Alexander logró alcanzar al lobo, ahora convertido en hombre. Por alguna extraña razón, no sentía miedo, pero sí una enorme curiosidad por sus palabras.
—¿Dime quién eres?—No es el momento para que lo sepas, además ya no hay tiempo. Debes volver.Las sombras que se formaban por el resplandor dorado de la luna empezaron a desaparecer.—Toma mi mano, no tengas miedo, yo te llevaré al lugar donde debes estar, el lugar donde todos te están esperando.Alexander no pudo evitar estremecerse ante el tono de la voz de esa persona, y las frías sombras que trataban de envolverlo en un abrazo mortal. No lo pensó más y se aferró a la mano frente a él.Un sonido claro y suave comenzó a escucharse a su alrededor, llenándolo todo.—¿Qué es este peculiar ruido, que parece calmar mi alma?—Es el sonido de mi corazón. Es hermoso, ¿verdad? Es por ese sonido que debes volver. Ya elegí a un padre y una madre para esta vida que empreTodos los guardias se acercaron con sus armas, listos para atacar.Sin embargo, Antuan, con una sola mano, los hizo apartarse.—Deténganse. Él tiene todo el derecho de hacer lo que hace. Como rey, es mi deber mantener a todos a salvo, y mi nieta estuvo en peligro no solo una vez, sino dos veces.El lobo de Alexander no estaba atacando al rey, pero sí le exigía respuestas sobre la seguridad de su luna y su nieta.Todos en el castillo eran sospechosos, por lo que serían tratados como tal.Los médicos reales llegaron hasta donde se encontraban los príncipes para llevarlos de regreso a una habitación.La loba de Franchesca guio a su pareja hasta el interior del castillo. Tras transformarse, se acercó hasta donde Alexander ya estaba siendo examinado por el doctor.—Haberse transformado de esa manera al despertar ha hecho que parte del acónito fuera desechado, pero eso también ha afectado una parte de sus nervios ópticos, lo q
Teresa seguía nerviosa. Markus le había quitado el frasco con la poción matalobos, llevándola hasta la habitación de ambos y ordenándole meterse a bañar para eliminar cualquier rastro del olor de la poción en su piel.—No tardaré, me desharé de este maldito frasco y al volver, tú y yo hablaremos —le había dicho Markus dejándola a solas.El agua cayendo por el cuerpo de Teresa, en vez de tranquilizarla, la hacía sentir más culpable. El ardor que el agua causaba sobre su pecho, justo en el lugar donde había tenido contacto su piel con el acónito, la hizo gimotear de dolor, llevándola a recordar todo lo ocurrido desde el momento que su padre le dio la orden.Salió media hora después de la ducha, dándose cuenta de que Markus aún no había regresado a la habitación. Ella no pudo evitar estremecerse de miedo al escuchar ruidos, imaginando que tal vez los guardias lo habían encontrado con el frasco en su poder.—Markus, por favor… no tardes—pidió Teresa,
—¿No me vas a decir cómo es nuestro futuro hijo? —preguntó Franchesca a Alex con picardía, mientras le hacía cosquillas en el costado.Habían compartido un desayuno agradable y, de no ser por la mirada lechosa de su esposo sobre ella que indicaba su ceguera, todo habría sido felicidad. Franchesca no pudo evitar entristecerse un poco, guardando esos sentimientos lejos del profundo vínculo que compartía con su alfa. Soltando un suspiro, dijo:—Creo que si volvemos a llamar a los médicos reales, mis abuelos sufrirán un infarto —dijo con un tono juguetón—. Así que me haré una prueba casera tan pronto como tenga la oportunidad. ¿Estás de acuerdo, mi amor?Alex la miró con ternura, sus ojos brillando con emoción.—Por supuesto que sí, mi querida Franchesca —respondió con voz suave—. Me encantaría saber si es un niño o una niña. Pero lo más importante es que esté sano y que tú estés bien.Se inclinó para besarla en la frente, un gesto lleno de a
Alexander en ese momento del cambio maldijo, y no por el hecho de que su esposa tomara el control, sino por el simple hecho de no poder verla. Aun así, seguía poseído por sus instintos, lo que lo llevó a llevar sus manos a las caderas de Franchesca, ayudándola a empujarse hacia arriba, disfrutando de esa nueva posición que lo hacía sentirse más adentro de ella.Franchesca no pudo evitar gemir de placer al sentir toda la envergadura de su esposo en su interior.—¡Oh Alex!— jadeó ella, llevando las manos de su esposo por su cuerpo hasta sus pechos, mientras seguía subiendo y bajando sobre su erección como una amazona salvaje, moviendo sus caderas. Se detenía justo antes de sacar por completo su polla, haciendo un círculo con sus caderas antes de dejarse caer una vez más.Él disfrutaba del vaivén de las caderas de su esposa, de cómo se movía, de cómo lo montaba, haciéndolo desesperar y provocando que su cadera se moviera hacia arriba en busca d
