38. Odio no poder verte.

—¿No me vas a decir cómo es nuestro futuro hijo? —preguntó Franchesca a Alex con picardía, mientras le hacía cosquillas en el costado.

Habían compartido un desayuno agradable y, de no ser por la mirada lechosa de su esposo sobre ella que indicaba su ceguera, todo habría sido felicidad. Franchesca no pudo evitar entristecerse un poco, guardando esos sentimientos lejos del profundo vínculo que compartía con su alfa. Soltando un suspiro, dijo:

—Creo que si volvemos a llamar a los médicos reales, mis abuelos sufrirán un infarto —dijo con un tono juguetón—. Así que me haré una prueba casera tan pronto como tenga la oportunidad. ¿Estás de acuerdo, mi amor?

Alex la miró con ternura, sus ojos brillando con emoción.

—Por supuesto que sí, mi querida Franchesca —respondió con voz suave—. Me encantaría saber si es un niño o una niña. Pero lo más importante es que esté sano y que tú estés bien.

Se inclinó para besarla en la frente, un gesto lleno de a
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