Rebecca Stellar era una estudiante de psicología fuerte e independiente. Había quedado huérfana estando muy niña, pero encontró la segunda oportunidad de un hogar de la mano de sus padres adoptivos. Ellos le brindaron a ella y a su hermana menor una vida de ensueño de la que siempre estuvo agradecida. Por eso, no dudó en aceptar un matrimonio arreglado con un desconocido cuando su padre murió. Era su condición para que ella pudiese hacerse cargo de la empresa familiar y cumplir con su legado. Luciano Lombardo siempre estuvo enredado en negocios sucios. Como heredero de una de las principales familias de la mafia italiana, las leyes no se aplicaban a él. Todos le respetaban y le temían por igual, pero había una sola persona a quien él no podía enfrentarse. Su abuelo. El viejo líder del clan fue quien lo educó y lo convirtió en lo que era. Le debía todo. Por eso cuando el anciano se empeñó en el matrimonio que había arreglado para él, tuvo que aceptar a regañadientes. Un contrato matrimonial es tan solo el inicio de una historia llena de amor y traición. Dos jóvenes con vidas distintas serán atraídos por el destino, donde los oscuros secretos que cada uno esconde se revelarán para atentar contra su felicidad. La inteligencia y perspicacia de los protagonistas será la clave para resolver el misterio oculto en el mundo de la mafia.
Leer másMaxwell Belluci era el único heredero de la familia Belluci. El legado había desaparecido casi por completo en uno de los enfrentamientos más fuertes que había tenido lugar años atrás entre varias familias de la mafia. Sus padres, hermanos, tíos y cada uno de sus parientes, habían muerto en aquel suceso que marcó su vida. Al quedarse solo, Joseph Lombardo decidió tomar la responsabilidad de hacerse cargo de él. La familia del niño siempre había sido muy leal a Joseph, por lo que este sintió que debía cuidarlo. Además, su nieto Luciano tenía la misma edad que él, así que pensó que sería bueno para ambos convivir juntos, después de todo, dentro de su bando, eran los únicos niños y no era fácil crecer rodeados de adultos en un mundo lleno de armas, sangre, negocios sucios y enfrentamientos. Luciano y Max se hicieron amigos rápidamente. La intuición de Joseph había acertado una vez más. Ambos crecieron para volverse prácticamente hermanos. Desde sus aventuras amorosas hasta su
Velan entró en la oficina de Luciano. Él la había mandado a llamar y ella sabía muy bien por qué. Aquella conversación que había tenido con Rebecca, no se la iba a perdonar. Respiró profundo antes de enfrentarse a su amado. Lo encontró sentado en el escritorio mostrando un rostro serio. Usaba sus característicos guantes blancos y eso era una mala señal para ella, pues quería decir que no se enfrentaría al Luciano que era su amante, sino al Dr. D que era el jefe de la mafia. – No te sientes –ordenó en cuanto llegó hasta su escritorio–. Quédate de pie. Nuestra reunión no será aquí –ella tragó duro. – Señor… – Has intentado traicionarme –la interrumpió molesto. – No señor, jamás haría algo así. – Quisiste revelarle mi identidad a Rebecca –ella respiró profundo, pero hizo silencio– pensé que podía confiar en ti. – Si puede confiar en mí, se lo he demostrado –los labios comenzaban a temblarle. – Después de esto, no sé si podré volver a hacerlo. – No fue mi intención ofenderlo señor
Luciano llevó a Rebecca hasta su habitación para que se duchara. En cuanto dejó todo listo para ella, se retiró un momento para hablar con el jefe de su seguridad y alertarlo de todo lo que había pasado. Necesitaba que su casa fuese una completa fortaleza, no iba a permitir que nadie le hiciera daño a su esposa. Cuando Luciano se desocupó y regresó a la habitación se llevó una gran sorpresa. – No tenía que ponerme. Mi ropa está en la villa, así que pensé que no te molestaría si usaba algo tuyo –explicó Rebecca alegremente. Él se había quedado mirándola al darse cuenta que ella llevaba puesta una de sus camisas. No dijo nada, solo le sonrió. Le parecía que se veía increíblemente sexy y se estaba muriendo por besarla y hacerle el amor, pero después de todo lo que había pasado, sentía miedo de ser rechazado. – ¿Estás bien? –preguntó ella al ver el rostro lleno de dudas de él. – Sí… Sí… ehm… solo pensaba en que quizás te gustaría estar sola, así que a lo mejor deba irme a l
Luciano aceleró el coche y comenzó a perseguir el auto que los había chocado. No permitiría que se escaparan. Rebecca permanecía en estado de shock sin poder emitir palabras. Se sujetaba con fuerza a lo que sea que sus manos lograban alcanzar mientras veía como Luciano disparaba con completa precisión al vehículo que seguían a toda velocidad. La habilidad de Luciano para disparar tenía impactada a Rebecca. En tan solo un par de minutos, el joven logró que el otro auto se volcara tras dispararle a los cuatro neumáticos. Luciano se bajó del coche aun sosteniendo el arma en sus manos. Rebecca logró reaccionar a tiempo para bajarse tras de él y acercarse hasta el auto que estaba tirado a varios metros de distancia. Al llegar hasta el vehículo volcado, Rebecca pudo ver que había tres personas dentro y ella sabía quiénes eran, se trataba de ex trabajadores de la mina de sus padres. Aquellos tipos habían sido despedidos unos días antes del accidente. Rebecca quería interrogar al único de lo
