Teresa detuvo el andar de su esposo antes de que caminara a felicitar a Alexander por su victoria y presentar sus respetos.
—Markus, creo que no te he dicho el nombre de mi padre —le dijo—, pero creo que ya es momento de decírtelo. Markus le sonrió, tomándola del mentón. Ella no tenía que decir nada, sabía perfectamente quién era su padre. —No tienes que decirme quién es. Sé quién es. —¿Pero cómo es que lo has sabido? —le preguntó ella, en su mirada se podía notar el miedo que tenía al imaginar lo que su padre podría hacerle a Markus si se enteraba de que ella le había hablado de él. —Descuida, no importa cómo lo haya sabido. Lo importante es que lo sé y que ya no dejaré que él te haga daño, ni a ti ni a tu madre. Teresa asintió a lo dicho por Markus. Confiaba en él. —Ahora debemos ir a celebrar el triun—¿Estás seguro de que quieres que sea hoy? Mira que podemos esperar a mañana —dijo Franchesca a su alfa—. No es necesario que me revise el médico hoy. La única razón por la que se encontraba frente a la puerta de la consulta del médico real del castillo Deveroux era por una plática que había surgido durante la cena de victoria, donde Sophie, la reina, relataba lo duro que había sido su embarazo al ser un lobo negro. —No me pasará lo mismo que a mi abuela. Ella siempre ha sido de salud muy delicada. Mi abuelo siempre lo ha dicho. Alexander sí se había quedado preocupado por la forma en que la abuela de su esposa había relatado el embarazo y posterior parto de su difunto suegro, sobre todo la parte en la que los lobos negros nacen en forma animal y como en medio de los dolores de las fuertes contracciones por el parto, tuvo que transformarse para tener a su bebé como loba. Pero lo que más le había impactado era saber que de no ser así, el cachorro la habría desgarrado abriéndose paso
—¡Alex, tu madre! La voz de Franchesca fue lo único que escuchó Alexander antes de sentir cómo caía al vacío, un pozo lleno de recuerdos que se agolpaban en su mente como un río desbordado. Imágenes de su madre más joven, paseando por los bosques, siendo perseguida por cazadores no solo humanos, sino también sobrenaturales en busca de su poder. Siendo rescatada por un lobo negro, que luchó contra aquellos que deseaban capturarla. El lobo se convirtió en un apuesto joven justo frente a sus ojos, tendiendo su mano y manteniéndola a salvo al llevarla hasta su manada. La pelea que se había suscitado entre el joven y su padre, al declararse enamorado de ella. Todos esos recuerdos se abrían paso de manera dolorosa a través de la mente de Alexandra, recuerdos que habían sido enterrados en su interior por algo o alguien y que ahora corrían libres. Mientras Alexandra se encontraba inconsciente, Andrew fue tomado de las solapas de su costoso traje y azotado contra un muro por Alexander, en
Alexandra despertó con un dolor de cabeza intenso y sin saber dónde estaba. Necesitaba desesperadamente llegar a la ventana y cerrar completamente las cortinas. Anhelaba silencio y oscuridad total.Se levantó con dificultad, trastabillando al intentar dar su primer paso fuera de la cama. Cerró los ojos, esperando el dolor de la caída, pero nunca llegó. En cambio, se encontró de pie, sostenida por unos brazos suaves y fuertes.No pudo evitar abandonarse a esos brazos, tan familiares y al mismo tiempo tan dolorosamente extraños. Aún cegada por el dolor de cabeza, llevó sus manos por los brazos y hombros del hombre que la sostenía.—Robert… ¿Eres tú? —preguntó, llevando sus manos temblorosas hasta su rostro.Sintió la familiaridad de su piel, la forma de sus mejillas y la línea de su mandíbula. No obstante, al abrir los ojos, no fue a Robert a quien encontró observándola con una mirada preocupada. En su lugar, se encontraba Markus, el esposo y alfa de Teresa.—No soy él, pero estoy aquí
Él no podía confesar quién era en realidad, pero podía mostrárselo. Podía hacerle sentir, con cada movimiento de su cuerpo, cuánto la había amado y cuánto la amaba todavía, a pesar de estar casado con otra mujer.Bajó por su cuerpo, acariciando y saboreando sus senos, entreteniéndose en besar uno y luego el otro, succionando sus pezones hasta que estuvieron erectos, disfrutando de los gemidos que lograba arrancarle.Alexandra se perdió en esas nuevas sensaciones, en las caricias de ese hombre. Sus labios saboreaban esa parte sensible de su cuerpo, haciéndola gemir de placer.—Por favor, no pares…No quería pensar, solo dejarse llevar. Además, el dolor de cabeza parecía haber menguado desde el momento en que él se acercó a ella.—Quiero saborearte entera, Alexandra —murmuró, dejando besos por su piel hasta su vientre. Recordó el miedo que tuvo cuando pensó que ella moriría al dar a luz a su hijo, pero logró salvarla.Abrió sus piernas y acarició su vulva con dos dedos, observando su re
