CAPÍTULO 6.

Los siguientes días transcurrieron de manera apacible y serena, en las mañanas el aroma del café preparado por Antonia se colaba por los rincones de la casa, Marina se sentía muy consentida por las atenciones de aquella mujer que se esmeraba en hacerla sentir a gusto y cómoda. 

—Niña Marina, ¿Por qué no ha salido a pasear estos días? —preguntó Antonia al entrar en la habitación—. Han estado muy lindos, debería aprovechar que aún no empiezan las lluvias. Si quiere, puedo decirle a Mauricio que le aliste un caballo para montar ¿Recuerda cómo hacerlo , señorita?

En ese momento comenzaron a llegarle recuerdos de su niñez, recuerdos que estuvieron muy bien escondidos durante muchos años. Sus padres la llevaban muy a menudo de paseo por los alrededores, le encantaba estar allí, solía dar largos paseos a caballo con ellos y, estaba consciente de  que siempre se empeñaban en enseñarle las costumbres de la vida en el campo. Había aprendido a montar a caballo con habilidad y destreza desde muy pequeña.

Decidió no seguir recordando aquellos momentos y,  levantándose rápidamente de la cama le contestó a Antonia con un rotundo no, a su propuesta de hablar con Mauricio. 

—¿Por qué mi niña? —le preguntó. 

—Antonia, tengo mucho tiempo sin montar a caballo—le respondió a sabiendas que era una excusa sólo para que ésta no insistiera—. Tengo miedo de caerme y salir lesionada, no quiero arriesgarme, lo último que quisiera en estos momentos es tener una pierna hecha pedazos, ya es suficiente con el desastre que cargo con mis sentimientos. 

—Bueno, bueno..solo quería que se distrajera y tomara un poco de aire fresco, pero tranquila, de todos modos cuando desee hacerlo, me avisa —Antonia recogió la ropa sucia después de ordenar un poco la habitación y se retiró a hacer sus quehaceres .

Marina sabía que no era el temor a sufrir un accidente la razón por la cual se había negado a la propuesta recibida. Durante unos días se negó a pensar en Mauricio, y en aquel momento que habían vivido. Lo cual había sido una tarea difícil. 

—¿Por qué no puedo dejar de pensar en él? —se preguntó, mientras sus manos nerviosas, jugaban con un mechón de cabello—. Tal vez no era tan importante... tal vez sólo fue un encuentro fortuito, pero algo en su mirada, algo en su voz, me hizo sentir... algo que no había sentido antes.

Mientras pensaba en él sintió como su corazón comenzaba a latir con fuerza, como si el simple recuerdo de su mirada intensa avisara un fuego en su interior. Una calidez inesperada subió desde su pecho hacia su rostro, haciéndola sonrojar. Cerró los ojos por un momento, tratando de entender el torbellino de emociones que la sacudían ¿Cómo podía alguien desatar en ella algo tan fuerte y placentero? 

Temió que Mauricio hubiera notado el temblor que recorrió su cuerpo cuando él la abrazó, el leve estremecimiento que no pudo controlar. La incertidumbre de lo que él pensaba sobre ella, sobre lo que había ocurrido entre ellos, la mantenía atrapada en un círculo vicioso. Su mente no encontraba descanso.

Se preguntó si Mauricio la habría reconocido, aunque ella misma no lo había hecho al principio. Los años habían pasado, y ambos ya no eran los niños que solían ser.

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