—¿No me vas a decir cómo es nuestro futuro hijo? —preguntó Franchesca a Alex con picardía, mientras le hacía cosquillas en el costado.
Habían compartido un desayuno agradable y, de no ser por la mirada lechosa de su esposo sobre ella que indicaba su ceguera, todo habría sido felicidad. Franchesca no pudo evitar entristecerse un poco, guardando esos sentimientos lejos del profundo vínculo que compartía con su alfa. Soltando un suspiro, dijo:—Creo que si volvemos a llamar a los médicos reales, mis abuelos sufrirán un infarto —dijo con un tono juguetón—. Así que me haré una prueba casera tan pronto como tenga la oportunidad. ¿Estás de acuerdo, mi amor?Alex la miró con ternura, sus ojos brillando con emoción.—Por supuesto que sí, mi querida Franchesca —respondió con voz suave—. Me encantaría saber si es un niño o una niña. Pero lo más importante es que esté sano y que tú estés bien.Se inclinó para besarla en la frente, un gesto lleno de aAlexander en ese momento del cambio maldijo, y no por el hecho de que su esposa tomara el control, sino por el simple hecho de no poder verla. Aun así, seguía poseído por sus instintos, lo que lo llevó a llevar sus manos a las caderas de Franchesca, ayudándola a empujarse hacia arriba, disfrutando de esa nueva posición que lo hacía sentirse más adentro de ella.Franchesca no pudo evitar gemir de placer al sentir toda la envergadura de su esposo en su interior.—¡Oh Alex!— jadeó ella, llevando las manos de su esposo por su cuerpo hasta sus pechos, mientras seguía subiendo y bajando sobre su erección como una amazona salvaje, moviendo sus caderas. Se detenía justo antes de sacar por completo su polla, haciendo un círculo con sus caderas antes de dejarse caer una vez más.Él disfrutaba del vaivén de las caderas de su esposa, de cómo se movía, de cómo lo montaba, haciéndolo desesperar y provocando que su cadera se moviera hacia arriba en busca d
Franchesca asintió, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. El instinto protector de su alfa era casi tangible, y ella sabía que juntos enfrentarían lo que viniera. Se giró hacia Alexander, susurrando palabras de calma y amor antes de dirigirse hacia las habitaciones reales, donde los reyes se encontraban con el traidor.El ambiente en el castillo estaba cargado de tensión, y a cada paso que daban, Franchesca y Alexander sentían las miradas curiosas y temerosas de los sirvientes y guardias. Al llegar a las habitaciones reales, vieron a Antuan y Sophie de pie, con la mirada fija en el licántropo capturado, que estaba arrodillado y encadenado.—Abuelos—dijo Franchesca con voz firme, aunque su interior temblaba—. Estamos aquí.Sophie se giró hacia ellos, su rostro una mezcla de rabia y alivio al ver a su nieta a salvo.—Franchesca, Alexander—dijo ella—. Este es el licántropo que se atrevió a hacerte daño.Antuan, con una expresión implac
Teresa giró el rostro y ofreció el cuello, estremeciéndose por completo al notar la caricia de los colmillos de Markus, preparada para sentir cómo se hundían en su piel. Justo en ese momento, la puerta se abrió y un aroma conocido inundó la sala.—Lo siento, no quería interrumpir —dijo Alexandra, algo sonrojada al darse cuenta de que había interrumpido un momento importante.Markus se incorporó rápidamente, su rostro retornó al estado normal y fijó su mirada en la mujer que acababa de entrar sin decir nada, pareciendo por un momento congelado.—Alexandra —Teresa también se apartó, avergonzada, girándose para observar a la madre de Alexander—, no te preocupes.—Yo… estaba buscando a mi hijo —dijo Alexandra, preocupada—. Me informaron de su ceguera y estaba algo nerviosa y creo que me equivoqué de habitación.Markus seguía sin decir nada, retiró la mano del cuello de su esposa y, sin dejar de observar a la recién llegada, se dirigió hasta l
