Maximiliano se detuvo frente a la entrada principal del hospital, contestando a la tercera llamada de la mañana con una voz rápida y cortante.—No, no puedo atender esto ahora. Hablaré contigo después. —Colgó sin esperar respuesta y soltó un suspiro, mirando la bolsa de papel en su mano. Había salido a comprar un desayuno ligero para calmar su mente tras la larga espera, pero al final terminó encontrándose con algunos colegas en la cafetería, intercambiando saludos y perdiendo la noción del tiempo.Treinta minutos. Esa era la cantidad de tiempo que llevaba fuera desde que dejó a Ariadna para que los médicos la atendieran. Había seguido la ambulancia en cuanto ella fue trasladada, preocupado por su estado. ¿Qué había pasado con esa mujer? Algo en su interior lo inquietaba, y no era solo la responsabilidad que sentía como médico. Era diferente. Con pasos rápidos y decididos, Maximiliano caminó por el pasillo hacia la habitación donde estaba Ariadna. Su mirada iba fija al frente, pero s
Aisha bajó del taxi con prisa, tropezando ligeramente con el bordillo mientras ajustaba su bolso al hombro. Su corazón latía con fuerza, más por la ansiedad que por el esfuerzo.¿Cómo había llegado todo tan lejos? Su plan, que debía ser perfecto, ahora parecía tambalearse en direcciones que no podía controlar. Las cosas no podían írsele de las manos.Todo aquello debía dirigirse al final de la vida perfecta de su hermana, la ruptura de su perfecta relación con su pareja y el caos en su vida. Lo complicado debía de ser para Ariadna, no el estrés que todo aquello ahora arrojaba en Aisha.¿Cómo fue que todo conducía a una sala de hospital? ¿Qué había pasado que ella no sabía?Siguió las instrucciones con la droga, aunque no tenía nada para medirlo y una cosa llevó a la otra, echando la cantidad que ella creyó correcta en ese momento.¿Le había dado una sobredosis a su hermana? Esperaba que no, había funcionado y eso era lo que le importó en ese momento.De todos modos, creyó que era mejo
Nadie imaginó jamás que Maximiliano Valenti podría estar metido en una situación como esa. Él mismo no lo creía. El médico brillante, admirado por su talento y su precisión, estaba ahora encerrado en una celda fría y opresiva. Las horas se sentían como días, cada minuto una muestra de lo absurdo de su situación. ¿Cómo había llegado a este punto?El ruido metálico de la reja al abrirse lo hizo levantar la mirada. Sus ojos, cansados y oscuros, se encontraron con la figura de una mujer que avanzaba con decisión hacia él. Amelie. Su ex prometida, ahora estaba ahí, con los ojos llenos de lágrimas y una mezcla de incredulidad y preocupación que se dejaba ver en cada pequeña parte de su rostro.—¿Amelie? —preguntó, sorprendido, mientras se levantaba del banco donde estaba sentado.Ella no le respondió. Sus pasos se aceleraron hasta llegar frente a él, y lo abrazó con fuerza, como si quisiera contenerlo todo en ese gesto. Maximiliano tardó unos segundos en reaccionar demasiado sorprendido de v
Ariadna caminaba por los pasillos del hospital con la mirada fija en el suelo, sintiendo cómo cada par de ojos se clavaba en ella. Eran como dagas, cortando su dignidad a cada paso. Las miradas no eran solo de curiosidad, sino también de juicio. Aunque nadie decía nada, el susurro de su propia conciencia era ensordecedor: “Esa es la chica que acusó al doctor Valenti.”A su lado, Aisha caminaba con la cabeza en alto, sin prestar atención a las miradas ni al murmullo que las seguía. Aisha siempre había sido así, segura, imperturbable. Su voz seguía resonando en la mente de Ariadna, repitiendo una y otra vez las mismas palabras que le había dicho antes de salir:—No hubo abuso, Ari. Tú misma entraste a esa habitación. Lo hiciste por tu propia voluntad. Tu conciencia quiere tergiversarlo todo, porque sabes que eso arruina tu relación con Víctor.Ariadna apretó los labios, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a acumularse nuevamente en sus ojos. ¿Por qué no podía recordar? Lo único que t
