47. No te alejes.

Alexandra despertó con un dolor de cabeza intenso y sin saber dónde estaba. Necesitaba desesperadamente llegar a la ventana y cerrar completamente las cortinas. Anhelaba silencio y oscuridad total.

Se levantó con dificultad, trastabillando al intentar dar su primer paso fuera de la cama. Cerró los ojos, esperando el dolor de la caída, pero nunca llegó. En cambio, se encontró de pie, sostenida por unos brazos suaves y fuertes.

No pudo evitar abandonarse a esos brazos, tan familiares y al mismo tiempo tan dolorosamente extraños. Aún cegada por el dolor de cabeza, llevó sus manos por los brazos y hombros del hombre que la sostenía.

—Robert… ¿Eres tú? —preguntó, llevando sus manos temblorosas hasta su rostro.

Sintió la familiaridad de su piel, la forma de sus mejillas y la línea de su mandíbula. No obstante, al abrir los ojos, no fue a Robert a quien encontró observándola con una mirada preocupada. En su lugar, se encontraba Markus, el esposo y alfa de Teresa.

—No soy él, pero estoy aquí
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