191Tomás recorría la sala principal con paso firme, inspeccionando cada detalle del montaje. El lugar, un amplio salón con techos altos y candelabros brillantes, estaba decorado en tonos negros, dorados y blancos, una mezcla de elegancia y modernidad que reflejaba su estilo impecable.Los modelos, perfectamente vestidos con su nueva colección, esperaban su turno tras bastidores. Algunos practicaban sus poses frente a los espejos, mientras otros revisaban los últimos ajustes de su maquillaje. Las prendas, una fusión de cortes clásicos y toques vanguardistas, destacaban por su precisión y sofisticación. —¿Cómo estamos con las luces? —preguntó Tomás, acercándose al equipo técnico. —Todo listo, señor Weaver. Haremos el primer ensayo en cinco minutos —respondió uno de los técnicos mientras ajustaba los focos sobre la pasarela. Tomás asintió y echó un último vistazo a la pasarela. Era su gran noche, y aunque mantenía la compostura, su mente no dejaba de repasar cada posible fallo
192Callum apretó los puños. Esa voz le era familiar, pero no podía ubicarla. Antes de que pudiera responder, Isabel lo agarró del brazo. —No salgas, por favor —murmuró Isabel, sus ojos abiertos llenos de miedo. —No lo haré —le prometió, cubriéndola con su brazo mientras seguía observando cada movimiento de las camionetas. La tensión en el aire era palpable. Las camionetas avanzaron unos metros, sus luces deslumbrando a los que estaban escondidos detrás de los vehículos. Los guardias de seguridad se movieron estratégicamente, listos para actuar. Y entonces, puertas abiertas y fuertes pasos dejaron a todos momentáneamente aturdidos.La expresión de los atacantes cambió, y las camionetas se estacionaron para dejar bajar a todos a toda velocidad, mientras seguían disparando a modo de distracción. —¡Todos abajo! —gritó uno de los guardias mientras las balas impactaban nuevamente en las paredes y vehículos. En cuestión de segundos, varios hombres tatuados y peligrosos se
193 Dimitri rio desde la entrada del callejón. —Qué conmovedor, Maximiliano. Pero dime, Julieta, ¿de verdad quieres que este hombre te proteja a costa de otras vidas? —preguntó con un tono burlón, mientras miraba a su alrededor, evaluando la situación. Luego señaló con un gesto despreocupado hacia el cuerpo inerte de una mujer que yacía en un charco de sangre. —Dimitri —suena una voz en advertencia y muerte, era Callum. —Mira esto, cariño, esto podría haber sido tú. Pero todavía tienes tiempo para evitar que se derrame más sangre —ofrece burlón. Maximiliano miró a Dimitri con una furia contenida, sujetando a Julieta con más fuerza, como si su propia vida dependiera de mantenerla a salvo. —¡Déjala en paz! —rugió Max, su voz firme y decidida, aunque su interior se tambaleaba por el miedo a perderla. Julieta se estremeció, mirando el cuerpo inerte a lo lejos de una mujer que no veía bien. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero Max la sostuvo más fuerte. Dimitri dio
194Isabel, todavía temblando de miedo, sintió una punzada en el pecho de preocupación al escuchar los disparos, pero en el mismo instante, la figura de Dimitri se desvaneció en la oscuridad, como si la amenaza hubiera sido un simple aviso. Nadie se movió, la sensación de que algo no estaba bien flotaba en el aire. Con un último vistazo burlón, Dimitri hizo una señal a sus hombres, y las camionetas arrancaron con un rugido, desapareciendo en la noche.—No puedo hacer esto, Max. No puedo... —Julieta se dejó caer en los brazos de Max, sollozando mientras el peso de lo ocurrido la golpeaba por completo— va a seguir viniendo y será peor, Max ¡Lo sabes!—Sí puedes y lo harás, Julieta. Estamos juntos en esto, y te prometo que no dejaré que te toque nunca más —le aseguró, su voz firme, pero llena de emoción— eres mía para cuidar y amar. Mía para protegerte.—Max, no… —intentó alegar que era un riesgo muy grande.—Tienes que ser egoísta está vez no te dejaré a merced de ese maldito h
