CAPÍTULO 51.

—¡Lo han encontrado! —El rumor corría por toda la población.

—¿Está vivo? —preguntó el oficial que recibió el cuerpo de Sebastián.

—Sí, pero está en muy mal estado. No creo que pueda sobrevivir.

—Hay que llevarlo inmediatamente al hospital.

Tras varios días de búsqueda fallida, la noticia llegó inesperada y cruda. Unos agricultores en plena faena encontraron lo que parecía un cuerpo. Era Sebastián, su piel estaba pálida, su ropa desgarrada y empapada de sangre seca. Al principio, los hombres retrocedieron, convencidos de que estaba muerto.

Sin embargo, uno de ellos, más audaz y compasivo, se agachó y apoyó su mano temblorosa sobre el cuello del hombre caído. Entonces lo sintió: un débil pulso, apenas perceptible, pero suficiente para darse cuenta de que aún estaba con vida.

—¡Está vivo! —gritó con una mezcla de incredulidad y alarma.

Lo colocaron cuidadosamente en una carreta improvisada que usaban para transportar materiales. Con gran esfuerzo, lo llevaron al pueblo.

Mauricio
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