33. Acónito

Markus vio desde lejos cómo Alexander y Francesca se marchaban y decidió buscar a su esposa para aclarar las cosas. Caminó con paso decidido hasta quedar frente a ella.

—No te veo muy feliz en este momento —dijo Markus—. Me queda claro que hice bien en no marcarte; si lo hubiera hecho, te habría hecho infeliz toda la vida.

Teresa se sorprendió, no solo por las palabras de su esposo, sino por la forma en la que la observaba. ¿Acaso había sido testigo del encuentro que había tenido con Alexander?

Markus se giró para no decir nada más y volver al interior del castillo. Al fin y al cabo, era un lobo, un Alfa muy poderoso, aunque no tanto como un lobo negro. No podía evitar ser posesivo con su pareja, incluso sin haberla marcado.

Gruesas lágrimas empezaron a derramarse de los bellos ojos azules de Teresa. La simple idea de quedarse sola y sin la protección de uno o del otro la hizo salir corriendo tras Markus.

—Markus, por favor, detente. Explícame por qué me dices esas palabras, no puedo
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