Capítulo 2

Llegó la hora de la celebración. Los padres de la novia contemplaron el jardín del Arrecife decorado entre hermosos arreglos de rosas blancas y tul brillante. Hace seis meses ni siquiera se le habría ocurrido una situación como esa.

Con semblantes preocupados seguían en la tarea de descifrar que llevó a su hija a casarse de la nada con un hombre que apenas les había presentado. No es que Nathan no fuera un buen partido, se veía una persona de dinero, atractivo y con un hablar elocuente. El problema era que hace seis meses su hija moría de amor por Iván Urriaga.

Con el pecho apretado Ariadna atendía a los invitados. Sus mejillas dolían de tanto sonreír.

Entonces, a lo lejos alcanzó a escuchar una voz conocida: la señora Estela se encontraba en el lugar, llevaba un vestido azul con pedrería y un hombro descubierto, y el cabello recogido en una cola baja. Enseguida caminó hacia el otro lado, pero su marido, al percatarse de eso, la tomó de la cintura y la llevó hasta la señora Estela.

Él era más alto, más fuerte, así que resistirse no resultaba una opción.

—Señora Estela, que bella se ve hoy.

La aludida sonrió ampliamente, hasta que sus ojos contemplaron a la bella mujer vestida de novia al costado de Nathan.

»Ella es mi esposa, su nombre es Ariadna Acosta. —Nathan sonrió de lado.

El entrecejo de Estela se arrugó; conmocionada, volteó a ver a los lados en busca de su esposo y de su hijo.

»Parece que ha visto un fantasma. ¿Acaso mi esposa tiene algo de malo?

Estela trató de relajar el rostro. Parpadeó varias veces y con la mayor tranquilidad que pudo le dijo que le deseaba una vida feliz, que de salud no se encontraba muy bien y que tendría que retirarse.

Ariadna se quedó de piedra en su sitio, sin comprender la relación que compartía su esposo con la madre de su ex prometido y a sus espaldas escuchó esa voz grave y juvenil. Deseaba correr lejos de ahí, pero era demasiado tarde.

—¡A-Ariadna! —la llamó aquel joven—. ¿¡Por qué estás vestida así!?

—Ella es mi esposa, la mujer maravillosa de la que te conté —dijo Nathan con fingida inocencia.

—¿Este es el hombre por el cual me dejaste? ¿¡ME ABANDONASTE PARA CASARTE CON MI HERMANO!?

El estómago de la joven novia se revolvió. ¿Iván había dicho hermano? Eso era imposible porque él era hijo único. Además el apellido de aquél hombre era Karsson. Y no era nada parecido a Iván que era una copia exacta de su padre, cabello y ojos oscuros.

Las manos fuertes de su ex prometido apretaron sus brazos.

—¿Qué crees que haces? ¡La lástimas!—Nathan de un movimiento apartó a su esposa del colérico chico.

—Necesito que me digas que esto es una broma de mal gusto. ¡Quiero qué me digas que esto no es real! —Iván se encontraba fuera de sí. Su cerebro no alcanzaba asimilar cómo es que la mujer de su vida se había casado con otro hombre.

Nathan le lanzó un vistazo a Ariadna y entonces ella entendió por qué la eligió.

—Nathan —se escuchó la voz de Iván Urriaga, padre—. ¿Qué pasa?

Estela se puso en medio de su hijo y su hijastro. Iván gritaba que eran personas de m****a. Acusó a Ariadna de ser falsa, deseó delante de todos los invitados que estuviera muerta, le dijo que no solo rompió su corazón, si no que le quitó las ganas de vivir.

—¡Basta, basta, Iván! —rogó Estela, con sus brazos sujetó con fuerza el torso de su hijo.

—¡TE ODIO, LOS ODIO, MALDITOS! —Hizo a su madre de lado y con todas sus fuerzas le soltó un puñetazo a Nathan.

—¡Hijo de puta! —soltó el rubio, y se limpió el labio con la manga de su saco negro. Su siguiente movimiento fue atinarle dos puñetazos, el primero en la boca del estómago y el segundo en la mejilla.

—¡Ya, por favor, paren! —suplicaba Estela con el corazón desbocado, asustada de que su hijo y Nathan terminaran por quitarse la vida.

Iván padre, tuvo la intención de ponerse en medio de ese par y separarlos, pero la furia de su hijo menor era incontrolable.

Mientras tanto Ariadna lloraba desconcertada en una esquina, sus ojos manchados por el rimel. Sus piernas temblaban y dentro de sí el caos le carcomía los huesos. ¿Qué podía hacer? Una mujer del equipo la guío hacia una habitación.

En esa lucha física que se trataba más de una guerra de egos, Nathan atinó tres puñetazos más en el rostro de su medio hermano.

Iván aturdido por los golpes se desvaneció y cayó al suelo. Nathan se puso de cuclillas sobre Iván, sin titubear le iba a dar otro golpe. Sin embargo su padre lo sometió, lo abrazó por la espalda con fuerza y lo quitó de encima de su hijo menor.

Nathan se paró del suelo y se fue a una esquina alejada del salón. El rostro de Iván bañado en sangre, asustó a los invitados.

—Malditos, malditos —susurró Iván.

—Nathan. —El señor Urriaga se acercó a su hijo mayor, sentía vergüenza de pronunciar su nombre—. Nunca fue mi intención… Esto es tan caótico.

—Sigo sin entender qué ha pasado padre. Tengo una larga conversación con mi esposa —le dijo con fingida preocupación, arregló su saco y se limpió la sangre de la barbilla—. Lo mejor será que se retiren, no quiero ocasionar un escándalo en los medios que le afecten. No quiero más problemas.

—Lo siento, hablaré con tu hermano. Yo estoy aquí si me necesitas lo sabes—le susurró Urriaga y fue hasta dónde estaban los demás miembros de su familia.

Nathan caminó directo a la recámara donde habían llevado a retocar a Ariadna. Entró al pequeño cuarto con una expresión seria que se suavizó al estar frente a su esposa.

—El espectáculo fue glorioso —le dijo encantado, y sin poder disimular una enorme sonrisa.

Ariadna se mordió el labio inferior tan fuerte que estuvo a nada de sacarse sangre.

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