CAPÍTULO 41.

El sonido del teléfono cortó el silencio en la sala del hospital. Mauricio miró el número desconocido en la pantalla con desconfianza. Su pulso se aceleró al instante. Con el corazón en la garganta, lo levantó y contestó.

—¿Hola? —dijo, tratando de mantener la calma, aunque su voz mostraba una leve tensión.

Del otro lado de la línea, una voz grave y distorsionada se escuchó, casi como un susurro que parecía provenir de algún lugar lejano, frío.

—Quiero hablar con Emiliano —dijo el secuestrador, con firmeza.

Mauricio se tensó al instante. Sabía que este momento llegaría, pero nunca imaginó que sería tan pronto. Un nudo en su estómago se apretó al pensar en lo que la voz del otro lado implicaba. A pesar de la angustia, intentó mantener el control de la situación.

—Emiliano no puede hablar contigo ahora —respondió, con calma, aunque su mente estaba en caos—. Está en el hospital. Tuvo un infarto.

Hubo una pausa del otro lado de la línea. Un suspiro lejano y después, la voz volvió, ahora m
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