Una pequeña zorra

Aisha bajó del taxi con prisa, tropezando ligeramente con el bordillo mientras ajustaba su bolso al hombro. Su corazón latía con fuerza, más por la ansiedad que por el esfuerzo.

¿Cómo había llegado todo tan lejos? Su plan, que debía ser perfecto, ahora parecía tambalearse en direcciones que no podía controlar. Las cosas no podían írsele de las manos.

Todo aquello debía dirigirse al final de la vida perfecta de su hermana, la ruptura de su perfecta relación con su pareja y el caos en su vida. Lo complicado debía de ser para Ariadna, no el estrés que todo aquello ahora arrojaba en Aisha.

¿Cómo fue que todo conducía a una sala de hospital? ¿Qué había pasado que ella no sabía?

Siguió las instrucciones con la droga, aunque no tenía nada para medirlo y una cosa llevó a la otra, echando la cantidad que ella creyó correcta en ese momento.

¿Le había dado una sobredosis a su hermana? Esperaba que no, había funcionado y eso era lo que le importó en ese momento.

De todos modos, creyó que era mejo
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