199—¿Está embarazada? —susurró Arabella, apretando el brazo de Brenda.Brenda entrecerró los ojos, llena de furia contenida.—Ahora todo tiene sentido. Esa mujer quiere atrapar a Callum con un hijo. Esto no puede continuar —se molesta.Arabella, siempre calculadora, esbozó una sonrisa maliciosa.—Esto puede jugar a nuestro favor. Callum está vulnerable ahora. Si actuamos rápido, podemos asegurarnos de que nunca más confíe en ella —asegura Arabella.Brenda asintió, su mente ya trabajando en un plan.—Hablaré con los médicos y con Jonathan. Isabel no puede seguir cerca de mi hijo. Lo que haya pasado fue culpa suya, y este escándalo no puede salir a la luz —traza su plan para los codiciosos oídos de Arabella.Mientras tanto, Isabel, ajena a las conspiraciones, salió de la consulta con una receta en la mano. Estaba cansada, pero determinada a mantenerse fuerte por su hijo y por Callum. Sin embargo, no podía ignorar la sensación de que las cosas estaban a punto de complicarse aún m
200Max y Julieta estaban con Maxime, su hijita en un parque cerca de la casa, disfrutando de cada momento con ella. Habían estado tan cerca de la muerte que ahora valoraban más que nunca los pequeños momentos como familia. Habían estado ahí casi toda la mañana, disfrutando de un día tranquilo en familia. Después de lo vivido recientemente, ambos sentían un agradecimiento renovado por cada momento que compartían con su hija. Maximiliano miraba a Julieta con una sonrisa serena mientras ella vigilaba a la niña. Maxime, ajena a todo, reía con entusiasmo.—Quiero más hijos —dijo Max de repente, rompiendo el cómodo silencio.Julieta, que estaba tomando un poco de agua, se atragantó y escupió un poco de la bebida, sintiendo que se iba por la nariz, haciendo un desastre en cuestión de segundos. Max se rió suavemente y la ayudó a recuperarse, pasándole un pañuelo para que se limpiara.Maximiliano, divertido, se inclinó hacia ella con una risita.—¿Estás bien? —preguntó mientras le pasa
201Había pasado una semana desde que Callum Rutland cayó en coma, y la incertidumbre envolvía a todos los que lo conocían. Isabel, incapaz de ignorar el dolor que le causaba verlo en ese estado, había pedido un permiso indefinido en su trabajo. Julieta, consciente de lo que Callum significaba para Isabel, se lo otorgó sin dudarlo. —No te preocupes por nada más que Callum, tú y tu bebé —había dicho Julieta.Mientras tanto, Jonathan caminaba una línea peligrosa, desempeñándose como doble espía. A Brenda le había asegurado que alejar a Isabel fue una tarea sencilla. Pero en secreto, la escondía en una casa modesta, alejada de todo, sin lujos pero lo suficientemente cómoda como para que Isabel y su bebé estuvieran seguros. —Es necesario quedarse aquí, no es mucho, pero está limpio y es… cómodo —dijo Jonathan el día que la llevó a esa pequeña casa.Esa noche, Isabel estaba frente al espejo del pequeño baño de la casa. Vestía un traje de enfermera que había conseguido gracias a Jon
202La oscuridad comenzó a ceder, como si el velo de un sueño profundo se deslizara lentamente. Callum intentó mover los dedos primero, luego los brazos, pero una punzada de dolor lo obligó a detenerse. Abrió los ojos con dificultad, solo para encontrar su visión nublada. Instintivamente, llevó una mano temblorosa hacia su rostro, palpando la gruesa venda que cubría parte de él. Su respiración se aceleró. —¿Qué… qué está pasando? —murmuró con voz rasposa, apenas audible. Su garganta estaba seca, como si no hubiera hablado en días. —¡Callum, cariño! —exclamó una voz femenina desde su lado izquierdo. Era cálida, casi melosa, pero algo en su tono no encajaba. Callum entrecerró los ojos, intentando enfocar a la mujer que se inclinaba hacia él. Las lágrimas brillaban en sus ojos, pero no podía verla bien y estaba a punto de entrar en pánico, no sabia que estaba pasando del todo. Su mente, aún desorientada, intentaba conectar las piezas de un rompecabezas incompleto.—¿Quién…? —su
