Dime la verdad

La llamada sonó tres veces antes de ir directamente al buzón de voz.

Ariadna apretó el teléfono con frustración y volvió a intentarlo.

Nada.

El número de Aisha seguía sin responder.

Se obligó a respirar hondo, sintiendo que cada segundo sin respuestas solo hacía crecer la angustia en su pecho. Si Aisha no contestaba, era porque no quería.

Y eso era suficiente prueba de que tenía algo que ocultar.

Necesitaba saber.

Necesitaba la verdad.

Cuando entró a la casa de su padre, su corazón latía con fuerza.

El aire en la mansión Valdés se sentía pesado, casi opresivo, como si las paredes mismas ocultaran secretos demasiado oscuros para ser dichos en voz alta.

Encontró a Maximiliano en el estudio, de espaldas a la puerta, revisando algo en su teléfono.

—Necesito hablar contigo.

Su tono fue tan serio que Maximiliano dejó el teléfono y la miró con una expresión de ligera alarma.

—¿Qué ocurre? —preguntó, dejando el teléfono a un lado.

Ariadna se humedeció los labios, sintiendo su p
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