. ¡Esa sopa es un regalo para el alma! —bromeó, intentando animarla.

Isabel suspiró y finalmente asintió, aunque fuera a regañadientes.

—Está bien —dijo con voz baja—, aunque no sé cómo voy a comer algo con los nervios destrozados.

—No te preocupes —respondió Callum con una leve sonrisa—. No es solo por la comida, también para que te distraigas un poco.

Mientras Julieta sonreía satisfecha por la decisión, Isabel miró a Callum, agradecida en silencio por su paciencia. Aunque las emociones seguían revueltas en su interior, sabía que ambos solo querían lo mejor para ella. Una comida tranquila con Callum podría ser justo lo que necesitaba para empezar a despejarse.

Isabel miraba por la ventana del coche, perdida en sus pensamientos. Callum, que sostenía el volante con una mano, la observó de reojo. No estaba acostumbrado a
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