195El sonido de las sirenas llenó el aire, cortando la noche con su eco. Dos ambulancias llegaron casi al mismo tiempo al hospital, sus puertas traseras abriéndose con prisa. Los paramédicos sacaron las camillas con rapidez; en una, un hombre inconsciente con dos disparos, uno en el torso y otro en la cabeza. Callum. En la otra, una mujer desmayada que estaba embarazada, su respiración errática, pero estable. Los médicos se movieron con precisión, llevando directamente a emergencias a la mujer y Callum fue trasladado al quirófano de inmediato; cada segundo contaba.En la sala de espera, un grupo reducido aguardaba en silencio. Los rostros tensos y las miradas bajas mostraban la ansiedad que los consumía. Julieta se sentó abrazando sus propias rodillas, mientras Tomás y Max permanecían de pie cerca de la puerta, intercambiando miradas preocupadas.—Yo... creo que Isabel no tiene familia —murmuró Julieta de pronto, rompiendo el silencio.Todos se giraron hacia ella. Su voz era débil
196El despertar de IsabelCuando el doctor se marchó, el silencio volvió a reinar en el pasillo. Cada segundo de espera se sentía como una eternidad, pero Julieta sabía que Isabel los necesitaba, y no podía permitirse flaquear ahora.Pasaron largas horas. Max, que había estado organizando todo, logró que les prestaran una habitación pequeña para que pudieran descansar. También había comprado ropa para cada uno. Sabía que Julieta estaba desgarrada por no poder regresar con su hija, pero también entendía que su prioridad en ese momento era saber que Callum e Isabel estaban bien.Julieta se sentó en la pequeña cama de la habitación, sosteniendo en sus manos la prenda que Max había conseguido para ella. Aunque estaba agradecida, su mente no podía apartarse del miedo que la invadía. Cerró los ojos un momento, deseando con todas sus fuerzas que todo volviera a la normalidad.Al otro lado de la habitación, Tomás apoyó una mano en su hombro.—Van a estar bien. Tenemos que creerlo —pone f
197La noticia de CallumIsabel seguía mirando a la enfermera, su mente luchando por procesar lo que acababa de escuchar. Había despertado rodeada de caras conocidas, pero las palabras que ahora resonaban en la habitación la atravesaron como un cuchillo.Julieta fue la primera en hablar, ya que Isabel parecía incapaz de articular palabra. Con una mezcla de nervios y esperanza—¿Qué pasa con Callum? —Julieta preguntó.La enfermera, con una sonrisa triste y profesional, miró primero a Isabel y luego a Julieta antes de responder.—Está estable, pero... está en coma. Los doctores dicen que es normal después de lo que pasó. Es una respuesta del cuerpo para protegerse mientras se recupera —dice con pesar.Isabel sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Sus manos temblaban mientras trataba de encontrar su voz, pero al principio todo lo que salió de su garganta fue un leve jadeo. Finalmente, logró hablar:—¿Lo van a traer aquí? ¿Pueden hacer eso? —preguntó, su tono cargado de ansiedad
198Brenda Rutland estaba de pie en la entrada del cuarto de Isabel en el hospital, su figura proyectando una sombra imponente. Sus ojos fulminaban a Isabel, y sus labios estaban apretados en una fina línea de desprecio.—Dime, niña tonta —soltó Brenda con una voz cargada de veneno—. ¿Qué hiciste esta vez?Isabel levantó la vista lentamente desde su cama. A pesar de sentirse débil, no iba a dejarse intimidar.—Señora, cálmese. Todo fue por… —titubeó un momento, buscando las palabras correctas—. Unos maleantes cuando salimos del desfile de Tomás Weaver.—¡No te creo! —la interrumpió Brenda, dando un paso al frente con indignación—. Tú quieres matar a mi hijo para quedarte con todo.Isabel parpadeó, incrédula. Su respiración se aceleró mientras trataba de procesar la acusación.—¿Qué dice? —exclamó, sorprendida por la osadía de Brenda—. No quiero su cochino dinero, señora. Pero tampoco me iré del lado de Callum.Brenda soltó un sollozo dramático, llevándose una mano al pecho como