¡Buenos días! Un feliz jueves para todas. ¿Les va gustando la novela?
Ariadna caminaba por los pasillos del hospital con la mirada fija en el suelo, sintiendo cómo cada par de ojos se clavaba en ella. Eran como dagas, cortando su dignidad a cada paso. Las miradas no eran solo de curiosidad, sino también de juicio. Aunque nadie decía nada, el susurro de su propia conciencia era ensordecedor: “Esa es la chica que acusó al doctor Valenti.”A su lado, Aisha caminaba con la cabeza en alto, sin prestar atención a las miradas ni al murmullo que las seguía. Aisha siempre había sido así, segura, imperturbable. Su voz seguía resonando en la mente de Ariadna, repitiendo una y otra vez las mismas palabras que le había dicho antes de salir:—No hubo abuso, Ari. Tú misma entraste a esa habitación. Lo hiciste por tu propia voluntad. Tu conciencia quiere tergiversarlo todo, porque sabes que eso arruina tu relación con Víctor.Ariadna apretó los labios, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a acumularse nuevamente en sus ojos. ¿Por qué no podía recordar? Lo único que t
Ariadna se encontraba sentada en una de las sillas incómodas del pasillo de la comisaría, jugando nerviosamente con sus dedos. Aisha le había dicho que la esperara allí, pero no le explicó a dónde iba ni cuánto tardaría. Cada minuto que pasaba aumentaba su incomodidad. Solo quería irse, escapar de aquel lugar que le recordaba todo lo ocurrido.Miró a su alrededor, tratando de evitar las miradas de los pocos oficiales y personas que pasaban por allí. Su corazón latía con fuerza ante la posibilidad de cruzarse con Maximiliano o su abogado. Si lo volvía a ver, no sabría cómo reaccionar. Después de acusarlo de algo tan grave, ¿cómo podría enfrentarlo de nuevo? No quería volver a verlo en su vida.Con un suspiro, bajó la mirada hacia el suelo. Quería que todo aquello desapareciera, borrarlo de su mente como si nunca hubiera pasado. Quizás si se esforzaba lo suficiente, podría convencerse de que todo había sido solo una pesadilla. Pero no era tan fácil. Las palabras del abogado, las miradas
Aisha subió al ascensor con una sonrisa que no podía ocultar.La relación de Víctor y Ariadna estaba destruida. Solo pensar en ello le provocaba una agradable sensación de satisfacción que se extendía por todo su cuerpo.Había interceptado a Víctor en la entrada del hotel, justo antes de que pudiera ver a Ariadna. Con su voz más dulce y un aire de preocupación fingida, le contó todo: cómo su querida novia había acusado a un hombre inocente de abuso sexual, cómo había usado esa mentira para encubrir que, en realidad, ella le había sido infiel. Las palabras de Aisha habían sido calculadas, cada una diseñada para herir. Víctor la miraba, incrédulo al principio, pero poco a poco, su rostro se llenó de dolor y decepción. Aisha disfrutó de cada segundo, viendo cómo el hombre que siempre había idolatrado a su hermana se desplomaba bajo el peso de sus palabras. Y las fotos no mentían."¿Qué clase de mujer hace algo así?" había dicho Víctor, más para sí mismo que para Aisha, pero esas palabr
Ariadna permanecía en la acera frente al aeropuerto, rodeada por el bullicio de la ciudad, pero sintiéndose completamente sola. El mensaje de su madre había sido breve y distante, una señal clara de que no debía esperar un recibimiento cálido. Ajustó la tira de su bolso, el único objeto que había logrado llevar consigo en su apresurada partida, y dejó escapar un suspiro. No tenía maleta, ni ropa, ni siquiera una idea clara de lo que la esperaba en Valtris. Todo lo que tenía eran sus pensamientos, un cúmulo de miedo y una sensación de abandono que no lograba disipar.Los minutos se convirtieron en horas, y la espera frente al aeropuerto parecía interminable. La tarde iba cayendo, y el frío comenzaba a filtrarse por su abrigo ligero. Se abrazó a sí misma, tratando de combatir la sensación de vulnerabilidad que la envolvía. Los mensajes que había enviado a su madre seguían sin recibir respuesta, lo que aumentaba su incertidumbre.Finalmente, un sonido de motor antiguo llamó su atención.
