Nacimiento

El día previo a su ingreso en el hospital había llegado más rápido de lo que Ariadna esperaba. La ansiedad por la cesárea flotaba en el aire, aunque ella intentaba no demostrarlo demasiado. Maximiliano había pasado la mayor parte del día asegurándose de que todo estuviera listo, verificando que la maleta para el hospital tuviera lo necesario y coordinando con el equipo médico que estaría a cargo del procedimiento. Pero, a pesar de lo mucho que se esforzaba por mantener la calma, su esposa podía notar la tensión en sus hombros cada vez que pasaba las manos por su rostro o cuando suspiraba con más frecuencia de lo habitual.

Esa noche, después de la cena, Ariadna se recostó en la cama, sintiendo el peso de su vientre más que nunca. Sus pies estaban hinchados, su espalda dolía y la incomodidad se había vuelto su compañera diaria. Aun así, cuando Maximiliano entró en la habitación y la observó con una suave sonrisa, sus preocupaciones parecieron disiparse, aunque fuera por un instante.

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