Andrew se encontraba serio, pensativo, rodeado de otros alfas y omegas en la habitación.—Estamos perdiendo terreno, Andrew. No solo has perdido el poder de los Di Angelo, también ha aparecido quien pueda tomar el lugar del rey —dijo uno de los alfas.La voz de todos los presentes empezó a elevarse, llenando la habitación con quejas y recriminaciones.—Hubiéramos tenido una oportunidad si hubieras convencido a tu difunto hermano de levantarse contra Antuan en su momento o, mejor aún, si hubieras criado a tu sobrino con la creencia de que los Deveroux mataron a su padre —reclamó otro alfa.—Sí, eso hubiera sido perfecto. Pero no solo Alexander Di Angelo despertó siendo un lobo negro, sino que se ha casado con la legítima heredera al trono y una luna elegida por Selene la diosa —añadió un omega, con voz de resentimiento.Todas las quejas y recriminaciones de sus aliados conspiradores eran como pequeñas dagas que herían el ego de Andrew.Siglos atrás, los Di Angelo y los Deveroux eran los
Alexander suspiró, sabiendo que no podía ocultarle nada a su esposa.—Nada relevante, solo me encontré a Lamash saliendo de la habitación de mi madre, y me dio una excusa. Pero no me fío de él. Hay algo que no está bien.Franchesca se sorprendió mucho por lo dicho por su esposo.—¿Pero qué te dijo? —preguntó Franchesca, intentando imaginar qué era lo que había llevado a Lamash a buscar a la madre de Alexander.—Como dije, se inventó una excusa, pero eso no es lo que me molesta. Lo que me molestó fue el olor de mi madre sobre él. Toda mi vida escuché que mi madre era una zorra por haber engañado a mi padre; es más, se puso en duda que mi padre fuera mi padre, pero…Franchesca llevó su mano hasta la de su esposo.—No pienses mal de tu madre, por favor. Se ha comprobado que tú eres el legítimo heredero. Todo lo que se dijo antes solo eran habladurías —dijo Franchesca, llevando la mano de Alexander hasta su rostro, acunándolo—. No desconfíes de tu madre.Mientras tanto, Markus regresaba a
Alexander no se dio cuenta de lo obvio que había sido con su madre. En medio de sus dudas sobre el supuesto amante de ella, tuvo que buscar rápidamente una excusa para no delatarse. Esa excusa fue lo que más le preocupaba últimamente: la posibilidad de que algo le ocurriera a su esposa durante el parto.—Madre, no hables tan fuerte, pueden oírte —dijo Alexander, mirando a su alrededor y finalmente sentándose a su lado en el banco.—Lo siento, pero verte es como viajar al pasado y ver a tu padre con la misma mirada llena de preocupación —respondió Alexandra con una sonrisa leve y llena de ternura, llevando su mano hasta el rostro de su hijo.Alexander cerró los ojos, disfrutando de esa pequeña muestra de cariño.—Sé que las lobas están preparadas para ello, sé que no hay ningún tipo de peligro, sé que el hecho de que tenga un lobo negro es solo una posibilidad y que en ese caso su cuerpo respondería como se debe —Alexander se quedó callado por un instante, mirando al cielo y suspirando
Markus y Teresa caminaban hacia el comedor del castillo para reunirse con todos a desayunar, encontrándose de frente con Franchesca.—Princesa —dijeron Markus y Teresa, inclinándose levemente hacia delante para presentarle sus respetos.—Buenos días —respondió ella—. ¿Se dirigen al comedor para el desayuno?—Así es, nos dirigimos al comedor a unirnos con todos para desayunar. ¿Usted también? —respondió Teresa por primera vez dirigiéndose a Franchesca con respeto.—Sí, también iré allá en un momento —dijo Franchesca tratando de sonar tranquila—. Por favor, continúen su camino.Sin embargo, podría engañar a Teresa pero no a Markus, quien tras alejarse un par de pasos con Teresa, se disculpó con ella con una excusa para poder regresar a la habitación de ambos. Su excusa le sirvió para regresar y poder hablar con la princesa.—Franny —la llamó Markus con cariño.Ella no tardó en voltear a verlo al escuchar su voz y la forma en que la llamaba, alegrándose al verlo caminar hacia ella.—Prot