Maximiliano revisó por última vez su reloj y luego el horario de su vuelo. Dos horas. El tiempo suficiente para llegar al aeropuerto, registrar sus maletas y salir de Londres para siempre. Apenas había tenido un respiro desde todo el caos que se desató en los últimos días, pero una cosa era clara: necesitaba salir de allí. El peso de las miradas, los murmullos en el hospital y la humillación de ser arrestado en público todavía le pesaban en los hombros.Aunque la acusación fue retirada, el daño ya estaba hecho.Colocó su pasaporte en el bolsillo de su abrigo, cerró la maleta y se detuvo un momento en medio del apartamento. Respiró hondo, tratando de convencerse de que esto era lo correcto. Valtris. Nunca había imaginado que regresaría, pero ahora era el único lugar que sentía que le daría una oportunidad para empezar de nuevo.Si antes dudó, ahora estaba más convencido que nunca.El sonido del timbre interrumpió sus pensamientos. Frunció el ceño, preguntándose quién podría ser a esa h
Ariadna se despertó temprano, todavía ajustándose a la incomodidad del sofá cama donde había pasado la noche.Había dormido mal, con el cuerpo tenso y la mente ocupada, preguntándose cómo había terminado en esa situación.Cuando su madre la llamó desde la cocina para que se preparara, Ariadna tardó unos minutos más de lo necesario en levantarse. Sabía que ese día marcaría el comienzo de algo que prefería evitar: adaptarse.—Vamos a salir temprano. Tengo que ir al trabajo después, así que mejor apurémonos —le dijo Camila mientras apuraba su café.Ariadna asintió en silencio. Había notado la intensidad en los ojos de su madre, como si estuviera evaluándola constantemente, buscando algún indicio de que no encajaba en su nueva vida.La primera parada fue una tienda de ropa de segunda mano. Ariadna no podía evitar fruncir el ceño al entrar. El lugar estaba lleno de percheros abarrotados, con ropa de diferentes estilos y colores mezclados sin orden aparente. El olor a polvo y telas viejas l
Maximiliano pasó las horas siguientes revisando los mapas de la región y buscando terrenos disponibles. La mansión estaba rodeada por hectáreas de tierra, parte del legado que había heredado, pero sabía que necesitaría algo más céntrico para su proyecto. También tomó notas sobre los tipos de servicios que quería incluir: pediatría, cirugía avanzada, emergencias… Cada detalle era una pieza más del rompecabezas que estaba formando.“¿Es una locura empezar algo así desde cero?” pensó mientras se recostaba en la silla y miraba el techo. Pero la voz de su abuelo resonó en su memoria:—Los sueños más grandes siempre parecen locuras al principio, pero esos son los que valen la pena.Esas palabras lo hicieron sonreír.El escándalo en Londres seguía pesando sobre él, y reconstruir su reputación sería tan importante como construir el hospital. Pero nada de eso lo detendría.Por la mañana, Maximiliano recorrió la propiedad con Leticia, observando cada rincón y haciendo preguntas sobre el estado
El rugido de las turbinas disminuyó a medida que el avión aterrizaba suavemente en la pista del aeropuerto internacional de Nueva York. Aisha Valdés sonrió mientras miraba por la pequeña ventana el horizonte repleto de rascacielos. Había soñado con este momento durante años, y ahora, al fin, era realidad.Se ajustó el cabello frente al espejo del baño del avión antes de salir. Su reflejo le devolvió una imagen perfecta: cabello liso y brillante, maquillaje impecable, y una expresión que rezumaba satisfacción.Aisha había ganado. Ella estaba en el centro del mundo mientras Ariadna se hundía en la miseria.Un hombre alto y trajeado la esperaba en la zona de recogida de equipaje, sosteniendo un cartel con su nombre. Aisha caminó hacia él con la confianza de alguien que sabía que el mundo estaba a sus pies.—Señorita Valdés, bienvenida a Nueva York. Soy Jacob, enviado por su padre para llevarla al campus y asegurarme de que todo esté en orden.Aisha esbozó una sonrisa satisfecha. Por supu