CAPÍTULO 37.

La cantina estaba llena de murmullos bajos y el sonido de los vasos chocando contra las mesas, pero cuando Don Emiliano cruzó la puerta, un aire de seriedad y autoridad se impuso de inmediato. Evelio lo seguía de cerca, con los ojos observando cada rincón mientras caminaban hacia la barra.

Enseguida Macario le ofreció un café a don Emiliano, pero este no la aceptó. Macario al ver sus rostros angustiados les preguntó qué estaba sucediendo.

—Estamos muy preocupados, Macario. No hemos visto a Marina, y nadie, al parecer, sabe de su paradero.

Macario cambió su semblante inmediatamente y mandó a preguntar entre los asistentes si habían visto o hablado con la hija de don Emiliano. La respuesta, una vez más , había sido negativa.

El padre de Marina no sabía dónde más acudir. De repente, un sonido metálico y cortante rompió la tensión. Un repique agudo de un teléfono móvil sonó en el aire, desentonando con la quietud del momento.

Don Emiliano reaccionó de inmediato, sobresaltado, como si el
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