Muchas gracias por leer este capítulo. Espero les haya gustado. Si les gusta esta historia, les invito a leer la otra novela que tengo en la plataforma, se llama "Atentamente, tu ex esposa". Espero que también le den su apoyo y por supuesto, la disfruten tanto como esta <3
Rebecca estaba sorprendida de lo bien que ella y Luciano se llevaban. Si le hubiesen dicho eso durante los meses que estuvo viviendo sola en La Villa, jamás lo habría creído. Se sentía tan bien que de hecho, había dejado de ir a su apartamento y las pocas veces que lo hacía, era solo para buscar algunas cosas que necesitaba llevar a la casa donde vivía con Luciano. Poco a poco se había estado mudando de regreso a la villa. – Prometo que será rápido –dijo a Luciano un día que él la acompañó al apartamento a buscar sus cosas. – Nunca me habías invitado a entrar –pensó en voz alta mientras miraba todo a su alrededor. Rebecca rió. – ¿Y para qué te iba a invitar? –preguntó sarcástica levantando una ceja. Luciano lo tomó como un reto, por lo que se acercó a ella con una sonrisa juguetona. – No sé… quizás para… ¿jugar un rato? –susurró en su oído para luego morder el lóbulo de su oreja, lo que la hizo a ella vibrar. Luciano rápidamente buscó sus labios y la besó con pasión. S
El plan original que tenía Rebecca al llegar a su apartamento era el de buscar sus cosas y regresar a la villa, pero tras la propuesta de matrimonio de Luciano, había decidido que quería hacer otra cosa en la que había estado pensando desde hacía algunos días. – Quiero que conozcas a alguien –le había dicho a Luciano antes de salir del apartamento. – ¿A quién? – Mis padres –dijo de manera tímida. Luciano la miró confundido. – Me habías dicho que tus padres… los adoptivos y los biológicos… estaban muertos –respondió recordando sus conversaciones. Estaba muy confundido. Rebecca le sonrió. – Sí. Es verdad… pero desde que era niña me ha gustado ir al cementerio a visitar a mis padres biológicos… siempre que ha pasado algo importante en mi vida, me gusta… ya sabes… contarles –confesó un poco avergonzada. Luciano le sonrió. – Y yo soy importante –afirmó con una sonrisa aún mayor. Rebecca volteó su rostro para intentar ocultar lo roja que se había puesto. – Sí –asintió tímida– quiero q
Luciano aceleró el coche y comenzó a perseguir el auto que los había chocado. No permitiría que se escaparan. Rebecca permanecía en estado de shock sin poder emitir palabras. Se sujetaba con fuerza a lo que sea que sus manos lograban alcanzar mientras veía como Luciano disparaba con completa precisión al vehículo que seguían a toda velocidad. La habilidad de Luciano para disparar tenía impactada a Rebecca. En tan solo un par de minutos, el joven logró que el otro auto se volcara tras dispararle a los cuatro neumáticos. Luciano se bajó del coche aun sosteniendo el arma en sus manos. Rebecca logró reaccionar a tiempo para bajarse tras de él y acercarse hasta el auto que estaba tirado a varios metros de distancia. Al llegar hasta el vehículo volcado, Rebecca pudo ver que había tres personas dentro y ella sabía quiénes eran, se trataba de ex trabajadores de la mina de sus padres. Aquellos tipos habían sido despedidos unos días antes del accidente. Rebecca quería interrogar al único de lo
Luciano llevó a Rebecca hasta su habitación para que se duchara. En cuanto dejó todo listo para ella, se retiró un momento para hablar con el jefe de su seguridad y alertarlo de todo lo que había pasado. Necesitaba que su casa fuese una completa fortaleza, no iba a permitir que nadie le hiciera daño a su esposa. Cuando Luciano se desocupó y regresó a la habitación se llevó una gran sorpresa. – No tenía que ponerme. Mi ropa está en la villa, así que pensé que no te molestaría si usaba algo tuyo –explicó Rebecca alegremente. Él se había quedado mirándola al darse cuenta que ella llevaba puesta una de sus camisas. No dijo nada, solo le sonrió. Le parecía que se veía increíblemente sexy y se estaba muriendo por besarla y hacerle el amor, pero después de todo lo que había pasado, sentía miedo de ser rechazado. – ¿Estás bien? –preguntó ella al ver el rostro lleno de dudas de él. – Sí… Sí… ehm… solo pensaba en que quizás te gustaría estar sola, así que a lo mejor deba irme a l
