CAPÍTULO 52.

Lupita caminaba por los pasillos del hospital con paso firme, aunque su corazón latía acelerado. Nadie sabía que ella había venido, ni siquiera Mauricio.

Se detuvo frente a la habitación de Sebastián, mirando a través del cristal de la puerta, como si buscara la fuerza para entrar. Había estado esperando este momento durante varios días, pero ahora que estaba aquí, algo en su interior temblaba. Se armó de valor y, con una mano temblorosa, empujó la puerta con suavidad.

Dentro, Sebastián yacía inmóvil, conectado a varios aparatos que marcaban su respiración lenta. Lupita se acercó a la cama, su mirada fija en su rostro. Nadie más en el hospital sabía de su visita, ni siquiera los médicos. Estaba completamente sola con él. Sintió pena por el estado de Sebastian, se mantuvo a su lado en silencio mirando las heridas y cicatrices de su rostro.

—Pobre Sebastián —exclamó en voz baja mientras estrechaba su mano inmóvil con mucho cuidado.

La necesidad de hablar pesaba en su pecho, como si alg
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