Desde su inauguración, el Hospital Valenti se había convertido en uno de los centros médicos más prestigiosos del país, atrayendo a los mejores especialistas y ofreciendo atención de primera calidad a sus pacientes. Para Maximiliano, su vida había cambiado por completo. Su rutina ya no solo consistía en salvar vidas dentro del quirófano, sino en dirigir el hospital con la eficiencia y excelencia que siempre había exigido en su carrera. Cada decisión que tomaba no solo afectaba a su equipo médico, sino a los cientos de pacientes que confiaban en el hospital. Aquella mañana había comenzado temprano. Apenas habían dado las seis cuando Maximiliano entró al hospital con el uniforme, revisando su agenda del día. Tenía una cirugía programada, varias reuniones y la revisión de nuevos protocolos para el área de pediatría. Apenas puso un pie en su oficina, su asistente lo recibió con un montón de informes. —Dr. Valenti, el director del departamento de cardiología quiere verlo antes de su cir
Diez años después El sonido de la alarma resonó por todo el hospital, activando el protocolo de emergencia. Las puertas de la sala de urgencias se abrieron de golpe cuando el equipo médico ingresó a toda prisa con una camilla. —¡Paciente masculino, veintidós años, accidente automovilístico! —gritó un paramédico, empujando la camilla con rapidez—. Trauma craneoencefálico, múltiples fracturas y hemorragia interna. Ariadna, con la bata blanca y el estetoscopio colgado al cuello, ya estaba esperándolos en la sala de reanimación. —Vamos a estabilizarlo —ordenó con firmeza—. Monitoreo cardíaco, presión arterial y saturación de oxígeno ya. El equipo médico se movió con precisión, siguiendo cada una de sus indicaciones. El ambiente estaba cargado de tensión, pero ella se mantenía imperturbable, se había preparado para ello y en más de una ocasión ya había demostrado que estaba lista y de lo que era capaz.—La presión sigue cayendo, doctora Valdés —informó una enfermera con tono preocupad
No quería llorar frente a Maximiliano, no quiso derrumbarse frente a todas sus palabras, pese a lo mucho que la herían, pero dentro de ella todo se rompía. Cada palabra que él le dijo le pesaba en el pecho. Se había encerrado en la habitación para llorar.Era cierto, su vida había sido perfecta, maravillosa, tan llena de todo lo que deseaba, cargada de sueños, ilusiones y una vida que siempre quiso, junto al hombre que siempre amó.Una infidelidad acabó con toda su calma, con la vida como la conocía y su relación, causándole mucho daño a Víctor y tomando un rumbo del que no podía salirse.Solo acostumbrarse.Y lo había hecho. No tenía cómo cambiar las cosas, jamás podría cambiar esa noche, la traición a Víctor o… el resto de las cosas que habían sucedido, una tras otra.¿Había vivido? No, recién empezaba a soñar, a disfrutar, poder concretar lo que deseaba, el camino a elegir, el sabor de la vida, el valor de los sueños, las metas que quería cumplir.El futuro había parecido tan brill
Una traición reciente lo empujaba a escapar, largarse de allí.Ella lo había engañado… destrozado.Para Maximiliano Valenti, esta no era una noche cualquiera: era su despedida.Se encontraba en un rincón del salón, rodeado de colegas y amigos que ofrecían las últimas palabras de aliento antes de su partida a Valtris, la ciudad donde había decidido comenzar de nuevo. Una elección que no era solo profesional, sino también emocional. Quizás empujado por el dolor, su deseo de alejarse. Irse tan lejos que no fuese capaz de recordarla, pero más importante, no verla.Todavía escuchaba su corazón romperse cuando pasó todo. Y lo recordaba con claridad.(Inicia flashback)Maximiliano estaba sentado junto a la mesa, con una copa de vino en la mano, mirando hacia la pista de baile donde los demás reían y se divertían. Era el aniversario de boda de sus suegros y, como siempre los habían invitado. Amelie, su prometida, se movía con demasiada cautela, sus manos jugando con el borde de su vestido.Fi
