34. Regresa a mi.

Un escalofrío recorría las opulentas estancias del castillo Deveroux. La noticia se extendía como una neblina helada, sembrando el pánico entre los sirvientes y la nobleza. Nadie sabía si la víctima del vil atentado había sido la princesa o el príncipe.

Todo ocurrió durante el desayuno en su honor, tras ser bendecidos por la diosa Selene. La celebración, llena de júbilo y opulencia, se tornó trágica tras el brindis. Solo un pequeño sorbo de una copa de cristal tallado provocó que, segundos después, uno de los príncipes se convulsionara y colapsara ante la horrorizada mirada de los asistentes.

La voz atronadora del rey lycan, Antuan, resonó:

—¡Llamen a los médicos reales y cierren todas las salidas del castillo! ¡Nadie saldrá ni entrará hasta que demos con el culpable de este horrible atentado!

Teresa llevaba el bote escondido en su sujetador. El escozor que sentía por un par de gotas que lo habían manchado era indescriptible. Ciertamente, era una poción muy concentrada de Matalobos, p
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