Justo a su lado

Ariadna soltó un jadeo, la espalda arqueándose contra el colchón, las manos subiendo a su cabello para tirar de él, el calor disparándosele por el pecho.

—He soñado con esto demasiado tiempo, Ari —murmuró él contra su piel, la voz ronca mientras su lengua trazaba círculos húmedos, primero en un seno, luego en el otro, dejando un rastro brillante que la hizo estremecer.

Ella no respondió con palabras, solo lo atrajo más cerca, las piernas abriéndose para dejarlo encajar entre sus muslos. Él bajó una mano, deslizándola por su vientre hasta llegar entre sus piernas, los dedos abriéndola con una presión firme pero cuidadosa, explorando hasta que encontró el punto que la hizo gemir, alto y claro. Ariadna apretó los muslos contra su mano, el cuerpo temblándole mientras él seguía, atento a cada reacción, los dedos moviéndose rápido, luego lento, hasta que ella jadeó su nombre, las caderas levantándose del colchón.

—Víctor, ya —dijo, la voz quebrándosele, y él no esperó más.

Estaba ansiosa, t
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