La habitación estaba a oscuras.Un sonido metálico rompió el silencio. Ariadna parpadeó, sintiendo el peso de sus párpados mientras su mente intentaba despejarse. Algo crujió, una puerta abriéndose. Intentó enfocar la vista, pero todo era borroso. Buscó a tientas sus lentes en la mesilla, pero su mano no encontró nada.El cansancio la venció y su cuerpo volvió a hundirse en la cama. Algo no estaba bien. Su pecho subía y bajaba con dificultad, como si cada respiración fuera una lucha. La seda fría bajo su piel desnuda le envió un escalofrío por la espalda. ¿Desnuda? Su mano se detuvo sobre su pecho, confirmando lo que ya sospechaba. No llevaba nada puesto.Un torbellino de pensamientos la golpeó. ¿Cómo había llegado ahí? Recordaba estar en el bar con Aisha, su hermana gemela. Habían brindado, hicieron las paces, hablado, reído, y luego... Nada. Todo se desvanecía en un vacío angustiante. Recordaba haber dicho que se sentía mareada, luego un taxi, el hotel... ¿o no? Intentó sentarse, pe
Momentos antes…El ascensor se detuvo con un leve sonido, y Aisha salió tomada de la mano de un hombre cuya mirada delataba más deseo que conciencia.Todo había sido tan fácil. Los hombres como él, desesperados y con unas cuantas copas de más, eran presas simples para alguien con su ingenio y su atractivo, ella siempre había sido muy astuta y sabía el arte de usar lo que tenía a su favor. La sonrisa de Aisha no tenía un atisbo de duda mientras lo llevaba hacia la habitación del hotel.Cuando llegaron a la puerta de la habitación, él se quedó a la espera de que ella abriera. Pero no lo hizo, Aisha lo atrajo hacia su lado. Sus labios se encontraron antes de que alcanzaran el pomo, y él la empujó contra la puerta, ansioso, mientras sus manos exploraban cada centímetro de su cuerpo.Aisha jadeó ligeramente cuando sintió su erección presionando contra ella, insistente, fuerte y tentadora. Era grande, demasiado cautivador. Por un momento, su cuerpo respondió a la situación sin necesidad de
Ya estaba despertando.Maximiliano abrió los ojos lentamente, sintiendo la suavidad de las sábanas bajo su cuerpo y el calor de alguien más a su lado. El cabello rojizo de la mujer hacía cosquillas en su pecho desnudo mientras sus brazos aún la rodeaban.Estaban tan cerca que parecían fundirse sus cuerpos.Su mente repasó los recuerdos de la noche anterior, y una sonrisa ladeada se formó en sus labios.Había sido increíble. Había sido una noche perfecta.No había estado con nadie desde que su prometida confesó todo aquello y se casó con otro. Desde entonces, su cuerpo jamás había respondido de tal manera a nadie más, además de que era incapaz de pensar en el deseo sexual, su corazón estaba herido, el placer era lo que menos le importaba. Pero aquella noche muchas cosas cambiaron, al menos en la parte física.Nunca pensó poder disfrutar con nadie más de aquel acto, pero Ariadna lo cambiaba todo.Esa noche cambiaba muchas cosas.Con cuidado, movió a la mujer, intentando no despertarla.
La luz fluorescente golpeó sus ojos cuando los abrió lentamente.El techo blanco y las paredes estériles le confirmaron dónde estaba antes de que su mente terminara de despertar.Un hospital.Ariadna sintió un nudo en la garganta, y el sonido de un monitor cardíaco acompañaba el creciente pánico en su pecho.Intentó moverse, pero su cuerpo estaba pesado, cada músculo parecía rehusarse a obedecer. Una sensación de frío recorrió su piel cuando notó que llevaba una bata de hospital. Su respiración se volvió errática, y las lágrimas comenzaron a brotar sin control. ¿Qué estaba pasando?—¿Hola? —logró susurrar, con la voz quebrada, mirando a su alrededor con desesperación. Su mente era un caos. Fragmentos de imágenes, sensaciones difusas, un rostro que no podía identificar. Todo era un rompecabezas al que le faltaban demasiadas piezas.La puerta se abrió, y un enfermero entró con una bandeja. Era un hombre joven, con una sonrisa amable que se desvaneció al ver el estado de Ariadna.—¿Señor