CAPÍTULO 2.

Habían transcurrido dos días sin que Sebastián se hubiese reportado. A pesar de los intentos de su amiga por animarla con paseos, Marina se sentía atrapada en una melancolía que le impedía encontrar la motivación para realizar ninguna actividad.

La tristeza se había apoderado de Marina de tal manera que cada paso le resultaba pesado. La sensación de vacío en su pecho la hacía querer encerrarse en su propio mundo, donde el tiempo se detuviera y las preocupaciones quedaran atrás. No tenía ganas de hacer nada, ni de enfrentarse al mundo, ni siquiera de salir de su cama. Sin embargo, la realidad estaba allí, y había que afrontarla.

Sabía que, a pesar del peso que llevaba en el corazón, no podía permitir que la tristeza la venciera por completo. El teléfono en su escritorio vibró, recordándole que los asuntos laborales no esperarían. Había correos que responder, llamadas que atender, tareas que cumplir.

Al caer la noche sintió deseos de ir a buscar a Sebastián y exigirle una explicación, pero se imaginó que éste la rechazaría causándole más dolor, entonces, pensó en hacer algo que pudiera lastimarlo, quizás una venganza.

Llevaba horas tratando de armar un plan para lograr que el personaje en cuestión se arrepintiera de haberla humillado como lo hizo. No se le ocurría nada, estaba totalmente ofuscada por el enojo y el dolor, de repente, sintió un impulso, tomó el móvil y le marcó, nerviosa.

—¡Hola! ¿Quién es? —respondió una voz femenina.

Marina dudó un momento.

—Hola, ¿Quién habla? ¿Estoy hablando al número de Sebastián Ortiz?

—Sí, efectivamente, es el número de Sebas —Marina sintió un cierto sarcasmo en esas palabras.

—¿Podrías comunicarme con Sebastian, por favor?

—Lo siento, él no está disponible en este momento ¿Puedo tomar un mensaje?

—¿Con quién tengo el gusto de hablar? —preguntó Marina, tratando de sonar indiferente.

—Voy a tener que cortar la llamada. Por favor, no vuelva a molestarlo. Estamos  en medio de algo importante.

Marina, atónita, no pudo evitar sentir una oleada de desconcierto y molestia. Algo en el tono de aquella mujer le indicaba que la situación era mucho más privada de lo que quería saber y,  como si fuera poco, finalizó la llamada de manera rápida,  como si quisiera cortar cualquier posibilidad de continuar la conversación.

Marina sintió como un nudo se formaba en su garganta, mientras la tristeza y la furia se mezclaban en su interior. La sensación de traición la envolvía destrozando su corazón. Sintió un enorme deseo de desaparecer.

—Si tan sólo fuera una pesadilla –murmuró en voz baja rodeándo su rostro con ambas manos, estaba agotada de toda esta situación y del hecho de que Sebastián la traicionara de esa manera—. Creo que debo irme lejos por un tiempo, quiero alejarme de aquí, de este estúpido lugar. 

Encontraba difícil lidiar con las miradas críticas a  sus espaldas y responder constantemente a las preguntas de sus amigos sobre la ausencia de Sebastián. Afortunadamente, la temporada de exposiciones en la galería había terminado logrando un éxito arrollador en las ventas de sus piezas.

Marina era una talentosa artista que se dedicaba a la creación de pinturas originales, las cuales exhibía en su propia galería, organizando exposiciones y vendiendo sus obras al público.

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