Un beso de despedida

Ariadna caminaba por los pasillos del hospital con la mirada fija en el suelo, sintiendo cómo cada par de ojos se clavaba en ella. Eran como dagas, cortando su dignidad a cada paso. Las miradas no eran solo de curiosidad, sino también de juicio. Aunque nadie decía nada, el susurro de su propia conciencia era ensordecedor: “Esa es la chica que acusó al doctor Valenti.”

A su lado, Aisha caminaba con la cabeza en alto, sin prestar atención a las miradas ni al murmullo que las seguía. Aisha siempre había sido así, segura, imperturbable. Su voz seguía resonando en la mente de Ariadna, repitiendo una y otra vez las mismas palabras que le había dicho antes de salir:

—No hubo abuso, Ari. Tú misma entraste a esa habitación. Lo hiciste por tu propia voluntad. Tu conciencia quiere tergiversarlo todo, porque sabes que eso arruina tu relación con Víctor.

Ariadna apretó los labios, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a acumularse nuevamente en sus ojos. ¿Por qué no podía recordar? Lo único que t
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