¡Santa cachucha ya dijeron la frase!
Ariadna era consciente de su desmedido estrés, entre los excesos de trabajo, estirar la economía y los constantes reclamos de su madre al enterarse de que volvió con su exesposo. Nunca creyó que la relación con sus padres sería tan pésima; no obstante, las personas cambian, para bien o para mal, y esa era una verdad que todavía le costaba procesar. A sus padres les agradaba la idea de que conociera a Lucas, que saliera con él, que rehiciera su vida. Sin embargo, la “relación” causó descontento después de escuchar su mentalidad. El hombre creció en una familia donde las mujeres tomaban las riendas de su vida. Lucas le pidió a Ariadna que se concentrara en su trabajo, sin importar los sacrificios. Eso no era malo. El problema era que ella ya tenía otra responsabilidad. Su hijo era muy pequeño y a Lucas no parecía importarle que lo dejara solo con tal de realizarse profesionalmente. Los Acosta vieron en eso una señal negativa. “Claro, porque no es su hijo. Por eso no le import
Sus circunstancias no eran las que alguna vez idealizó en su juventud. La vida resultaba dura, complicada, y jamás sintió tanto temor por sus finanzas como en ese momento. Sin embargo, pese a lo difícil de todo, estaba seguro de que nunca experimentó tanta felicidad. Al ver la sonrisa de su amada, al sentir los bracitos de su hijo rodeándole la pierna, sentía una paz única. Lástima que siempre existiera alguien dispuesto a arruinar esos momentos especiales, y en su día perfecto de unión matrimonial, esa persona fue su suegra. Justo después de la boda, comenzó a quejarse de todo. Le reclamó a Ariadna por los grandes sacrificios que hicieron por ella. Con lágrimas de pura amargura, le dijo que detestaba que se conformara con tan poca cosa. Todo porque la boda, en esta ocasión, no fue nada comparado con los buenos tiempos económicos. Criticó sin piedad su vestido, y literalmente lo llamó "corriente". La acusó de conformista por aceptar una simple comida en casa de sus suegros en lug
En las semanas siguientes, Nathan permaneció alerta. Atento a que su suegro no utilizara el trabajo que le otorgó para tenderle alguna clase de trampa. Esos días, ambos avanzaban con precaución, recelaban hasta de su propia sombra. Cautelosos a no revelar algo que uno pudiera emplear en contra del otro. Sin embargo, los días se transformaron en meses y nadie podía fingir ser algo que no era. Así que con más "confianza", Gerardo exhibía su verdadera personalidad. La de un hombre maduro, que disfrutaba ser galante con las empleadas jóvenes. Les invitaba un café o el almuerzo y hacía bromas frecuentemente fuera de lugar. —Buenos días, señorita Jimena. Veo que hoy viene con falda. ¿Qué tal si me da una vueltecita para apreciar mejor la... vista? La joven apretó los puños y esbozó una sonrisa forzada, en su estómago sintió una mezcla de asco e impotencia. —Buenos días, señor Acosta —respondió con la mayor cortesía posible, y luchó contra el impulso de abofetearlo. Gerardo rehusa
Dos años después. Ariadna llevaba oficialmente un año de haber renunciado. Nunca olvidará el gesto de felicidad en el rostro de su madre al darle la noticia. Nathan le dijo que más adelante podía buscar otro trabajo, poner un negocio y hacer lo que ella quisiera. El problema de su antiguo empleo radicaba en la saña con la que Lucas la comenzó a tratar. Ahora era ama de casa, lo que equivalía a hacer mil trabajos al día. Disfrutaba poder estar presente en la vida de su hijo. Las cuestiones laborales las retomaría más adelante. En el presente, sus batallas ya no eran los presupuestos o inventarios. Su mayor lucha era la gastritis, que por falta de cuidado se intensificó. Ese día, en particular, se encontraba tan sensible que inició una discusión con su esposo por no usar portavasos. En su defensa, el comedor era nuevo y de madera. En otras ocasiones le externó su molestia, y Nathan hacía caso omiso a su petición de ser cuidadoso. Toda la mañana y parte de la tarde repasó el i