Ariadna se encontraba sentada en una de las sillas incómodas del pasillo de la comisaría, jugando nerviosamente con sus dedos. Aisha le había dicho que la esperara allí, pero no le explicó a dónde iba ni cuánto tardaría. Cada minuto que pasaba aumentaba su incomodidad. Solo quería irse, escapar de aquel lugar que le recordaba todo lo ocurrido.Miró a su alrededor, tratando de evitar las miradas de los pocos oficiales y personas que pasaban por allí. Su corazón latía con fuerza ante la posibilidad de cruzarse con Maximiliano o su abogado. Si lo volvía a ver, no sabría cómo reaccionar. Después de acusarlo de algo tan grave, ¿cómo podría enfrentarlo de nuevo? No quería volver a verlo en su vida.Con un suspiro, bajó la mirada hacia el suelo. Quería que todo aquello desapareciera, borrarlo de su mente como si nunca hubiera pasado. Quizás si se esforzaba lo suficiente, podría convencerse de que todo había sido solo una pesadilla. Pero no era tan fácil. Las palabras del abogado, las miradas
Aisha subió al ascensor con una sonrisa que no podía ocultar.La relación de Víctor y Ariadna estaba destruida. Solo pensar en ello le provocaba una agradable sensación de satisfacción que se extendía por todo su cuerpo.Había interceptado a Víctor en la entrada del hotel, justo antes de que pudiera ver a Ariadna. Con su voz más dulce y un aire de preocupación fingida, le contó todo: cómo su querida novia había acusado a un hombre inocente de abuso sexual, cómo había usado esa mentira para encubrir que, en realidad, ella le había sido infiel. Las palabras de Aisha habían sido calculadas, cada una diseñada para herir. Víctor la miraba, incrédulo al principio, pero poco a poco, su rostro se llenó de dolor y decepción. Aisha disfrutó de cada segundo, viendo cómo el hombre que siempre había idolatrado a su hermana se desplomaba bajo el peso de sus palabras. Y las fotos no mentían."¿Qué clase de mujer hace algo así?" había dicho Víctor, más para sí mismo que para Aisha, pero esas palabr
Ariadna permanecía en la acera frente al aeropuerto, rodeada por el bullicio de la ciudad, pero sintiéndose completamente sola. El mensaje de su madre había sido breve y distante, una señal clara de que no debía esperar un recibimiento cálido. Ajustó la tira de su bolso, el único objeto que había logrado llevar consigo en su apresurada partida, y dejó escapar un suspiro. No tenía maleta, ni ropa, ni siquiera una idea clara de lo que la esperaba en Valtris. Todo lo que tenía eran sus pensamientos, un cúmulo de miedo y una sensación de abandono que no lograba disipar.Los minutos se convirtieron en horas, y la espera frente al aeropuerto parecía interminable. La tarde iba cayendo, y el frío comenzaba a filtrarse por su abrigo ligero. Se abrazó a sí misma, tratando de combatir la sensación de vulnerabilidad que la envolvía. Los mensajes que había enviado a su madre seguían sin recibir respuesta, lo que aumentaba su incertidumbre.Finalmente, un sonido de motor antiguo llamó su atención.
Maximiliano revisó por última vez su reloj y luego el horario de su vuelo. Dos horas. El tiempo suficiente para llegar al aeropuerto, registrar sus maletas y salir de Londres para siempre. Apenas había tenido un respiro desde todo el caos que se desató en los últimos días, pero una cosa era clara: necesitaba salir de allí. El peso de las miradas, los murmullos en el hospital y la humillación de ser arrestado en público todavía le pesaban en los hombros.Aunque la acusación fue retirada, el daño ya estaba hecho.Colocó su pasaporte en el bolsillo de su abrigo, cerró la maleta y se detuvo un momento en medio del apartamento. Respiró hondo, tratando de convencerse de que esto era lo correcto. Valtris. Nunca había imaginado que regresaría, pero ahora era el único lugar que sentía que le daría una oportunidad para empezar de nuevo.Si antes dudó, ahora estaba más convencido que nunca.El sonido del timbre interrumpió sus pensamientos. Frunció el ceño, preguntándose quién podría ser a esa h