Hola, en la nota pasada era epílogo no prólogo jajajaja. Está aventura ya a nada de culminar, espero que le den una oportunidad a mi primera novela finalizada: Sádico. La encuentran en mi perfil. Y también a mi nueva novela que estará pronto en mi perfil titulada: En venta: me convertí en la obsesión del millonario cruel. Muchas gracias ☺️
Hola, primero, muchas gracias a todas las personitas que se han tomado el tiempo de ver vídeos para desbloquear los bonos y los han utilizado en mis capítulos. Gracias a las que han invertido directamente para leer la novela. De verdad si ustedes no se armaría el show. Yo sé que mis escritos no son perfectos pero es una promesa que en cada capítulo seguiré dando lo mejor de mí. Hace unos meses tomé esto como mi trabajo y estoy muy agradecida de los bonitos comentarios que me han dejado. Que Dios les bendiga mucho. Ahora como me gusta promocionarme descaradamente, les dejó la sinopsis de mi primer novela que ya está finalizada: Sádico: ¿Amor o síndrome de Estocolmo? ¿Qué hacer cuando anhelas a alguien completamente indebido? Libia Musso, una romántica empedernida, siempre ha soñado con la familia que nunca tuvo. Con la idea de algún día encontrar a su hombre perfecto, su príncipe azul, y lucha por la irremediable atracción que tiene por los patanes. Un día se embarca a Brasil pa
Los pensamientos no dejaban de revolotear en la mente de Nathan. Ayer se cumplió un año de la muerte de Jennifer, la mujer que lo cuidó y veló por él como si fuera un hijo. Los años pasan y el cuerpo se desgasta. Las enfermedades llegan. La muerte es algo inminente. El tacto de unas manos cálidas lo hizo regresar al presente. —¿No tienes sueño? —le preguntó su esposa. Nathan le acunó las mejillas con ambas manos y besó sus labios. Al principio, fue un gesto suave, una simple muestra de cariño. No obstante, el beso se extendió conforme pasaban los segundos. En el instante en que su lengua se adentró en la boca de su mujer, supo que esa sería una noche larga. Perdió la cuenta de las veces que se hundió en ella, de las veces que lamió sus pezones y que su lengua recorrió sus pliegues. Los dos conocían cada rincón del cuerpo del otro. Se disfrutaban con un deseo intenso, como si sus cuerpos fueran un territorio desconocido. Al día siguiente, se levantaron muy temprano; ese día
Nathan Karsson, antes de volver a su recinto, contempló con una expresión de burla su reflejo en la ventana de vidrio. Si su padre creía que eso sería todo, estaba muy equivocado; su venganza apenas daba inicio. El joven Karsson sacó un teléfono de su portafolio y empezó a mandarle mensajes anónimos a su medio hermano, mediante esos textos, le contaba una elaborada historia de amor, traición e infidelidad protagonizada por Ariadna Acosta. Sus carcajadas resonaron en la habitación. El reloj marcó la siguiente hora y, por placentera que pareciera ser la venganza; ese círculo te devuelve al inicio, a esa sensación de vacío y dolor. En ese tiempo el alcohol resultó su mejor aliado; al ingerirlo, sus absurdas emociones se entumecían. Tras su segunda copa de vino, logró relajarse y con su espalda reclinada en su silla de piel sintética de color negro, la imagen de Ariadna irrumpió en su cabeza. Sus labios carnosos le resultaron apetecibles. La duda de ver qué había debajo de aquel vesti
Llegó la hora de la celebración. Los padres de la novia contemplaron el jardín del Arrecife decorado entre hermosos arreglos de rosas blancas y tul brillante. Hace seis meses ni siquiera se le habría ocurrido una situación como esa. Con semblantes preocupados seguían en la tarea de descifrar que llevó a su hija a casarse de la nada con un hombre que apenas les había presentado. No es que Nathan no fuera un buen partido, se veía una persona de dinero, atractivo y con un hablar elocuente. El problema era que hace seis meses su hija moría de amor por Iván Urriaga. Con el pecho apretado Ariadna atendía a los invitados. Sus mejillas dolían de tanto sonreír. Entonces, a lo lejos alcanzó a escuchar una voz conocida: la señora Estela se encontraba en el lugar, llevaba un vestido azul con pedrería y un hombro descubierto, y el cabello recogido en una cola baja. Enseguida caminó hacia el otro lado, pero su marido, al percatarse de eso, la tomó de la cintura y la llevó hasta la señora Estela
