Episodio 14

El auto rugía contra el asfalto mientras Vittorio pisaba el acelerador con tanta fuerza que los neumáticos chirriaban en cada curva cerrada. La ciudad se desdibujaba en luces borrosas mientras la sangre de Cristian empapaba el asiento y las manos de Vittorio, que apretaban el volante hasta que los nudillos se le pusieron blancos.

—¡Aguanta, mi amor! —murmuraba, con la mandíbula trabada y los ojos desbordados de rabia y desesperación. Cristian gemía débilmente, la cabeza ladeada sobre el reposabrazos, con el rostro pálido y sudoroso.

Vittorio, con los dientes apretados, arrancó el teléfono del salpicadero y marcó con dedos temblorosos.

—¿Dónde demonios estabas? —bramó en cuanto su padre respondió, su voz quebrándose por la furia.

—¿Vittorio? ¿Qué está pasando? —preguntó Juan Carlos, con su tono habitual de calma peligrosa.

—¡Nos emboscaron! ¡Sabían que estaríamos allí! —gritó Vittorio, golpeando el volante con la palma mientras tomaba otra curva a toda velocidad—. ¡Alguien habló, padre
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