CAPÍTULO 35.

El día había transcurrido lento, con la luz del sol desvaneciéndose poco a poco, mientras las sombras se alargaban en la hacienda.

—¿Dónde está Marina? —se preguntó Antonia mientras preparaba la comida con un tono de quien no puede quitarse la sensación de que algo estaba fuera de lugar. No la había visto desde la mañana, y no podía evitar sentirse preocupada.

Por un momento pensó que quizás se estaba haciendo ideas erróneas en su mente. Cuando los padres de Marina se sentaron en la mesa , preguntaron por ella. Tampoco la habían visto y se imaginaron que estaría de paseo o cabalgando y no se percataron de que ya era muy tarde.

—Emiliano, ¿puedes llamarle a Marina? No me responde los mensajes, y ya estoy preocupada. Tal vez no ha escuchado el teléfono —exclamó doña Sofía.

— Claro, ahora mismo lo hago. No te preocupes.

— Gracias. Es raro que no conteste, normalmente está pendiente de su teléfono.

— No contesta. Me manda directo al buzón.

— ¿Al buzón? ¿Está apagado o algo así? Eso es e
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