—¿Esto lo planteaste tú? —le preguntó con voz rota—. ¿De verdad te parece glorioso? ¿Qué es lo que te causa tanta gracia? —Ari, Ari, mi amada princesa. ¿Crees que elegirte a ti fue coincidencia? Querías respuestas, aquí las tienes. —Tú y el señor Urriaga… Tú e Iván. ¡Eres una persona horrible! —Apretó los labios y cerró los puños con fuerza. Su misión, su parte de ese trato absurdo, era mucho peor de lo que había imaginado. —Bueno, preciosa. Si tan horrible soy, rompamos este acuerdo. ¿Qué te parece? Lo hubieras dicho desde el principio. —Se aclaró la garganta, mientras se acomodaba con cuidado la corbata—. Terminemos con esto y el salvaje ese que vuelva al lugar donde pertenece. Ariadna lo miró directo a los ojos, horrorizada por lo que ese hombre podía llegar a hacer. —¿Qué dices? —inquirió con el corazón acelerado. —Este contrato lo puedes romper cuando quieras, mi amor. Pero tu amado Iván volverá a prisión por un cargo peor que el anterior. Así se va a quedar encerrado
En el presente. La tarde del siguiente día Nathan apareció en su cuarto y le explicó lo molesto e insistente que era Iván, pues no paraba de enviarle mensajes y llamarla. Le ordenó que le dijera por teléfono que él había sido su amante por muchos meses. —¿Qué ganas con eso? —le preguntó ella, desesperada por dicha petición. —Eso no te importa. Harás lo que te digo. Quiero que ese maldito te odie con la misma fuerza con la que alguna vez dijo amarte. Que aplastes su corazón. —Le entregó el teléfono. Ariadna sujetó el aparato, sentada en la cama, cerró los ojos con fuerza en un intento por despertar de esa pesadilla. —Dijiste que no le harías nada si me casaba contigo. —Apretó el móvil. —No, yo te dije que no lo metería a prisión. Jamás mencioné otras cosas. —Sus fosas nasales se ensancharon y comenzó a caminar en círculos—. Ese bastardo no es más que un ladrón; me roba mi empresa. Te imaginas trabajar día y noche para levantar una corporación y que tu padre de la noche a la
Las nubes revoloteaban entre el cielo azul. Ariadna bajó al primer piso de la casa Karsson con sigilo. Lo primero que sus ojos vieron al bajar fue a Nathan recostado en el sofá. Avanzó a paso lento hacia él. De cerca se dio cuenta que no llevaba camisa, sus mejillas se ruborizaron, y desvió la mirada hacia su mano derecha, vendada y manchada de rojo carmesí. Con cuidado lo revisó, con el entrecejo fruncido. Sus ojos se posaron en su rostro y contempló los mechones de cabello rubio que bailaban en su frente, su nariz respingada hacía un ligero sonido al respirar. Ese hombre parecía un actor famoso, ¿por qué alguien así querría una venganza tan tortuosa? —¿Necesita algo, señora? Ariadna brincó al escuchar la voz de Jennifer, se apresuró a decirle que no, y subió a su cuarto. *** Nathan Karsson se miró al espejo y lo único que vislumbraba era el fracaso. Toda su vida se esforzó por obtener una muestra de afecto genuina de parte de su padre. Se preguntó si la razón de su despreci
Había transcurrido una hora que desde que Jennifer salió de su habitación, el motivo de su aparición fue para recordarle la salida que tenía ese día con su esposo Nathan. Ellos no eran una pareja real; y cualquiera con un poco de sentido común podía notarlo. Una semana antes de su boda, había salido de su casa con dos maletas grandes color café, apenas y pudo llevarse algunas prendas. Era tanta su tristeza y tan nulas ganas de adaptarse a su nueva vida que su ropa seguía en las maletas, en los días posteriores alternaba entre pijamas; su día empezaba en esas cuatro paredes y terminaba en esas cuatro paredes. Y ahora sin más su querido “esposo” le decía que se arreglara para presentarla a sus colegas. Después de tanta indecisión, Ariadna se miraba al espejo, nunca fue una mujer insegura o eso creyó, en esa nueva vida le aterraba el hecho de que el sol saliera. Optó por una falda gris que le llegaba abajo de la rodilla, una blusa blanca, aretes y collar corto en color dorado y un