Hola, primero, muchas gracias a todas las personitas que se han tomado el tiempo de ver vídeos para desbloquear los bonos y los han utilizado en mis capítulos. Gracias a las que han invertido directamente para leer la novela. De verdad si ustedes no se armaría el show. Yo sé que mis escritos no son perfectos pero es una promesa que en cada capítulo seguiré dando lo mejor de mí. Hace unos meses tomé esto como mi trabajo y estoy muy agradecida de los bonitos comentarios que me han dejado. Que Dios les bendiga mucho. Ahora como me gusta promocionarme descaradamente, les dejó la sinopsis de mi primer novela que ya está finalizada: Sádico: ¿Amor o síndrome de Estocolmo? ¿Qué hacer cuando anhelas a alguien completamente indebido? Libia Musso, una romántica empedernida, siempre ha soñado con la familia que nunca tuvo. Con la idea de algún día encontrar a su hombre perfecto, su príncipe azul, y lucha por la irremediable atracción que tiene por los patanes. Un día se embarca a Brasil pa
Los pensamientos no dejaban de revolotear en la mente de Nathan. Ayer se cumplió un año de la muerte de Jennifer, la mujer que lo cuidó y veló por él como si fuera un hijo. Los años pasan y el cuerpo se desgasta. Las enfermedades llegan. La muerte es algo inminente. El tacto de unas manos cálidas lo hizo regresar al presente. —¿No tienes sueño? —le preguntó su esposa. Nathan le acunó las mejillas con ambas manos y besó sus labios. Al principio, fue un gesto suave, una simple muestra de cariño. No obstante, el beso se extendió conforme pasaban los segundos. En el instante en que su lengua se adentró en la boca de su mujer, supo que esa sería una noche larga. Perdió la cuenta de las veces que se hundió en ella, de las veces que lamió sus pezones y que su lengua recorrió sus pliegues. Los dos conocían cada rincón del cuerpo del otro. Se disfrutaban con un deseo intenso, como si sus cuerpos fueran un territorio desconocido. Al día siguiente, se levantaron muy temprano; ese día
Nathan Karsson, antes de volver a su recinto, contempló con una expresión de burla su reflejo en la ventana de vidrio. Si su padre creía que eso sería todo, estaba muy equivocado; su venganza apenas daba inicio. El joven Karsson sacó un teléfono de su portafolio y empezó a mandarle mensajes anónimos a su medio hermano, mediante esos textos, le contaba una elaborada historia de amor, traición e infidelidad protagonizada por Ariadna Acosta. Sus carcajadas resonaron en la habitación. El reloj marcó la siguiente hora y, por placentera que pareciera ser la venganza; ese círculo te devuelve al inicio, a esa sensación de vacío y dolor. En ese tiempo el alcohol resultó su mejor aliado; al ingerirlo, sus absurdas emociones se entumecían. Tras su segunda copa de vino, logró relajarse y con su espalda reclinada en su silla de piel sintética de color negro, la imagen de Ariadna irrumpió en su cabeza. Sus labios carnosos le resultaron apetecibles. La duda de ver qué había debajo de aquel vesti
Llegó la hora de la celebración. Los padres de la novia contemplaron el jardín del Arrecife decorado entre hermosos arreglos de rosas blancas y tul brillante. Hace seis meses ni siquiera se le habría ocurrido una situación como esa. Con semblantes preocupados seguían en la tarea de descifrar que llevó a su hija a casarse de la nada con un hombre que apenas les había presentado. No es que Nathan no fuera un buen partido, se veía una persona de dinero, atractivo y con un hablar elocuente. El problema era que hace seis meses su hija moría de amor por Iván Urriaga. Con el pecho apretado Ariadna atendía a los invitados. Sus mejillas dolían de tanto sonreír. Entonces, a lo lejos alcanzó a escuchar una voz conocida: la señora Estela se encontraba en el lugar, llevaba un vestido azul con pedrería y un hombro descubierto, y el cabello recogido en una cola baja. Enseguida caminó hacia el otro lado, pero su marido, al percatarse de eso, la tomó de la cintura y la llevó hasta la señora Estela