203El corazón de Isabel dio un vuelco cuando no encontró a Callum en la Unidad de Cuidados Intensivos la noche siguiente. Había ensayado su plan una y otra vez en su mente durante el día, pero ahora, frente a la cama vacía, una punzada de ansiedad la recorrió. Se atrevió a detener a una enfermera que pasaba por el pasillo, esperando que no pareciera sospechoso. —Disculpe, el paciente Callum Rutland… —comenzó, esforzándose por mantener la calma. La enfermera le dirigió una mirada curiosa antes de consultar en una tabla electrónica, al verla con su uniforme no pensó más en eso.—El señor Rutland fue trasladado esta mañana a una habitación privada. Está en el piso seis, habitación 304 —le comunica.—Gracias —respondió Isabel con una sonrisa tensa, agradecida de no haber levantado sospechas. Subió rápidamente al sexto piso, con los nervios creciendo a cada paso. La habitación 304 estaba al final del pasillo, y mientras se acercaba, sentía que su respiración se aceleraba. Cu
204—No sé quién eres, pero… —Callum cerró los ojos por un instante, procesando la tranquilidad que ella le brindaba—. Por algún motivo, siento que puedo confiar en ti.Isabel sintió un nudo en la garganta al escucharlo. Quiso decirle tantas cosas, confesarle lo importante que era para ella, pero no era el momento. —Está bien. Eso es suficiente por ahora —respondió con una leve sonrisa, sin apartar su mano de su hombro.Callum asintió ligeramente, y un suspiro profundo escapó de sus labios. Por primera vez desde que despertó, sintió un poco de paz.—Gracias… Isabel —murmuró, repitiendo su nombre como si tratara de grabarlo en su mente.—Siempre —respondió ella, con una firmeza que sorprendió incluso a Callum.La conexión entre ambos era innegable, aunque las circunstancias parecían conspirar contra ellos. Isabel sabía que tendría que dar un paso a la vez, pero estaba dispuesta a enfrentarlo todo por Callum. Callum se acomodó un poco en la cama, sus ojos fijos en Isabel mien
205Julieta acomodaba con frustración la montaña de papeles que tenía en su escritorio. Entre contratos pendientes, propuestas por revisar y un informe que debía entregar antes del final del día, apenas podía concentrarse. Su mente seguía rondando las últimas palabras de Maximiliano: “¿No quieres viajar a Londres?” Esa pregunta había quedado suspendida en el aire, como una sombra constante. No quería huir, pero cada día parecía más claro que quedarse podría traer problemas. De repente, el altavoz del teléfono interrumpió sus pensamientos. —Señorita Beaumont —dijo la voz seria y educada de su nuevo asistente, Matthew—, un hombre está aquí para verla, pero no tiene cita e insiste en hablar con usted. Julieta frunció el ceño. Nadie subía sin autorización, y sus escoltas solían ser meticulosos revisando las credenciales. Su cuerpo se tensó. ¿Quién podría insistir tanto? —¿Quién es? —preguntó, intentando mantener la calma. Hubo un breve silencio antes de que Matthew respondi
206La tensión en el comedor era palpable, como si cada palabra que se dijera pudiera hacer explotar el ambiente en mil pedazos. Brigitte estaba de pie, furiosa, con los ojos encendidos de indignación mientras señalaba con vehemencia a su suegro. —¡Suegro, por favor! Tiene que entrar en razón. ¿Cómo le va a dejar todo a esa maldita mujer? —se quejaba una y otra vez, con la voz cargada de reproche. Anthony, sin levantar la mirada de su plato, untaba mantequilla en su pan con una paciencia que parecía infinita, mientras Mark Hawks, sentado en la cabecera, masajeaba sus sienes en un intento fallido por mantener la calma. Michelle, por su parte, estaba ensimismada. Desde que su padre la había regañado unos meses atrás, se había vuelto más reservada, prefiriendo mantenerse al margen de los conflictos familiares. Sin embargo, Brigitte no estaba dispuesta a dejarla escapar tan fácilmente. —¡Michelle, di algo por favor! Este es tu patrimonio, el futuro de tu familia, ¡y lo estás d