CAPÍTULO 44.

Lupita estaba sentada en la sala, las manos apretadas sobre sus rodillas, con la mandíbula tensa. Cuando Mauricio entró, la vio, y el ambiente se volvió inmediatamente pesado. No podía soportar que él estuviera totalmente inmerso en salvar a Marina que no percibía más nada a su alrededor. Se moría de los celos.

—No entiendo por qué sigues tan pendiente de Marina, Mauricio. ¿No te das cuenta de lo que está pasando? Deberías estar aquí, con nosotros, con tu hijo. Tú y yo tenemos una vida por delante, y mientras tanto, tú te ocupas de ella —exclamó con tono cortante, sin levantar la vista.

—Lupita, sabes que estoy aquí para ti, para el bebé. Pero no puedo dejar que Marina esté sola, ella está en peligro.

—¡No lo entiendo! ¿No hay nadie más que salve a Marina? —se levantó de golpe, claramente enojada, su voz se volvió más aguda—. ¿Por qué estás tan preocupado por ella? ¡Ella no es tu familia! Yo te estoy dando lo más importante, estamos esperando un hijo, ¡nuestro hijo! Y tú... tú sigues
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