El plan original que tenía Rebecca al llegar a su apartamento era el de buscar sus cosas y regresar a la villa, pero tras la propuesta de matrimonio de Luciano, había decidido que quería hacer otra cosa en la que había estado pensando desde hacía algunos días. – Quiero que conozcas a alguien –le había dicho a Luciano antes de salir del apartamento. – ¿A quién? – Mis padres –dijo de manera tímida. Luciano la miró confundido. – Me habías dicho que tus padres… los adoptivos y los biológicos… estaban muertos –respondió recordando sus conversaciones. Estaba muy confundido. Rebecca le sonrió. – Sí. Es verdad… pero desde que era niña me ha gustado ir al cementerio a visitar a mis padres biológicos… siempre que ha pasado algo importante en mi vida, me gusta… ya sabes… contarles –confesó un poco avergonzada. Luciano le sonrió. – Y yo soy importante –afirmó con una sonrisa aún mayor. Rebecca volteó su rostro para intentar ocultar lo roja que se había puesto. – Sí –asintió tímida– quiero q
Rebecca estaba sorprendida de lo bien que ella y Luciano se llevaban. Si le hubiesen dicho eso durante los meses que estuvo viviendo sola en La Villa, jamás lo habría creído. Se sentía tan bien que de hecho, había dejado de ir a su apartamento y las pocas veces que lo hacía, era solo para buscar algunas cosas que necesitaba llevar a la casa donde vivía con Luciano. Poco a poco se había estado mudando de regreso a la villa. – Prometo que será rápido –dijo a Luciano un día que él la acompañó al apartamento a buscar sus cosas. – Nunca me habías invitado a entrar –pensó en voz alta mientras miraba todo a su alrededor. Rebecca rió. – ¿Y para qué te iba a invitar? –preguntó sarcástica levantando una ceja. Luciano lo tomó como un reto, por lo que se acercó a ella con una sonrisa juguetona. – No sé… quizás para… ¿jugar un rato? –susurró en su oído para luego morder el lóbulo de su oreja, lo que la hizo a ella vibrar. Luciano rápidamente buscó sus labios y la besó con pasión. S
Los días en aquella mansión fueron mucho mejores de lo que Rebecca esperaba. Por primera vez estaba disfrutando de vivir en aquel sitio. Era tanto así su felicidad que su pequeña estadía de fin de semana, pasó a convertirse en una residencia de tiempo indefinido. Luciano estaba viviendo con ella y habían comenzado a ser un verdadero matrimonio, nada parecido a los últimos 3 años, así que ella no quería irse, quería quedarse con él. No importaba si tenía que conducir más tiempo para llegar a clase o a la empresa, ni siquiera le molestaba vivir lejos de Marisa y del resto de sus amigos, le encanta dormir cada noche junto a Luciano y amanecer a su lado, disfrutaba de sus desayunos y cenas en pareja, pero sobre todo, le fascinaba la manera en que él la amaba. – Buenos días hermosa –le saludo un sábado en la mañana apenas despertó. Él aún permanecía en la cama junto a ella y en cuanto la vio abrir los ojos, le regaló un beso en los labios que luego se convirtió en una suave ca
La semana fue mágica para Rebecca. Ella sentía que estaba viviendo en un sueño, pues las cosas con Luciano iban de maravilla. Estaba pensando en lo mucho que amaba a ese hombre cuando el teléfono sonó, haciéndola regresar a la realidad. – Joseph –frunció el ceño confundida al ver el nombre en la pantalla de su teléfono. Hacía mucho tiempo que no hablaba con él y lo extrañaba– Hola abuelo –le saludó con alegría apenas contestó. – Hola cariño. Me has tenido abandonado. Te olvidaste de este viejo –bromeó. Ella rió. – Claro que no abuelo, es solo que he estado algo ocupada. – Está bien cariño, yo entiendo, pero me gustaría que de vez en cuando vinieses a visitarme. Extraño conversar contigo como solíamos hacerlo. – Yo también –aseguró– prometo ir a verte pronto. – Te tengo un obsequio – ¿En serio? –exclamó sorprendida– abuelo no tienes que darme nada. – Quiero hacerlo. Sigues siendo mi nieta y me hace feliz consentirte –Rebecca sonrió ante el comentario. – Está bien. – Pero tendr
Las lágrimas comenzaron a rodar por las mejillas de Rebecca en cuanto entró al baño. Agradeció que estuviera vacío, no quería que nadie la viera así. Se a los lavabos para lavarse la cara y calmarse un poco. Se colocó un poco el maquillaje para tapar lo enrojecida que se había puesto por llorar, pero mientras se aplicaba el labial, Luciano entró al baño.– Este es el baño de mujeres –le dijo con molestia mientras lo veía a través del espejo. Luciano se acercó y la tomó del brazo para girarla hacia él.– Tu y yo no hemos terminado de hablar –Rebecca se dio media vuelta para irse, pero Luciano se lo impidió. Ella intentó zafarse de su amarre, pero él era increíblemente fuerte y sin que ella pudiese evitarlo, la llevó hasta el interior de uno de los cubículos. Cerró este con llave y apoyó a Rebecca contra la pared atrapándola con su cuerpo, ella se quejó sin poder hacer mucho.– No me gusta que me rechacen –le susurró muy cerca de su oído mientras con su nariz aca