—Estoy bien, madre —respondió Alexander con sobriedad—. El médico me dijo que es muy probable que recupere la vista pronto, así que parece que el intento de envenenamiento que recibimos quedará en un simple susto.Alexandra se alegró ante las palabras de su hijo, también al verlo feliz con su luna a su lado.—Me alegra que pronto estés bien. También escuché que ahora son una pareja bendecida por la diosa Selene. Princesa Franchesca, gracias por cuidar de mi hijo.Franchesca escuchó lo dicho por la madre de Alexander, notando en el tono de su voz que decía la verdad.—No tiene nada que agradecer. Alexander es mi alfa, mi mate, mi otra mitad. Daría mi vida por él, así como yo sé que él daría su vida por mí.Esas últimas palabras, por supuesto, no iban dirigidas a la madre de Alexander, sino a la mujer que parecía tratar de esconderse tras ella.—Ahora lo único que deseo es encontrar a la persona que se atrevió a envenenar a mi espo
Tres días después de la captura del Duque Crawley, nuevamente se encontraba frente a frente con Alexander en medio de la arena destinada para los duelos. Era la segunda vez en más de dos siglos que se veían a dos grandes alfas enfrentarse. No desde que la diosa Selene había intervenido enviando a sus lunas al clan Deveroux, y estas eligiendo no solo a los más poderosos alfas, sino también dándoles a sus mates el poder sobre todos los demás alfas, convirtiéndolos en los reyes alfas.No obstante, era inevitable la lucha entre el conde y el duque. Era una lucha no solo de poder sino de advertencia para todos los demás. La diosa estaba enfadada y reclamaba la sangre del alfa que se había atrevido a mancillar a una de sus hijas directas.Alexander todavía no había recuperado la visión al cien por ciento, pero estaba lo suficientemente bien como para ver todo a su alrededor. Tal vez en algún momento se le empañara la vista, pero nada que le impidiera luchar.La
Teresa detuvo el andar de su esposo antes de que caminara a felicitar a Alexander por su victoria y presentar sus respetos. —Markus, creo que no te he dicho el nombre de mi padre —le dijo—, pero creo que ya es momento de decírtelo. Markus le sonrió, tomándola del mentón. Ella no tenía que decir nada, sabía perfectamente quién era su padre. —No tienes que decirme quién es. Sé quién es. —¿Pero cómo es que lo has sabido? —le preguntó ella, en su mirada se podía notar el miedo que tenía al imaginar lo que su padre podría hacerle a Markus si se enteraba de que ella le había hablado de él. —Descuida, no importa cómo lo haya sabido. Lo importante es que lo sé y que ya no dejaré que él te haga daño, ni a ti ni a tu madre. Teresa asintió a lo dicho por Markus. Confiaba en él. —Ahora debemos ir a celebrar el triun
—¿Estás seguro de que quieres que sea hoy? Mira que podemos esperar a mañana —dijo Franchesca a su alfa—. No es necesario que me revise el médico hoy. La única razón por la que se encontraba frente a la puerta de la consulta del médico real del castillo Deveroux era por una plática que había surgido durante la cena de victoria, donde Sophie, la reina, relataba lo duro que había sido su embarazo al ser un lobo negro. —No me pasará lo mismo que a mi abuela. Ella siempre ha sido de salud muy delicada. Mi abuelo siempre lo ha dicho. Alexander sí se había quedado preocupado por la forma en que la abuela de su esposa había relatado el embarazo y posterior parto de su difunto suegro, sobre todo la parte en la que los lobos negros nacen en forma animal y como en medio de los dolores de las fuertes contracciones por el parto, tuvo que transformarse para tener a su bebé como loba. Pero lo que más le había impactado era saber que de no ser así, el cachorro la habría desgarrado abriéndose paso
—¡Alex, tu madre! La voz de Franchesca fue lo único que escuchó Alexander antes de sentir cómo caía al vacío, un pozo lleno de recuerdos que se agolpaban en su mente como un río desbordado. Imágenes de su madre más joven, paseando por los bosques, siendo perseguida por cazadores no solo humanos, sino también sobrenaturales en busca de su poder. Siendo rescatada por un lobo negro, que luchó contra aquellos que deseaban capturarla. El lobo se convirtió en un apuesto joven justo frente a sus ojos, tendiendo su mano y manteniéndola a salvo al llevarla hasta su manada. La pelea que se había suscitado entre el joven y su padre, al declararse enamorado de ella. Todos esos recuerdos se abrían paso de manera dolorosa a través de la mente de Alexandra, recuerdos que habían sido enterrados en su interior por algo o alguien y que ahora corrían libres. Mientras Alexandra se encontraba inconsciente, Andrew fue tomado de las solapas de su costoso traje y azotado contra un muro por Alexander, en