Capítulo 100

Los ojos de Nathan contemplaban las tupidas pestañas y la boca entreabierta de su primogénito durante el camino a casa.

No podría existir algo más bello ni sentimientos más puros que los que le profesaba.

Miró a su padre de soslayo, y una torrente de emociones lo hicieron arrepentirse de lo cruel que había sido al juzgarlo en el pasado.

Ese hombre canoso, que conducía con extrema atención, lo perdió todo por sacarlo de la cárcel. Nathan era consciente que fue el causante principal de muchas de sus desgracias, y aun así, podía sentir que su padre le dedicaba la misma mirada amorosa que él le dirigia a Adriel.

Era simplemente un amor inexplicable.

—Señor Urriaga —lo llamó en voz baja.

—¿Qué? —respondió su padre, concentrado en el semáforo.

—Es el mejor papá del mundo. Gracias —su declaración sonó tímida, pero no por ello menos sincera.

Urriaga tragó saliva y enseguida se aclaró la garganta.

—Te amo, hijo —dijo finalmente, y después de eso, ninguno volvió a hablar durante el resto del ca
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