Franchesca asintió, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. El instinto protector de su alfa era casi tangible, y ella sabía que juntos enfrentarían lo que viniera. Se giró hacia Alexander, susurrando palabras de calma y amor antes de dirigirse hacia las habitaciones reales, donde los reyes se encontraban con el traidor.El ambiente en el castillo estaba cargado de tensión, y a cada paso que daban, Franchesca y Alexander sentían las miradas curiosas y temerosas de los sirvientes y guardias. Al llegar a las habitaciones reales, vieron a Antuan y Sophie de pie, con la mirada fija en el licántropo capturado, que estaba arrodillado y encadenado.—Abuelos—dijo Franchesca con voz firme, aunque su interior temblaba—. Estamos aquí.Sophie se giró hacia ellos, su rostro una mezcla de rabia y alivio al ver a su nieta a salvo.—Franchesca, Alexander—dijo ella—. Este es el licántropo que se atrevió a hacerte daño.Antuan, con una expresión implac
Teresa giró el rostro y ofreció el cuello, estremeciéndose por completo al notar la caricia de los colmillos de Markus, preparada para sentir cómo se hundían en su piel. Justo en ese momento, la puerta se abrió y un aroma conocido inundó la sala.—Lo siento, no quería interrumpir —dijo Alexandra, algo sonrojada al darse cuenta de que había interrumpido un momento importante.Markus se incorporó rápidamente, su rostro retornó al estado normal y fijó su mirada en la mujer que acababa de entrar sin decir nada, pareciendo por un momento congelado.—Alexandra —Teresa también se apartó, avergonzada, girándose para observar a la madre de Alexander—, no te preocupes.—Yo… estaba buscando a mi hijo —dijo Alexandra, preocupada—. Me informaron de su ceguera y estaba algo nerviosa y creo que me equivoqué de habitación.Markus seguía sin decir nada, retiró la mano del cuello de su esposa y, sin dejar de observar a la recién llegada, se dirigió hasta l
—Estoy bien, madre —respondió Alexander con sobriedad—. El médico me dijo que es muy probable que recupere la vista pronto, así que parece que el intento de envenenamiento que recibimos quedará en un simple susto.Alexandra se alegró ante las palabras de su hijo, también al verlo feliz con su luna a su lado.—Me alegra que pronto estés bien. También escuché que ahora son una pareja bendecida por la diosa Selene. Princesa Franchesca, gracias por cuidar de mi hijo.Franchesca escuchó lo dicho por la madre de Alexander, notando en el tono de su voz que decía la verdad.—No tiene nada que agradecer. Alexander es mi alfa, mi mate, mi otra mitad. Daría mi vida por él, así como yo sé que él daría su vida por mí.Esas últimas palabras, por supuesto, no iban dirigidas a la madre de Alexander, sino a la mujer que parecía tratar de esconderse tras ella.—Ahora lo único que deseo es encontrar a la persona que se atrevió a envenenar a mi espo
Tres días después de la captura del Duque Crawley, nuevamente se encontraba frente a frente con Alexander en medio de la arena destinada para los duelos. Era la segunda vez en más de dos siglos que se veían a dos grandes alfas enfrentarse. No desde que la diosa Selene había intervenido enviando a sus lunas al clan Deveroux, y estas eligiendo no solo a los más poderosos alfas, sino también dándoles a sus mates el poder sobre todos los demás alfas, convirtiéndolos en los reyes alfas.No obstante, era inevitable la lucha entre el conde y el duque. Era una lucha no solo de poder sino de advertencia para todos los demás. La diosa estaba enfadada y reclamaba la sangre del alfa que se había atrevido a mancillar a una de sus hijas directas.Alexander todavía no había recuperado la visión al cien por ciento, pero estaba lo suficientemente bien como para ver todo a su alrededor. Tal vez en algún momento se le empañara la vista, pero nada que le impidiera luchar.La