Andrew se encontraba serio, pensativo, rodeado de otros alfas y omegas en la habitación.—Estamos perdiendo terreno, Andrew. No solo has perdido el poder de los Di Angelo, también ha aparecido quien pueda tomar el lugar del rey —dijo uno de los alfas.La voz de todos los presentes empezó a elevarse, llenando la habitación con quejas y recriminaciones.—Hubiéramos tenido una oportunidad si hubieras convencido a tu difunto hermano de levantarse contra Antuan en su momento o, mejor aún, si hubieras criado a tu sobrino con la creencia de que los Deveroux mataron a su padre —reclamó otro alfa.—Sí, eso hubiera sido perfecto. Pero no solo Alexander Di Angelo despertó siendo un lobo negro, sino que se ha casado con la legítima heredera al trono y una luna elegida por Selene la diosa —añadió un omega, con voz de resentimiento.Todas las quejas y recriminaciones de sus aliados conspiradores eran como pequeñas dagas que herían el ego de Andrew.Siglos atrás, los Di Angelo y los Deveroux eran los
Alexander suspiró, sabiendo que no podía ocultarle nada a su esposa.—Nada relevante, solo me encontré a Lamash saliendo de la habitación de mi madre, y me dio una excusa. Pero no me fío de él. Hay algo que no está bien.Franchesca se sorprendió mucho por lo dicho por su esposo.—¿Pero qué te dijo? —preguntó Franchesca, intentando imaginar qué era lo que había llevado a Lamash a buscar a la madre de Alexander.—Como dije, se inventó una excusa, pero eso no es lo que me molesta. Lo que me molestó fue el olor de mi madre sobre él. Toda mi vida escuché que mi madre era una zorra por haber engañado a mi padre; es más, se puso en duda que mi padre fuera mi padre, pero…Franchesca llevó su mano hasta la de su esposo.—No pienses mal de tu madre, por favor. Se ha comprobado que tú eres el legítimo heredero. Todo lo que se dijo antes solo eran habladurías —dijo Franchesca, llevando la mano de Alexander hasta su rostro, acunándolo—. No desconfíes de tu madre.Mientras tanto, Markus regresaba a
Alexander no se dio cuenta de lo obvio que había sido con su madre. En medio de sus dudas sobre el supuesto amante de ella, tuvo que buscar rápidamente una excusa para no delatarse. Esa excusa fue lo que más le preocupaba últimamente: la posibilidad de que algo le ocurriera a su esposa durante el parto.—Madre, no hables tan fuerte, pueden oírte —dijo Alexander, mirando a su alrededor y finalmente sentándose a su lado en el banco.—Lo siento, pero verte es como viajar al pasado y ver a tu padre con la misma mirada llena de preocupación —respondió Alexandra con una sonrisa leve y llena de ternura, llevando su mano hasta el rostro de su hijo.Alexander cerró los ojos, disfrutando de esa pequeña muestra de cariño.—Sé que las lobas están preparadas para ello, sé que no hay ningún tipo de peligro, sé que el hecho de que tenga un lobo negro es solo una posibilidad y que en ese caso su cuerpo respondería como se debe —Alexander se quedó callado por un instante, mirando al cielo y suspirando
Markus y Teresa caminaban hacia el comedor del castillo para reunirse con todos a desayunar, encontrándose de frente con Franchesca.—Princesa —dijeron Markus y Teresa, inclinándose levemente hacia delante para presentarle sus respetos.—Buenos días —respondió ella—. ¿Se dirigen al comedor para el desayuno?—Así es, nos dirigimos al comedor a unirnos con todos para desayunar. ¿Usted también? —respondió Teresa por primera vez dirigiéndose a Franchesca con respeto.—Sí, también iré allá en un momento —dijo Franchesca tratando de sonar tranquila—. Por favor, continúen su camino.Sin embargo, podría engañar a Teresa pero no a Markus, quien tras alejarse un par de pasos con Teresa, se disculpó con ella con una excusa para poder regresar a la habitación de ambos. Su excusa le sirvió para regresar y poder hablar con la princesa.—Franny —la llamó Markus con cariño.Ella no tardó en voltear a verlo al escuchar su voz y la forma en que la llamaba, alegrándose al verlo caminar hacia ella.—Prot