Markus no respondió. Simplemente apretó el pedal del acelerador y salió a toda prisa del aparcamiento. El lugar al que iban estaba algo lejos de allí.Franchesca se quedó con las manos juntas sobre su pecho, inquieta. Algo malo estaba pasando. Sophie se percató del estado de su nieta y caminó hasta ella.—¿Qué ha pasado, mi niña? —le preguntó Sophie, envolviéndola en sus brazos.—No lo sé, abuela, pero tengo un extraño presentimiento —respondió Franchesca, llevándose su mano izquierda por inercia a su vientre.Mientras tanto, Markus no podía dejar de observar a Alexander a su lado, quien volteaba para asegurarse de que su madre siguiera cómoda en el asiento trasero o que no volviera a convulsionar.—No te preocupes, ella estará bien. Simplemente su cuerpo está bajo mucho estrés —dijo Markus, esperando que sus palabras tranquilizaran un poco a Alexander.Entraron al territorio de los Di Angelo, un lugar apartado de la mansión pero que pertenecía a la manada, donde se encontraba la bruj
La joven monstruosa sonrió con crueldad.—Es demasiado tarde, Elenwe. Tú elegiste el amor por Robert sobre nosotras. Él te traicionó, y ahora tú pagarás el precio.La joven levantó su mano, y una energía oscura empezó a envolver a Alexandra, haciéndola gritar de dolor. En el mundo real, el cuerpo de Alexandra comenzó a convulsionar violentamente.—¡Haz algo! —gritó Alexander, sujetando con más fuerza la mano de su madre, su desesperación palpable.La anciana chamana, en pleno trance, intensificó sus cánticos, y Markus miró a Alexander con determinación.—Tienes que luchar, Alexandra. No estás sola —susurró Markus, sintiendo la conexión que los unía a través del tiempo.Dentro del trance, Alexandra reunió las fuerzas que le quedaban y se enfrentó a la joven monstruosa. Poco a poco, empezó a escuchar los cánticos como algo lejano que llegaba a ella y parecía atraerla. Cuanto más se concentraba en ellos, más cerca los sentía, rodeándola con un manto invisible que se ceñía poco a poco a s
Markus sabía mejor que nadie cómo se sentía su hijo en ese momento. Conocía el miedo de perder a la persona más importante en su vida y la frustración de no saber cómo evitarlo.—Sé que ahora solo puedes pensar en salvarla —le dijo Markus, abrazando a Alexander y conteniendo su propia frustración y lágrimas al ver a su hijo sufrir como él lo hizo en el pasado—. Claro que sé lo que sientes, porque también estuve en tu lugar.Alexander se dejó abrazar por su padre, pero no pudo calmarse. Todo el terror y el miedo que había estado conteniendo seguían ahí, especialmente la frustración por la posible pérdida de su esposa. Estalló en lágrimas, apretando con fuerza el cuerpo de su padre. Nada que no significara salvar a su esposa podía reconfortarlo.—No necesito el auto, no me des las llaves si no quieres —dijo Alexander, apartándose de su padre mientras se secaba las lágrimas con el reverso de la mano—. Pero voy a ir en busca de mi esposa y sacaré esa cosa de su cuerpo.Markus no tuvo tiem
Alexandra y Markus vieron con desesperación cómo su hijo desaparecía en el bosque tras haberse transformado.—Lexie... —dijo Markus, caminando hacia la puerta de su auto.La preocupación en su rostro era suficiente para que Alexandra supiera que él haría todo lo posible por ayudar a su hijo.—Lo sé, debes ir tras él y evitar que haga algo de lo que pueda arrepentirse después —respondió ella desde la puerta de la cabaña, donde la vieja chamana la sujetaba—. No te preocupes por mí, en este momento lo importante es ayudar a Alexander.Markus tuvo que hacer uso de todo su autocontrol para no ir hacia Alexandra y besarla antes de marcharse.El trayecto de regreso al castillo fue mucho más rápido que el viaje a la cabaña de la chamana en el territorio Di Angelo. Esta vez, Alexandra no iba en el asiento trasero luchando por su vida. Su única preocupación era detener a Alexander.Sabía lo que su hijo estaba pensando hacer, y no lo culpaba. Si en el pasado no hubiera encontrado otra manera de