CAPÍTULO 36.

Marina despertó lentamente, como si el tiempo se hubiera detenido a su alrededor. Un fuerte dolor de cabeza la inundaba, y sus sentidos parecían nublados, como si despertara de un largo y profundo sueño. Lo primero que notó fue la oscuridad total. ¿Dónde estaba? Se quedó quieta, tratando de entender, pero enseguida sintió una incomodidad extraña en su cuerpo. Intentó mover las manos, pero algo las mantenía rígidas, atadas a un respaldo frío y áspero.

El sudor comenzó a recorrer su frente, y en cuanto intentó mover la cabeza, notó que algo la envolvía. Sus ojos estaban vendados con una tela ajustada con fuerza, impidiéndole ver nada más allá de la oscuridad absoluta. El aire estaba cargado de un olor denso y nauseabundo, un tufo a moho y suciedad que le dificultaba respirar con normalidad.

Comenzó a agitarse, luchando por liberarse de las cuerdas que la mantenían sujeta a la silla. Tiró de sus muñecas con fuerza, pero era inútil. La angustia la empezó a ahogar, y sin poder controlar su
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