Velan entró en la oficina de Luciano. Él la había mandado a llamar y ella sabía muy bien por qué. Aquella conversación que había tenido con Rebecca, no se la iba a perdonar. Respiró profundo antes de enfrentarse a su amado. Lo encontró sentado en el escritorio mostrando un rostro serio. Usaba sus característicos guantes blancos y eso era una mala señal para ella, pues quería decir que no se enfrentaría al Luciano que era su amante, sino al Dr. D que era el jefe de la mafia. – No te sientes –ordenó en cuanto llegó hasta su escritorio–. Quédate de pie. Nuestra reunión no será aquí –ella tragó duro. – Señor… – Has intentado traicionarme –la interrumpió molesto. – No señor, jamás haría algo así. – Quisiste revelarle mi identidad a Rebecca –ella respiró profundo, pero hizo silencio– pensé que podía confiar en ti. – Si puede confiar en mí, se lo he demostrado –los labios comenzaban a temblarle. – Después de esto, no sé si podré volver a hacerlo. – No fue mi intención ofenderlo señor
Maxwell Belluci era el único heredero de la familia Belluci. El legado había desaparecido casi por completo en uno de los enfrentamientos más fuertes que había tenido lugar años atrás entre varias familias de la mafia. Sus padres, hermanos, tíos y cada uno de sus parientes, habían muerto en aquel suceso que marcó su vida. Al quedarse solo, Joseph Lombardo decidió tomar la responsabilidad de hacerse cargo de él. La familia del niño siempre había sido muy leal a Joseph, por lo que este sintió que debía cuidarlo. Además, su nieto Luciano tenía la misma edad que él, así que pensó que sería bueno para ambos convivir juntos, después de todo, dentro de su bando, eran los únicos niños y no era fácil crecer rodeados de adultos en un mundo lleno de armas, sangre, negocios sucios y enfrentamientos. Luciano y Max se hicieron amigos rápidamente. La intuición de Joseph había acertado una vez más. Ambos crecieron para volverse prácticamente hermanos. Desde sus aventuras amorosas hasta su
El repicar del teléfono se escuchaba por todo el lugar. Rebecca se apresuró a tomar la llamada sin saber que las noticias que le darían cambiarían su vida para siempre. Sus padres habían muerto. Acababan de tener un accidente automovilístico esa misma mañana. Las lágrimas se apresuraron a escapar de sus ojos, pero debía mantenerse firme. No iba a tener mucho tiempo para recuperarse del shock, pues antes de que acabara el día los accionistas de la empresa estarían moviendo sus piezas para lograr hacerse cargo de la compañía como siempre habían deseado. Eso era algo que ella no podía permitir.Rebecca y su hermana eran las únicas herederas del imperio que sus padres habían conseguido construir con tanto esfuerzo. Todos lo sabían muy bien, pero eso no evitaba que los buitres de la mesa de inversores quisieran quedarse con una porción más grande y dejarla a ella fuera de todo. Necesitaba hacer algo para evitarlo.Pocas horas habían pasado desde la trágica noticia cuando el abogado de su p
Al día siguiente del matrimonio, Rebecca se estaba mudando a la hermosa villa de Luciano Lombardo como lo establecía su contrato. Sin embargo, este siguió sin aparecer. La joven se encontraba infeliz con la situación, pero debía actuar como si todo estuviese saliendo de maravilla. Debía mantener la fachada lo más que podía o por lo menos hasta que asegurara el futuro de la compañía de sus padres. Así que cuando el abuelo Joseph Lombardo apareció por la puerta una semana después de la boda, la joven lo recibió con una gran sonrisa en el rostro.– Tu padre me contó mucho de ti. Estaba muy orgulloso –le dijo el anciano mientras conversaban tranquilamente en el jardín de la villa.En un principio Rebecca se sentía algo incómoda con la presencia del hombre, ya que no entendía como podría ser tan amigo de su padre sin que ella lo hubiese llegado a escuchar mencionar alguna vez. Pero las historias que el señor Lombardo le contaba durante sus regulares visitas le confirmaron que sí se conocía