CAPÍTULO 53.

La enfermera continuó con la rutina habitual: revisó los monitores, ajustó algunos cables y se aseguró de que todo estuviera en orden. Era una mañana tranquila, como tantas otras, pero algo no era como siempre. Mientras se inclinaba hacia la cama para ajustar un sensor en el brazo de Sebastián, un leve movimiento llamó su atención. Era casi imperceptible, pero lo vio. Un dedo de Sebastián se movió, casi imperceptible, pero real. Al principio, pensó que podría haber sido un simple reflejo del cuerpo, una reacción involuntaria. Sin embargo, la duda se disipó rápidamente cuando notó algo más: los párpados de Sebastián se movían lentamente, como si estuviera intentando abrir los ojos.

La enfermera se quedó inmóvil por un momento, incapaz de creer lo que estaba viendo. No podía ser. Sebastián llevaba días en coma, sin mostrar signos de reacción alguna. El monitor indicaba lo mismo: actividad cerebral mínima. Pero ahora, frente a ella, algo estaba cambiando.

El corazón de la enfermera dio u
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