Isabella Varela se ve atrapada en un matrimonio de conveniencia con Álvaro Arriaga, un hombre poderoso y enigmático que se convierte en su esposo por razones que van más allá del amor. Mientras lucha por mantener su papel como la esposa perfecta, Isabella comienza a tramar su propia ruta hacia la libertad, aliándose con personajes peligrosos como Ignacio Villarreal y contando con la ayuda de su prima Luciana. Un mundo lleno de traiciones, mentiras y juegos de poder, donde Isabella debe navegar entre las apariencias de una vida privilegiada y los riesgos de una peligrosa doble vida. Las sospechas de Álvaro comienzan a despertar, y cada movimiento de Isabella la acerca más a la libertad, pero también al abismo de ser descubierta. En medio de esta tensión, ella deberá decidir hasta dónde está dispuesta a llegar por recuperar el control de su vida, enfrentándose a las consecuencias de sus decisiones y las alianzas que ha forjado.
Leer másLos días que siguieron a la quema de la segunda nota fueron un verdadero ejercicio de autocontrol para Isabella. Cada momento compartido con Álvaro se sentía como una prueba constante, un intento de aferrarse a la calma mientras el peligro acechaba en las sombras. Los paseos por los jardines, las cenas que solían estar llenas de silencio cómodo y miradas robadas, ahora se habían vuelto más tensos. Isabella sabía que cada palabra debía ser cuidadosa, cada gesto medido, para evitar que las sospechas de Álvaro volvieran a surgir.Una noche, después de una cena especialmente silenciosa, Álvaro se retiró a su estudio, y Isabella se quedó en la biblioteca, tratando de encontrar algo que la distrajera de sus pensamientos. Pero nada podía aliviar la sensación de que algo estaba a punto de romperse. Sentía el peligro casi tangible, como si el enemigo estuviera esperando en el umbral, preparado para atacar en cualquier momento.Cuando Clara entró apresuradamente, Isabella supo que algo había su
Los días se habían vuelto un ciclo interminable de secretos y tensión. Isabella sentía que el aire en la mansión se volvía más denso con cada minuto que pasaba. Las sospechas de Álvaro estaban creciendo, y su presencia se había vuelto casi asfixiante. Parecía estar siempre cerca, observando, esperando cualquier señal que pudiera delatarla. Pero Isabella no podía darse el lujo de cometer errores; aún tenía una misión que cumplir, y cada día la empujaba más al límite.Una tarde, mientras Isabella estaba en el jardín, disfrutando de un momento de relativa calma, Álvaro apareció detrás de ella. Su sombra se proyectó sobre la hierba, haciéndola sobresaltar levemente. Él se acercó sin decir palabra, con una expresión que mezclaba seriedad y algo más, algo que Isabella no podía descifrar del todo.—Necesito hablar contigo —dijo Álvaro, con un tono que no daba lugar a evasivas.Isabella asintió, intentando que su corazón no se reflejara en su voz.—Claro, ¿de qué se trata? —respondió mientras
Isabella no pudo evitar sentir un escalofrío mientras caminaba por el pasillo largo y apenas iluminado del ala norte de la mansión Varela. La noche había caído hacía horas, y la atmósfera dentro de la casa era pesada, casi opresiva. Luciana le había enviado un mensaje críptico, citándola en un lugar que normalmente estaba vacío. Isabella sabía que no podía ignorar la llamada, no después de los eventos del día anterior, cuando Álvaro había expresado su creciente sospecha sobre una traición dentro de la mansión.Al llegar al final del pasillo, Isabella abrió una puerta de madera que daba a una pequeña sala que rara vez se usaba. Allí estaba Luciana, de pie junto a la ventana, mirando hacia la oscuridad del jardín. La luz de la luna entraba por la ventana, iluminando solo un lado de su rostro, lo que le daba un aire más sombrío del habitual.—Isabella —dijo Luciana, sin apartar la vista de la ventana—. Gracias por venir.Isabella cerró la puerta detrás de ella, su corazón latiendo con fu
La noche cayó como un manto sobre la mansión Varela, cubriendo las sombras de las paredes antiguas y llenando de silencio los pasillos. Isabella, después de un día interminable, se refugió en la terraza de su habitación, donde el viento fresco y la oscuridad le ofrecían una tregua de los pensamientos que la acosaban sin descanso. Había algo liberador en la inmensidad del cielo nocturno, en la distancia de las estrellas que parecían tan ajenas a su realidad.El sonido de un golpe ligero en la puerta la sacó de su ensimismamiento. Isabella se giró, y tras un momento de duda, se acercó a abrir. Al hacerlo, se encontró cara a cara con Clara, una de las pocas personas en la casa a las que podía considerar cercanas. Clara había sido la sirvienta de confianza de la familia Varela desde que Isabella era una niña, y ahora, aunque la relación entre ambas era distinta, la joven seguía apreciando la compañía de Clara más de lo que le gustaba admitir.—Señorita Isabella —dijo Clara, en voz baja, c
Cualquier otra persona podría pensar que una boda en el jardín principal de la mansión Arriaga era la definición de un sueño hecho realidad. Pero para Isabella, ese lugar sólo representaba la culminación de todas sus pesadillas. La boda no sería más que una puesta en escena llena de falsas sonrisas y máscaras cuidadosamente colocadas, donde la verdad era un invitado inesperado y oculto entre los arbustos perfectamente podados.Isabella levantó la barbilla con aire de desprecio, observando las luces que colgaban del techo, parpadeando con una falsa inocencia. Las luces del montaje no podían ocultar la oscuridad del acuerdo en el que se había visto atrapada, arreglado sin su consentimiento por su propio padre. Todo era un teatro donde el amor, ese ideal que tanto había anhelado en sus años de adolescencia, se había escapado.Los Arriaga y los Varela habían sido rivales durante generaciones. La solución de unir a ambas familias bajo un mismo nombre no era fruto de la magia de un flechazo